Capítulo 15

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Christopher Vélez

El intento de sacarla de mi mente es superior a todas mis fuerzas, por mucho empeño que le ponga me es imposible pensar en algo que no tenga que ver con la española de ojos verdes.

Masajeo mi sien volviendo la mirada a la pantalla del ordenador que tengo frente a mis ojos, empiezo a leer el e-mail que me había enviado Zabdiel esa misma mañana. Una petición para participar en el negocio que estaba llevando a cabo junto a Ricky Méndez.

Será hijo de puta...

Mirando el lado positivo del asunto, tendría la oportunidad de dialogar con él, sentarme con él en una mesa a debatir, negociar... E intentar controlar las ganas de estrellar mi puño en su mandíbula cada vez que habla.

Soy breve a la hora de responderle, le digo que puede contar conmigo y que me vaya informando. Su respuesta tarde apenas unos minutos en llegar, concreta una reunión para esta misma tarde y me envía los documentos que debería de leerme para estar informado.

Es más que obvio que no pienso leerlos, esto no aporta ningún beneficio a mi empresa así que no podría importarme lo más mínimo.

—Señor Vélez, su esposa acaba de llegar y no ha parado de insistir en verle. Por lo visto es algo de urgencia.— me informa mi secretaria.

—¿Qué parte de quiero estar solo no entendéis?— pregunto con seriedad.

—Lo lamento, señor... Le diré lo que usted me acaba de decir.— murmura por lo bajo.

No había vuelto a hablar con mi esposa desde hacía ya dos o tres noches, tal vez era el momento de dejarle las cosas claras.

Yo no la amaba, ella a mí tampoco.

El plazo acordado ya había pasado así que no terminaba de entender porque seguíamos juntos. Le debía un favor a su padre, uno muy grande, y lo único que me pidió fue que me casara con su hija mientras su empresa levantaba la crisis económica en la que habían caído los últimos meses. Su empresa se estaba manteniendo, no había riesgos de bancarrota por lo tanto...

El teléfono vibró encima de la mesa y el nombre de mi esposa aparece en la pantalla.

—¿Qué pasa?— cuestioné en cuanto atendí la llamada, ella jadeó resignada y yo puse los ojos en blanco.

—¿Cómo que qué pasa?— preguntó molesta—. He quedado en ridículo con tus trabajadores, ¿por qué diablos no me has dejado subir?

—Como seguramente te ha informado mi secretaria, deseo estar solo.

—Soy tu esposa.— se queja.

—No hago excepciones.

La escucho bufar, no es momento de que empiece con sus niñerías.

—¿Tienes algo interesante que aportarle a la conversación o ya puedo colgar el teléfono?

—Eres un maleducado.

Chasqueo mi lengua, estoy en desacuerdo con esa opinión pero no pienso decírselo. Al menos no cuando sé que me hará un drama por ello.

—Mis padres van a venir a cenar esta noche a casa, más te vale ser amable con ellos.

—Amable es mi segundo nombre.— respondo rodando los ojos—. Nos vemos en la cena.

Sabía que tenía la intención de decir algo pero soy rápido en colgar la llamada. Suficiente tenía con aguantarla por la noche... A ver cómo le explicaba a Cyara que no podía estar con ella porque mi esposa y su familia decidieron que cenáramos juntos.

Al final termino leyendo todos los documentos que Zabdiel me envió porque necesitaba ocupar mi mente en algún trabajo o terminaría volviéndome loco.

Para mi buena suerte, el tiempo se me pasó bastante rápido y cuando quise darme cuenta ya era la hora de la reunión. Suponía que sería en la empresa de Zabdiel así que en menos de quince minutos me situé allí, sus empleados me saludaron amablemente mientras subía las escaleras.

—¡Vélez!— exclamó a mis espaldas, fruncí ligeramente el ceño y volteé para verlo—. Mi secretaria me acaba de decir que Ricky Méndez ya está en la sala de juntas. Por favor, no armes ningún escándalo.

—¿Escándalo, yo?— pregunté sarcástico —. Soy el hijo de puta más profesional que conoces.

Él sonrió ante mis palabras porque aunque fuera difícil de creer era verdad.

Caminamos juntos hasta la sala, entré primero y saludé al hombre que ya estaba allí, Zabdiel entró seguido y cerró la puerta tras su cuerpo.

Dejé caer mi cuerpo en una de las sillas y junté mis manos encima de la mesa, Zabdiel había empezado a hablar pero sus palabras no llegaban a mis oídos. Estaba demasiado centrado en otra cosa, demasiado centrado.

—Entonces, vamos a invertir el dinero en esto.— dijo pateándome lo suficientemente fuerte como para hacerme reaccionar, el acto sucedido debajo de la mesa solo lo notamos nosotros dos—. Espero que hayan leído los documentos que les envié.

—Si, por supuesto que si.— respondió Ricky con una sonrisa en los labios.

Me contuve de bufar y asentí.

Se dedicó a seguir hablando y esta vez fingí prestarle atención. La reunión terminó pasada una hora y pico, creo que alguien debería de enseñarle a distribuir mejor el tiempo.

No hizo más que repetir lo mismo una y otra vez, estaba en en modo: ¿Quedó clara la idea o le pongo más ganas?

En fin, es Zabdiel.

—Señor Vélez, me gustaría hablar con usted un momento.— pidió Ricky en el momento que me levanté, intenté disimular la sorpresa ante su inesperada petición.

—Pueden hablar aquí sin problema, yo ya me voy y nadie los interrumpirá.— dijo Zabdiel. Sin embargo, la mirada que me lanzó antes de cruzar la puerta dejaba en evidencia que no se iría muy lejos.

Apoyé mi peso en la mesa, agradeciendo que estaba a una altura un poco más baja de mi cintura, y crucé los brazos sobre mi pecho.

—Tú me dirás.— dije indicándole que hablara.

Tutearlo es más sencillo que tratarlo con respeto.

—Mi esposa me ha pedido el divorcio.— dice, alzo una ceja intentando verme despreocupado.

—¿Y eso que tiene que ver conmigo?

—Da la casualidad que es tu abogado el que figura en los papeles.— dijo mirándome desafiante.

¿Está queriendo ser desafiante?

Pobrecito, lo que le espera...

Aquí el que desafía soy yo, amigo.

—No solamente es mi abogado, creo que puede estar al servicio de todo aquel que le pague por hacer su trabajo.

—Es uno de los mejores en Estados Unidos, por lo tanto ha de cobrar miles de dólares por algo tan sencillo como esto.— murmuró negando con la cabeza —. Cyara no tiene dinero, no podría permitírselo.

—Cyara no pero yo si.— digo serio—. Si tienes alguna otra queja se la comunicas a nuestro abogado.

Sin más que decir, y dejándolo con la palabra en la boca, salgo de la sala de reuniones con la cabeza en alto.

Como callar a un gilipollas en cero coma.

Si lo que buscaba era cabrearme, lo había conseguido.

Magnate VélezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora