Capítulo 18

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Cyara Ross

Todas y cada una de mis preocupaciones desaparecen cuando Christopher pone sus manos en mi cuerpo. Sus labios recorrían mi piel haciéndome sentir mil cosas por dentro, todas ellas buenas.

—Bésame, por favor.— le pido entre medio de un jadeo.

Escucha mi petición al instante y sube para poder unir sus labios con los míos. El roce húmedo y caliente me hace perderme una vez más, siento sus manos deslizarse por mi cintura. Sus dedos pulgares toman mis bragas y las deslizan por mis piernas, el toque de sus dedos arde.

—Hazlo...— lo escucho susurrar contra mi boca, cuando me voy cuenta mis manos están en su cintura y mis dedos rozan el elástico de su bóxer.

Sus dientes atrapan mi labio inferior y lo deslizan lentamente por estos.

Gimo ante su acción, mis manos toman vida propia y se encargan de bajar su bóxer. Christopher me ayuda para quitar la prenda de su cuerpo y una vez que esta yace en el suelo se separa de mi cuerpo.

Reclamo, la ausencia de su calor corporal se siente de inmediato.

—Espérame un momento, ángel.— dice con la voz suave, sus labios estaban formando una sonrisa.

Lo veo rodear la cama y abrir el primer cajón de la mesita de noche, sus dedos toman uno de los pequeños sobres plateados que allí había antes de volver a la cama.

—¿Quieres hacer los honores?— pregunta extendiéndomelo.

¿Acaba de preguntar lo que creo que acaba de preguntar?

Ricky jamás se ponía preservativos y, aunque tenía una breve idea de cómo se hacía, no estaba segura de saber hacerlo.

—Ven aquí.— dice rompiendo el envoltorio con sus dientes y deja que este caiga al suelo—. Presiona la punta con tus dedos, no es conveniente que quede aire dentro ya que existe la posibilidad de que se rompa y sería inútil haber usado condón.

Lo coloco con cuidado en la punta de su grande haciendo caso a su indicación, alzo la mirada y me sonrojo de forma excesiva al notar que sus ojos están puestos en mi.

—Ahora deslízalo, es la parte sencilla.— dice con una sonrisa ladeada.

Se me corta la respiración cuando lo hago, su polla se encontraba cálida y palpitante bajo mis manos. El hecho de que estuviera erecta ayudaba en la acción.

—¿Ha sido muy complicado?— pregunta, yo niego con la cabeza—. Quiero palabras, Cyara.

Oh, joder.

Mi nombre suena jodidamente bien salido de sus labios.

—No lo ha sido.— susurro.

Él me sonríe antes de acostarme en la cama, me abre las piernas y se acomoda entre ellas. Sus dedos acarician mi clítoris y mi pelvis se eleva por acto reflejo pidiendo más.

—Te daré lo que quieres, amor.— dijo relamiendo sus labios—. Solo déjame prepararte...

¿Prepararme?

Estaba empapada y eso podía sentirlo en sus dedos. No necesitaba más lubricación.

Sabe ejercer la presión justa para que me retuerza en la cama deseando más.

De mis labios se escapa un gemido cuando siento sus dedos en mi interior. Eran delgados pero largos, y se deslizaban dentro de mi con tanta facilidad gracias a mi humedad, llevándome a la gloria con cada toque.

—Mírame, ángel.— dijo, su voz ya había enronquecido y se escuchaba tan sexy—. Mis dedos no hacen justicia a lo que viene ahora.

Sé que tiene razón pero en estos momentos me estaba sintiendo en el éxtasis.

Retiró sus dedos y yo abrí los ojos de inmediato, los llevó a sus labios para chuparlos sin vergüenza alguna.

Ese gesto no hizo más que calentarme, sus pupilas se encontraban dilatadas y probablemente las mis estaban de la misma manera.

Sus manos agarraron mis muslos y me obligó a rodear su cintura con mis piernas, embistió en mi interior haciéndonos soltar un gemido al mismo tiempo. Mis paredes vaginales se abrieron para darle paso, envolviéndolo en la humedad y calidez.

—Te sientes tan... — empezó diciendo, fui rápida en terminar su frase.

—Condenádamente bien, lo sé.— murmuré.

Permaneció inmóvil unos segundos, únicamente mirándonos el uno al otro y con nuestras agitadas respiraciones.

Su boca buscó la mía y no tardó en encontrarla, estaba tan sumida en sus besos que cuando volvió a embestir en mi interior casi grité.

—Shh, nuestro hijo está durmiendo.— susurró sobre mis labios.

Nuestro hijo.

Nuestro hijo, suyo y mío... Nuestro.

Sonaba tan bien.

—No es mi culpa que...— intento quejarme pero es rápido en interrumpirme con un beso.

Así daba gusto callarse.

Empezó con un lento vaivén, sus manos abandonaron mis piernas para tomar ahora mis manos, las posicionó a ambos lados de mi cabeza entrelazando nuestros dedos.

Estaba siendo algo muy cercano... Y me estaba gustando.

Se movía con mucha facilidad en mi interior, nuestros cuerpos ya se conocían y,por lo visto, encajaban muy bien. Golpeaba mi punto rico cada vez que entraba en mi, esto era mejor que el cielo y el infierno juntos. La fricción se sentía cada vez más deliciosa y temía que me correría pronto.

Mis manos aprietan las suyas y los talones de mis pies se presionan en su espalda baja.

—No cierres los ojitos, ángel.— pide antes de pasarse la lengua por los labios—. Quiero que me mires mientras te corres.

Sus labios se pegan a mi cuello y succionan la sensible piel de este, estoy casi segura de que dejará una marca ahí.

Sin embargo, dejo de prestarle atención cuando el orgasmo estalla dentro de mi. Un sonoro gemido con el nombre del hombre que tengo encima sale de mis labios, y él se separa de mi cuello para poder mirarme.

Mis piernas tiemblan y mis ojos luchan por no cerrarse, Christopher pega su frente a la mía y puedo percibir el sudor de nuestros cuerpos. Gime mi nombre, endulzando mis oídos, y atrapa mis labios cuando el orgasmo ataca su cuerpo. Puedo sentir como el condón se llena, reteniendo el semen.

—¿Has podido bajar de tu nube de éxtasis?— pregunta, no respondo porque creo que aún no lo he hecho.

Lleva nuestras manos a sus labios para dejar un beso en ellas.

Este hombre no puede ser más dulce solo porque no se lo propone.

Se separa de mi por unos instantes, lo veo deshacerse del condón y tras atarlo lo tira a la papelera, después camina hacia mí para volver a acomodarse en la cama. Sus brazos envuelven mi cuerpo y sus labios besan mi coronilla.

Magnate VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora