Christopher VélezSu vida era un lío pero la mía era otro tanto de lo mismo desde que volví a verla. O bueno, tal vez ya lo era hace años cuando nos conocimos y no me daba cuenta.
Hace tan solo una hora estaba discutiendo con la familia de mi esposa y ahora estoy abrazado a un ángel, quien me transmite toda la calma y paz del mundo.
Había intentado hablar con mi suegro por las buenas pero las cosas se complicaron y terminamos discutiendo. Su hija no estaba dispuesta a darme el divorcio así que solo me quedaba insistir.
—No es por nada, pero estoy empezando a tener frío.— dice Cyara en voz baja.
—Se me olvidó que solo llevas una camisa en el cuerpo.— mentí llevándola dentro, no tenía caso seguir en el balcón si ella tenía frío.
¿Cómo se me ocurre decir una mentira tan descarada?
"Se me olvidó"
Ya claro, como si no estuviera disfrutando de su cuerpo semidesnudo pegado al mío.
Soy un jodido egoísta.
—¿Vas a quedarte a dormir?— pregunta ladeando la cabeza.
Quiero decirle que no, que tenía pensado quedarme en otro departamento porque no tenía ganas de volver a casa después de lo sucedido ese día.
Pero no lo hago.
—Si tú me dejas...
Ella me mira con una sonrisa burlona en los labios mientras deja la copa en el lavavajillas.
—Es tu departamento.
Era.
—Ahora es tuyo, eres tú quien está aquí.— respondo con sinceridad.
Va a reclamar, por supuesto que va a hacerlo. Sin embargo, en cuanto abre la boca para protestar la ataco con la mía. Jadea sorprendida por la acción pero conforme pasan los segundos disfruta de ella tanto como yo.
—Vamos a la cama, nena.— susurro tomando su mano y llevándola a la habitación.
La puerta del armario se encontraba abierta y una sonrisa se dibuja en mis labios al pensar que de ahí sacó la camisa que lleva puesta.
Aunque le quedaba muchísimo mejor que a mi... Y eso que a mi me queda fabuloso todo lo que me ponga.
—¿Vamos a dormir juntos? — la escucho preguntar mientras camina hasta la cama.
¿Dormir?
Vaya, yo tenía planes un tanto diferentes...
—Si, siempre y cuando no te moleste mi presencia en la cama.— digo deshaciéndome de mi camisa, ella sigue cada uno de mis movimientos con la mirada.
—No es la primera vez que compartimos cama.— dice dejándose caer en esta, la miro cómplice y ella me sonríe de vuelta.
—La última vez las cosas eran un poco distintas.— le hago saber mientras me quito el pantalón, únicamente por comodidad.
La veo tragar saliva y alzar la mirada a mi, está sonrojada luciendo extremadamente inocente.
—Estábamos borrachos.— dice casi en un susurro mientras me ve caminar hacia ella.
—Y cachondos.— agrego tumbándome en la cama, una de mis manos va directa a su mejilla para acariciarla. Lentamente la deslizo por su cuello y sigo descendiendo, atrapo uno de sus pechos y lo masajeo sobre la tela. Su cuerpo reacciona ante mi toque y sus pezones se ponen erectos casi de inmediato—. Bueno, por lo que veo lo seguimos estando.
Se relame los labios antes de tragarse un jadeo, mis caricias en su cuerpo estaban empezando a causar efecto en ella.
La beso, y creo que podría estar haciéndolo todo el día sin problema alguno, sus labios son sin duda lo más dulce que he probado en la vida y me rehuso a querer despegarme de ellos.
Cuando me doy cuenta, su cuerpo ya está acomodado en el colchón con el mío encima, sus piernas están abiertas a ambos lados de mi cuerpo y sus manos acarician mi torso desnudo. Mis brazos se encargan de sostener mi peso para que ella no tenga que aguantar mi pesado cuerpo encima.
Bajo mis besos a su cuello saboreando su piel, sus labios quedan entreabiertos, rojos e hinchados, mientras que emite pequeños jadeos que me hacen enloquecer.
Desabotono los pocos botones que quedaban en la camisa para poder apreciar su cuerpo.
Esta vez si.
La última vez me limité a follarla, sin pararme a mirarla detalladamente. A endulzar mi sentido de la vista con su cuerpo.
Mis manos pican por tocarla, es jodidamente perfecta a la vista de cualquiera. Tiene tres pequeños lunares que podrían pasar desapercibidos para cualquiera.
No para mi.
Uno centímetros debajo de su pecho derecho, otro muy cerca de este y el último un poco más arriba de su ombligo.
Pasé mi dedo índice por ellos, formando una línea curva.
Sonrío al ver que su piel se eriza bajo la yema de mis dedos.
—Eres preciosa.— susurro lo que llevo pensando desde hace mucho, mis labios van directos a esta zona para besar cada uno de sus lunares. Despacio, de la forma más dulce posible, disfrutando de esto tanto como lo está disfrutando ella.
—¿De verdad lo crees?— pregunta con la timidez cargando su voz.
Alzo la mirada sin moverme de ese lugar, tal vez la perspectiva no era la mejor pero merecía la pena.
Cyara no era una chica insegura, se le notaba segura de sí misma y de sus decisiones, empoderada de los pies a la cabeza.
No iba a permitir que los estúpidos comentarios que le decía su esposo fueran a afectarle.
—No lo creo, ángel.— susurré—. Lo sé.
Sus ojos brillaron y no por la lujuria sino por la ilusión. Un pequeño gesto que enloqueció mi corazón, haciéndolo latir de forma desenfrenada dentro de mi pecho.
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Magnate Vélez
RomansEl Magnate Vélez conoce a Cyara Ross en uno de sus viajes a Marbella. Como cualquiera joven, a Christopher le encanta pasársela bien. Una noche fue suficiente para desatar su pasión y terminar durmiendo en la misma cama. A ninguno de los dos parecí...