One-shots || Albalia

9. Salvajes III

Alba se deshizo de mi camiseta y me fue empujando poco a poco hasta que las dos nos tumbamos en el suelo. No era lo más cómodo pero a ambas nos podían las ganas. Se puso encima, con las piernas a ambos lados de mi cadera y entretanto no dejaba de besarme. Al principio sólo actuaban los labios, luego un ligero toque de su lengua en mi boca hizo que la abriera instintivamente y ambas tuvieran un ardiente encuentro que me sacó algún que otro jadeo.

Sus besos pasaron a la línea de la mandíbula y luego fue bajando al cuello, donde se recreó un buen rato. Mis manos paseaban por su cuerpo, inexpertas y nerviosas, sin saber dónde le gustaría que la tocara, y pareció darse cuenta porque las llevó hasta su culo, dándome permiso para agarrarlo. Con timidez fui acariciándolo por dentro de la ropa y empujándola para que se pegara más al mismo tiempo que su mano iba descendiendo, acariciando suavemente toda mi piel. Se recreó en mi abdomen, trazando círculos y otras figuras que no me paré a analizar porque decidí, simplemente, disfrutarlas. Con cuidado desabrochó el botón de mi pantalón y bajó la cremallera. En ese momento nuestras miradas bajaron hasta la zona recién descubierta de mi anatomía para ver cómo reaccionaba ante el tortuoso castigo que estaba recibiendo por parte de Alba, pues me moría de ganas de sentirla.

Llamó de nuevo mi atención su mirada clavada en mis labios, tan intensamente que no me pude resistir a mojarlos. Me besó con una fogosidad que nunca antes había experimentado pero al mismo tiempo sentía que este gesto estaba impregnado en una complicidad, en un tratamiento  y en una calma que no me dejó indiferente. Nunca había pensado que se podría vivir algo con tanta pasión hasta que sus manos empezaron a desplazarse a la zona sur de mi cuerpo, al núcleo de éste.

Situó su mano encima de mis bragas, primero dejándola quieta sobre mi pubis y posteriormente tocando toda la zona erógena. Tras un minuto observando mis reacciones y siendo consciente de que sólo me producía placer, bajó un poco la tela de manera que pudiera tener más movimiento y acarició mi centro, trazando círculos suavemente. Me estremecí por el contraste de temperatura pero pronto empezó a igualarse, e incluso, subir. Con su otra mano me apartaba el pelo de la cara y depositaba húmedos besos en mi cuello y clavícula, alternándolos con los sedientos que le reclamaba a mi boca. Aumentó la velocidad y mi vientre se sacudía. Abrí más las piernas, otorgándole una invitación a mi interior que ella aceptó. Seguía con los movimientos circulares pero de vez en cuando bajaba e introducía un dedo.

- ¿Vas bien? -susurró en mi oreja mientras mordía el lóbulo y regresaba al cuello. Era muy excitante que me hablara al oído.

- Mmm... s-sí.

- Vale, avísame si te hago daño.

- Estoy b-bien. Puedes seguir.

Cuando estuve lo bastante relajada introdujo dos dedos, que dejó quietos unos segundos pero que luego movió con maestría, sin olvidarse del clítoris que atendía con el pulgar. Sentía que tocaba el cielo. Ya me había masturbado otras veces aunque sin duda es mucho mejor cuando te lo hace otra persona.

- M-más rápido. Es-estoy...

No sé si aguantaría sesenta segundos o más porque en ese momento Alba relajaba los movimientos y lo volvía a reanudar para que no alcanzara el orgasmo tan rápido pero, tras varias repeticiones, exploté. Solté todo el aire acumulado en mis pulmones mientras ella seguía con los movimientos para que disfrutara más tiempo de él. Sacó los dedos de mi interior y tocaba ligeramente mi zona, ahora sensible por la vorágine. Nuestras bocas se encontraron de nuevo y nuestras lenguas parecían librar algún tipo de batalla que se fue suavizando, hasta que sólo depositaba rápidos picos en mi boca. Se separó y se tumbó boca arriba en el campo. Estábamos brazo con brazo, tocándonos, pero al mismo tiempo cada una parecía perdida dentro de su propia cabeza. De vez en cuando oía un suspiro y una sonrisa por su parte. Pero a mí este silencio me mataba.