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Alfonso la había dejado, después de cenar, en su habitación para que descansase. Pero apenas pudo hacerlo más de tres horas. Cuando llegó se metió a la ducha y se lavó el pelo. El agua caliente le sentó muy bien y le hizo relajarse un poco. Se vistió y se tumbó en la cama, con el pelo recién secado y recogido en un moño alto e improvisado. Cerró los ojos y se abrazó bajo las sábanas, pero seguía sintiendo un hormigueo en la mano que Alfonso había tocado. Y además estaba muerta de miedo, porque la realidad le había caído justo cuando se estaba duchando.

Cuando la dejó en la habitación se sintió vacío. Sacudió su cabeza y lo achacó al cansancio que tenía. Fue al despacho de Christian y rápido trazaron un plan para el día siguiente. Volvieron a la casa de Anahí, y vieron que tenía dos mensajes de voz de apenas unos minutos antes.

— Hola Anahí, soy Samantha. Te quería recordar que la semana que viene tendremos el viernes la cena de ensayo, por favor se puntual. Te quiero, perdón las horas, acabo de recordarlo.

Samantha era su hermanastra. Alfonso lo sabía y supo que no sentía el llamarla tan tarde, pero por alguna razón lo había hecho. El siguiente mensaje era de hace dos minutos. Cuando habían entrado el teléfono estaba sonando pero no llegaron a responder.

— Hola Annie  —era la voz de un hombre y Alfonso se tensó— solo quería decirte que hoy estabas impresionante. Tenía ganas de llevarte de nuevo a la cama y verte gemir dejado de mi. Llámame cuando escuches esto cielo, será un secreto entre los dos. Tu hermana no tiene porque enterarse.
— Será cerdo —dijo Alfonso entre dientes.
— ¿Quién era ese?
— Su ex novio.
— Bueno lo mismo...
— Se va a casar con su hermana, la del mensaje de antes.
— Que hijo de puta —negó Christian— Nos tendremos que llevar el teléfono y dar de baja el número. En poco tiempo le han dejado dos mensajes, si vuelven os encontrarán.

Alfonso asintió. Dieron de baja la línea y se llevaron el teléfono que había. Alfonso estaba más tenso que antes. Anahí le había contado toda la historia y Andrew acababa de dar el paso que Anahí estaba esperando. Le había dicho que no seguía enamorada de él aunque él estaba seguro de que seguía sintiendo algo. Además, estaba claro que cualquier cosa que hiciese le dolía.

Anahí salió de la habitación cerca de la ocho. Pero no sabía dónde ir ni que hacer. Así que decidió volver a entrar en la habitación y dejar la puerta abierta mientras leía un libro. Alfonso llegó diez minutos después, sonriente y fresco como si hubiese dormido diez horas seguidas.

— Vaya, que madrugadora —se acercó a ella— pensaba avisarte para levantarte pero ya estás hasta vestida.
— Si, pero no sabía cómo ir a ningún sitio así que me quedé aquí esperando —se encogió de hombros.
— Me parece bien —sonrió— ya tenemos casa.
— Cómo que tenemos casa.
— Si, no está muy lejos y si todo sale bien nos podremos escapar a la boda de tu hermana. Pero tendremos que tener cuidado.
— ¿Nos?¿Tendremos? —dijo sorprendida— ¿vas a venir conmigo a la boda?
— Claro —Anahí abrió la boca para responder, pero la volvió a cerrar incapaz de decir nada— dijiste que necesitabas un novio para la boda y aquí estoy. Además, en nuestra coartada somos pareja.

Alfonso sonrió más ampliamente. Le gustaba demasiado la idea de hacerse pasar por novio de Anahí, pero era una de las formas más fáciles de estar pegado a ella constantemente para protegerla. Y él no se iba a quejar por eso, no señor.

— Gracias —suspiró cuando se montaron en el coche— de verdad.
— No hay de qué —sonrió— ayer por mi, hoy por ti.

Cuatro horas después llegaron a su "nuevo hogar" era pequeño pero acogedor y suficientemente grande para dos personas. El único problema, había una sola habitación, con una sola cama. Anahí tragó con fuerza al darse cuenta.

InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora