12

1K 71 10
                                    

Los novios hicieron su entrada sonrientes y de la mano. Andrew llevaba la corbata desabrochada y Samantha se había quitado el velo después de la larga sesión de fotos en la que los invitados habían estado tomando copas y comiendo pastelitos. Se sentaron en la mesa nupcial, cerca de la de Anahí y Alfonso, y Francisco dio un discurso sobre el amor y la unión.

— Estoy muy feliz de que por fin mis dos hijas hayan encontrado al amor de su vida —terminó diciendo, mirándola.

Anahí miró a Alfonso en busca de ayuda, pero él solo rió y se acercó a ella, dejando un casto beso en sus labios. Todos les estaban mirando, su padre sonrió, feliz, y terminó su discurso.

— Un brindis por los novios, y por el amor, que todo lo puede.

Anahí bufó al final del discurso. El amor no todo lo puede. Andrew y ella eran la prueba. Se había acostado con su propia hermana, bueno, hermanastra. Pero era de su familia. Y ahora estaba intentando acostarse de nuevo con ella. Pero no se lo iba a permitir. Antes le cortaría su pequeño pene para que no pudiese siquiera tener hijos. Samantha y Andrew salieron a la pista de baile para bailar el vals nupcial.

— Se ven estupendos —dijo Amelia cerca de ella— ¿No crees, Anahí?
— Oh, si —Alfonso la miró travieso— son el uno para el otro. Igual de... pasionales.

Alfonso soltó una carcajada cuando Amelia se separó y abrazó a Anahí por detrás. Esto de fingir se le estaba dando de maravilla. Además, no podía mantener las manos lejos de Anahí por mucho tiempo. Lo había hecho en la iglesia y no había parado de mover las manos, sin control.

— ¿Quieres bailar? —le preguntó cuando el vals terminó y la gente comenzó a salir a la pista.
— Claro.

Alfonso la atrajo a sus brazos y comenzó a moverse. Notaba a Anahí distraída, no estaba triste, ya conocía cuando lo estaba, pero no podía descifrar bien que le pasaba por la cabeza en esos momento. Sabía lo que pasaban en los suyos, y con eso, de momento, era suficiente. Quería llevarla de vuelta al hotel y desnudarla tan rápido como le fuese posible, lo había estado deseando desde que habían salido de casa. Se juntó más a ella, rozando su erección contra ella. Anahí abrió los ojos divertida y lo miró, mordiéndose el labio.

— Estaría feo si nos vamos ahora, Poncho —dijo riendo— pero yo también tengo muchas ganas.
— Me estás matando.

Anahí rió, echando la cabeza hacia atrás. Dejando a Alfonso una vista abierta de su cuello y parte de su escote. Ese vestido estaba hecho para pecar, por el amor de Dios, necesitaba arrancárselo. Alguien tocó su hombro.

— ¿Podría bailar con mi hija un rato?

Francisco les sonrió feliz, Alfonso asintió, alejándose de Anahí y anunciando que iría al baño. Francisco abrazó a su hija y comenzó a bailar.

— ¿Cómo estás?
— ¿Yo? —preguntó Anahí, su padre asintió.
— Sé que estás feliz con Alfonso, pero también sé que tu ex novio se ha casado con tu hermana.
— Hermanastra.
— Anahí... Para mi, las dos sois mis hijas.
— Tienes razón, lo siento. Supongo que estoy bien, ha sido un poco extraño —rió, nerviosa— pero estoy bien. Amo a Poncho —dijo sin pensar, aunque su padre sonrió ampliamente— Andrew solo es mi cuñado.
— Me alegra tanto que lo encontrases hija, te brillan los ojos cuando alguien lo nombra, incluso tu misma.
— Bueno...
— Y a él también, no te quitó los ojos de encima durante la ceremonia, ni en la cena, incluso ahora está mirándote.

Anahí giró en ese mismo momento, viendo cómo Alfonso clavaba sus ojos en ella. Sonreía de lado y tenía los brazos cruzados. Anahí se ruborizó y volvió a mirar a su padre.

InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora