Prólogo

68 5 0
                                    


Despierto empapada en sudor. Mi pulso está acelerado, la escena se repite una y otra vez en mi cabeza. Sin darme cuenta las lágrimas afloran de mi con desesperación, verlos morir en ese auto me destroza el corazón y todo fue mi culpa.

***

Desde que tuve la pesadilla no he podido conciliar el sueño nuevamente, me siento sola, este lugar es demasiado grande para mi y me martiriza el hecho de que mis padres no estén a mi lado, eran mi única familia. Ya han pasado seis meses desde entonces y todo duele como si hubiese sido ayer. 

Es lunes, miro la hora, — las siete — musito con desgano. Debo preparar algo de desayunar para irme a la universidad, mi primera clase empieza a las nueve y tengo el tiempo justo para llegar. Pongo la cafetera mientras tomo un baño. Al salir de la ducha el olor a café me invade, ya está. Me lo tomo mientras miro por la ventana, las personas pasan, se saludan entre si, la mayoría con una sonrisa en el rostro. El mundo no se detiene por nada ni nadie, la realidad es esa. Me visto y como una tostada con mermelada, tomo mis cosas, llamo un taxi y luego de unos minutos llega. Al subirme e indicarle al taxista donde me dirijo, me quedo en silencio y con los ojos cerrados, no pasa mucho tiempo hasta que recibo una llamada, es Tory. 

—Hola...

—Holaa, oye Api, ¿ya casi llegas a la U? Es que tengo algunas dudas sobre una de las preguntas del taller de termodinámica. — Joder aquí vamos otra vez. Bueno ya que, no me hará mal recordar uno que otro concepto y como es ese profesor, es mejor prepararse para examen sorpresa. 

— Dime Tory, aún me tardo un poco en llegar, supongo que con el tráfico que hay llego justa. Es mejor que me preguntes desde ya.

Me hace las preguntas que necesita, y faltando pocos minutos para la clase llego.

— Son diez dólares señorita— Padre Santo, si continuo pagando estos taxis todos los días no me va a quedar ni un centavo partido por la mitad en dos meses. Con los ahorros que tenían mis padres me he estado sosteniendo junto con lo poco que gano en la pizzería. Pero ya veo que debo buscar otra alternativa. O me mudo más cerca a la universidad, o debo levantarme al menos dos horas antes para ver si alcanzo el autobús. Pago al taxista y me dispongo a cumplir con otra jornada académica. Donde sea que estén mis padres, lo único que deseo es que se sientan orgullosos.

— Vamos April, no hay recompensa sin sacrificio— digo en voz baja como incentivo hacia mi misma. Y sin más me adentro al edificio.

***

Al salir de clase puedo ver a Tory riendo sin parar con los demás. Me mira por un momento y yo me despido con un ademán, y ella me responde de igual manera, ya sabe que tengo turno en la pizzería a partir de las seis. Estoy mentalmente cansada, pero debo sacar fuerzas y continuar. No será en vano el sacrificio de mis padres por salvarme. Tomo aire y me dirijo a mi lugar de trabajo. Al llegar, todo es lo mismo, lo único que cambia son los rostros de la clientela. El olor, el ruido, hasta la música es la misma. Me registro e inmediatamente me pongo me uniforme de trabajo, hoy hay muchas personas y es curioso porque al ser lunes se supone que nadie salga a comer estas cosas, pero bueno. Termino mi turno luego de unas horas. Los pies me duelen, los ojos me pesan y genial... tengo hambre. Chispas, de pronto recuerdo que no queda nada en la nevera, debo comprar comida, sino voy a enfermar, y eso no sería para nada conveniente. 

—¿Estás bien April?—me pregunta el supervisor. 

—Ehh si señor, no se preocupe. debe ser que ya necesito ir a descansar.—Respondo tratando de evadirlo. Él es un buen hombre, pero temo por su mujer, ella es técnicamente la dueña de la pizzería y es increíblemente celosa.

—¿Tienes hambre?, estas pálida.—Es cierto, creo que no dormir bien me está afectando verdaderamente. 

—Tengo un poco pero ya casi me voy a casa, no hay lío.— respondo algo evasiva.

—Si quieres puedes comer pizza, han quedado unas rebanadas de sobra por si las quieres. —Pensándolo bien no es mala idea. Agradezco su generosidad y despidiéndome brevemente me dispongo a tomar mis cosas a los casilleros de personal, pero el sonido de la puerta cerrándose me alerta. 

—¿se le ofrece algo señor?— pregunto a mi supervisor y el se acerca a mi un poco nervioso y yo retrocedo. 

—April, desde el primer día en que llegaste no he podido dejar de pensar en ti, te veo y siento que debo protegerte, eres tan bella...—¡¿Pero qué?!, primero que diablos le pasa?! no es para nada apropiado el tono que usa y segundo, nadie tiene que protegerme, me se defender sola.— Con todo lo que te ha sucedido... tus padres...—lo interrumpo reteniendo mis impulsos de soltarle una de mis frescas.

—Mire señor, le agradezco sus palabras, pero debo aclararle que no necesito nadie que me proteja, puedo sola y respecto a mis padres, usted no es quién para mencionarlos así que le pido por favor que no los vuelva a nombrar.—Sus mejillas se ruborizan y con vergüenza en su voz dice.

— Lo siento April, no ha sido mi intención entrometerme más de la cuenta, es solo que... — baja la cabeza buscando las palabras adecuadas, pero su gesto de vergüenza y frustración no se pueden disimular. Luego de unos segundos de silencio, me mira fijamente y sus pupilas destilan deseo. —April, ya no tiene sentido que lo esconda, eres la mujer más bella que he visto y no sabes como deseo que seas mía. 

Me quedo patidifusa al escuchar esas palabras. Debo buscar la manera de salir de aquí antes de que las cosas se salgan de control. Intento esquivar su cercanía caminando en zancadas hacia la puerta, pero rápidamente me detiene acorralándome contra esta. Su aliento roza mis mejillas e intenta besarme pero lo evado y al instante escucho golpes desaforados a la puerta, luego gritos. Provenientes de fuera.

—¡¿Qué demonios crees que haces Michael Hernández?! maldito gilipollas ¡Sal de ahí con esa zorra!—Su mujer grita desesperada y la cara de espanto de mi jefe es monumental. Me suelta de abrupto y abre la puerta recibiendo una bofetada seguida de varios golpes, entran discutiendo al cuarto y yo solo me quedo anonadada en una esquina. Pero no duro tanto en ese rol pues la mujer ladea y su mirada llena de furia se posa en mi, en segundos me toma del brazo y me arrastra a la puerta diciendo.

—¿Qué creían eh? ¿Que nunca me iba a dar cuenta? pues ya ven que no hay cámaras en todo el establecimiento por nada, tu... tu eres una arrastrada, una zorra! te le estabas metiendo por los ojos ¿Qué querías, que este mequetrefe te diera dinero? Obvio, una ordinaria como tu solo puede aspirar a eso...—Mi mano cobra vida propia y le doy una bofetada. Y con mis índices de paciencia en cero respondo —Pues ya ve lo ordinaria que soy. Mi conciencia está tranquila y no tendría porque aclararle nada pero aun así lo voy a hacer, yo jamás me he sobrepasado con su marido, no me dirijo a el para absolutamente nada ajeno a mis estrictas labores, yo no soy una zorra como dice, pero usted señora, déjeme decirle que no es más que una impedida, envidiosa e insegura. ¡Arrivederci!.

Sin decir más, tomo mis cosas y salgo a toda leche del lugar, no sin antes oír que estoy despedida. Una lágrima brota de mi y no es para menos, nada parece ir bien, la vida me esta arrebatando lo poco que tengo para sostenerme. En menos de lo que pienso ya no es una lágrima sino cientos de ellas, entre hipos decido caminar un poco en lo que llego a alguna estación de autobuses aquí en Seattle, miro la hora y dudo mucho que casi a las once de la noche pueda haber alguno en función. Solo quiero llegar a casa. Mi estomago me recuerda que sigo con hambre y recuerdo las pizzas, por suerte logré guardarlas, tomo una y sentándome en una parada empiezo a comerla, y me doy cuenta de que cada vez me vuelvo más escéptica a que podré volver a ser feliz. Termino mi pizza y logro divisar un taxi acercarse, ya que, al menos pagaré la tarifa mínima, no estoy muy lejos de casa. Luego de un momento llego a casa y me lanzo en plancha soltando un suspiro. Solo quiero dormir, aunque ni siquiera durmiendo pueda escapar de los sinsabores. 




DESÁTAME LA RAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora