7. Salvajes

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Mis padres habían decidido enviarme a una especie de retiro, exclusivamente femenino, para ver si así conseguía aclarar mis ideas.

En el avión que nos llevaría hasta una pequeña isla de Hawaii, nos encontraríamos las otras chicas y yo.

Cada una teníamos nuestro propio asiento, enorme por cierto; el azafato de vuelo nos ofrecía comida y bebida, pero por lo general cada una de nosotras iba a su bola. Propuse un juego para conocernos mejor: yo hablé con Martha, que era una chica de pelo oscuro y bastante alta; María habló con Alba. La primera era rubia de pelo largo, ganadora de múltiples medallas en natación y la segunda era rubia de pelo corto, estrella del equipo de baloncesto de su instituto. Marilia, hermana de María y mucho más tímida que ella, estaba con Sabela; y Julia con África que tenía un moreno envidiable comparado con el resto de nosotras.

De un momento a otro se empezaron a notar unas turbulencias muy fuertes y nos asustamos. Las hermanas, Marilia y María, se abrazaban, igual que las mejores amigas, Alba y Martha. El resto se aislaban en la música, leyendo o comiendo más, pero yo me bloqueé y lo único que podía hacer era rezar para que nuestro dios nos salvara de todo mal.

Debió de funcionar porque lo siguiente que recuerdo es despertarme en una isla desierta con un gran dolor de cabeza y la única compañía de mis compañeras de viaje. Me pareció ver que dos de ellas aun estaban en el mar así que me apresuré a levantar al resto para intentar ayudarlas. Fueron María, Marilia y Sabela ya que eran las mejores nadadoras y yo mientras me quedé con Martha que se había torcido un tobillo.

Lo tenía muy hinchado así que la llevé hasta una zona que parecía un río pero que simplemente era el mar entrando con menos fuerza que en el resto de la playa. Me saqué la camiseta y cogí unos palos para inmovilizárselo lo máximo posible. Dijo que le calmara pero que aun le dolía y la llevé con el resto.

Cuando estábamos llegando Alba la vio e inmediatamente vino a abrazarla con una energía arrolladora que hizo que me echara a un lado.

- No te preocupes Marthi vas a estar bien. Te pondrás bien, ya lo verás.

Yo estaba observando todo desde fuera, pero se notaba el cariño que se tenían mutuamente, como si hubieran pasado por mucho y sólo ellas dos lo supieran.

- Lo sé, Natalia me ayudó mucho -les mostré una sonrisa sincera y Martha me la devolvió pero Alba me miró con desprecio o asco, no sabría identificarlo bien.

- Pero, ¿qué coño llevas puesto? -dijo, dándome un repaso del quince y con la misma ya estaba abrazando a su amiga e ignorándome.


Julia, al parecer, había visto con su padre muchísimos programas sobre cómo sobrevivir en el bosque o en donde fuera así que era ella la que nos iba guiando al resto. Conseguimos recuperar dos maletas perdidas, entre ellas la de África que contaba con todo lujo de ropa de marca, maquillaje y alguna que otra pastilla para el dolor.

Julia empezó a hacer inventario y nos mandó a buscar una fuente de agua potable. Nos dividiríamos en grupos de dos para ello pero lo cierto es que nadie se atrevía a hacerlo, salvo Alba. Ella era muy echada para adelante con estas cosas y no le tenía miedo a adentrarse en el bosque. Quería ir sola, pero Julia no le dejó. Era peligroso ir sólo una persona por un terreno que no conoces, así que yo también me ofrecí voluntaria. Solía ir de caza con mi padre y también tenía unos cuantos conocimientos sobre rastreo. A ella, no le hizo mucha gracia porque, aunque estaba a varios pasos de mí, pude oír lo que había murmurado: <Genial, hasta en la sopa>.
Le sonreí y fui delante todo el camino. Oía sus pisadas un par de metros atrás y también las suposiciones que estaba haciendo sobre mí sólo por haber intercambiado cuatro palabras. Ni siquiera se puede decir que hayamos mantenido una conversación como el resto de la gente.

One-shots || AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora