mamushka

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[かごめ

かごめ]
(kagome, kagome)

Sus manos se agitaban con fuerza mientras trataba de alcanzar a Kiku y a Chun Li.
Detuvo los intentos cuando sintió como una fuerza extraña lo jalaba, alejándolo, recordaba cómo había manoteado y pataleado para detenerlos mientras gritaba con fuerza.
Las lágrimas se resbalaban por su mejilla mientras veía la imagen de alguien sosteniendo algo, era difusa.
Pero reconfortante.

—es lo mejor cariño... tu padre no hubiese querido que terminaras en la miseria...

Yào recordaba cómo había llorado, como había comenzado a soltar improperios en chino demasiado alto como para que los vecinos se despertaran.
Llamo por ayuda, clamo por su libertad.

Pero nadie vino.

La escena cambio dramáticamente.
Su mama corría feliz por el campo de crisantemos.
Yào trató de alcanzarla pero la mujer pronto se convirtió en un dragón, tan grande como los que el mismo describía en los cuentos que les contaba a sus hermanos antes de dormir, atacaba y trataba de devorarle.
Yào corría desesperado mientras las flores se marchitaban a su alrededor, gritaba y pedía ayuda, cayendo por fin de rodillas en llanto.

[籠の中の鳥は]
[El pájaro* está en la jaula.]

Sus ojos se abrieron con sorpresa, el grito por fin salió disparado de su garganta, profundo, doloroso.
Se dejó caer de nuevo de espalda en el mullido colchón.
Su respiración agitada y las lágrimas aun salían por montones.
Cuando finalmente se tranquilizó lo primero que enfocó fue a una chica parada justo al lado de la cama.
La chica era alta, cabello rubio por encima de los hombros y con cara de pocos amigos, le miraba fijamente, de forma acusadora.
El asiático se cobijó hasta la nariz, mirándola fijamente, con miedo.
No era que tuviese miedo de la chica...tenía miedo de lo que la chica pudiese hacer para perjudicarlo.
Fue entonces que su mirada cambio dramáticamente a una de compasión y preocupación, acercándose al chico; susurrándole tranquilamente

—Irunya...

¿Qué?

— mi nombre es Irunya...

Yào alzó ambas cejas, no podía entenderla; pero había algo que si comprendía y de alguna manera agradecía.
Reconoció su voz como la mujer fúrica que estaba discutiendo con el ruso; imaginó que el golpe en la mejilla que tenía el chico era obra suya.
La mujer se mantuvo en silencio un momento antes de jalar el brazo de Yào, sacándolo de su aturdimiento y de la cama.
El chino se limitó a hacerle caso, por más extraño que pareciese, la mujer tenía una fuerza sobrehumana.

— ¿hablas ruso? no sé hablar chino y mi tonto hermano te trajo aquí... ¿dónde está tú familia? dioses, ojalá que Natasha no te vea, va a ponerse loca cuando sepa de toda esta locura...casarse en un país ajeno... ¡y con un hombre! ¿Es tonto? ¡Escuché como te llamaba querida! ¡Un idiota!

Yào volvió a dedicarle una mirada confundida.

—no habla ruso Irunya...

la chica soltó al chino y volvió a donde el Ruso estaba, asustada.
El temblor no pasó desapercibido por el chico asiático; que en un momento de temor terminó por ponerse detrás de la chica, protegiéndose.
el momento de temor fue efímero, pronto la chica se alzó en puntillas, señalando con el dedo a Ivan, lanzando palabras que Yào determinó como "altisonantes", no sabía como pero al ver la cara del ruso ponerse roja de ira supo que lo eran.
De nuevo se le infló el pecho al ver que al menos alguien estaba de su lado, aunque no pudiese entenderlo.
Fue un nuevo ruido el que le hizo volver a la realidad cuando Irunya le soltó otra bofetada al chico ruso y salió corriendo de la habitación ofendida, seguía balbuceando cuando cerró la puerta detrás de ella.
Yào la siguió con la vista hasta que se dio cuenta que se había quedado solo con ese hombre.
Sus ojos fueron de nuevo a su rostro.
Ivan Braginski.
Lo recordaba a la perfección, su espalda ancha y su nariz ganchuda.
Le dedico una mirada con desdén y volvió a la cama, subiendo ambas piernas y escondiéndose entre las cobijas, negándose a entablar conversación con él.

Doncella doradaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora