Por fin pude respirar cuando lo que vi delante de mí era el palacio de Luna y no me estaba llevando al segundo estado para encerrarme en alguna de sus torres.
La reina se bajó del caballo y dejó que el guardia me ayudara a descender sin desatarme las manos.
-¿Cómo hace para causar tantos problemas? –se quejó. –Solo tenía que dar un testimonió y desaparecer de Golum. ¿Por qué tenía que complicar las cosas?
-¡Pero yo no hice nada! ¿Por qué liberaría a Zelina?
Claire no dijo más nada, tomó las riendas del caballo por delatante de su cabeza y comenzó a arrastrarlo. Miró al guardia y le dio órdenes para que me vigilara. Ambos la seguimos hacia la puerta principal del palacio. Antes de que llegáramos se abrió y salió el chico pelirrojo que acompañaba a Zelina. Quise gritar que él sabía donde estaba Zelina, que él la había ayudado a escapar, no yo. Pero sabía que no iba a creerme, además parecía que se conocía.
-¿Fénix? ¿Qué haces aquí?–lo llamó.
El joven bajó corriendo las escaleras y saludó con una pequeña reverencia.
-Hubo una emergencia y tuve que venir a hablar con la reina.
Claire asintió con la cabeza, sin dudar de sus palabras y le sonrió.
-¿Podría ayudarme con el caballo?
Él agarró la correa, para levar el caballo a los establos.
-¿Sabes dónde encontrar a Luna? Se suponía que hoy nos veríamos, pero no se ha presentado. Habrá sido por tu llegada...
Si había sido Luna quien se reuniría. ¿Por qué? Ella sabía que yo me estaría yendo hacia allí.
-Vengo de hablar con ella –respondió, mientras asentía. –Estaba en la biblioteca.
-Gracias. ¿Podrías llevar el caballo a los establos y después venir con migo?
-Seguro.
Félix hizo una reverencia con la cabeza y se fue acariciando la cabeza del caballo.
Nosotros entramos al palacio.
Me preguntaba de donde se conocerían los dos. No creía que fuese por que la reina sabía el nombre de todos sus súbditos, además parecían cercanos. Dudaba que fueran amigos, el carácter de Claire haría que cualquier persona quisiera romperle una silla en la cabeza. Lo había visto con Zelina varias veces, lo más probable era que lo conociese por ella.
Dimos vueltas por los pasillos y habitaciones en silencio, cruzándonos con un par de sirvientes y guardias, quienes se paraban para inclinar sus cabezas en señal de respeto.
Luna estaba dando vueltas por toda la biblioteca cuando entramos. Al escuchar el ruido de las puertas se detuvo y pasó su vista por cada uno de nosotros. Al final se centró en mí y movió la cabeza negativamente, como si estuviese decepcionada.
-Claire, lo siento –habló lentamente. –Estaba por ir hacia el portal, pero vino Félix a pedirme ayuda urgente.
La reina del segundo estado levantó una mano para detenerla.
-Lo sé, me lo crucé en el camino. No estoy aquí por eso –me empujó por el hombro. –Encontré a tu prisionera huyendo hacia la Tierra.
Luna centró sus ojos en mí, con el ceño fruncido y una muy mala actuación de rostro enfadado. Contuve una carcajada, estaban en juego más de cincuenta años de mi vida.
-¿Cómo ha logrado llegar tan lejos? –dijo fingiendo sorpresa.
-Eso quisiera yo saber. ¿Tú no tendrás nada que ver? Es bastante sospechoso que una simple humana haya logrado evadir la seguridad de tu palacio...
-¡Cómo se te ocurre! –respondió enojada. -¿Acaso me estas acusando de traición?
La puerta se abrió antes de que pudiera responder. Félix saludo con una inclinación a ambas reinas y se paro al lado del guardia del primer reino.
-¿Por qué has regresado?
Luna se movía incomoda ante la presencia del pelirrojo.
-Mi reina me lo ha pedido.
Al escucharlo, pareció tranquilizarse y volvió su vista a Claire.
-¿Se puede saber por qué?
-Aproveche el momento. Hace un tiempo que quería hablar con los dos –la lengua de la reina se trababa al hablar. –Sobre mi hermana...
Sonaba dolida y avergonzada, como si estuviera preocupada por ella a la vez que no quisiera admitir que eran hermanas. Tanto Luna como Félix se quedaron de piedra al escuchar eso.
Sin embargo, Luna reaccionó rápidamente y la invitó a sentarse en una de las mesas de la biblioteca. Posó su vista en el guardia.
-¿Podrías conseguirnos algo de té?
Él asintió y desapareció del salón en busca de algún sirviente.
-Sobre ese guardia –empezó Claire, pero la detuvo.
-Luego nos encargamos de lo demás –podó su vista en mí y suspiró. -¿Félix la llevas hacia su celda? Luego vuelve, por favor.
-Claro su majestad.
El joven me agarró del brazo apretándolo y me sacó a rastras.
Las dos reinas ya estaban hablando muy seriamente, podía ver como Luna intentaba consolarla. Quise grietarles algo. No quería irme con él, la vez que había parecido con Zelina había intentado matarme con una daga. Ahora que no estaba ella para detenerlo y yo seguía con las manos atadas. ¿Qué le impedía matarme?
El pánico desapareció mientras caminábamos, el único daño que me hacía era por la fuerza con la que me sostenía de los brazos. Lo de la daga probablemente había sido un acto reflejo por haber empujado a su amiga.
Abrió mi celda, que todavía tenía los libros tirados en todas direcciones, desató mis manos y me empujó dentro.
Respiré lentamente y un pensamiento fugaz se instaló en mi mente. No podía seguir esperando que otros me salvaran, era capaz de lograrlo sola. Tenía que hacerlo por mí misma.
Corrí hacia Félix, quien estaba cerrando la puerta. Abrí con fuerza, el empujé lo llevó a él también contra la pared. Antes de que pudiese correr, él me sostuvo por el brazo y me metió de nuevo en el a celda. Se giró para salir y me colgué de su espalda
Él intentó sacarme de encima y corrió hacia atrás haciéndome estrellar contra la pared de la celda. Me golpeé la cabeza, no pude seguir manteniendo mis brazos con fuerza alrededor de su cuello y caí al suelo. Todo a mi alrededor se movía con mayor lentitud y no podía mantener la vista fija.
Félix me levantó con la mano alrededor del cuello, manteniéndome contra la pared. Comencé a moverme con fuerza, mientras trataba de separa sus manos de mi vía respiratoria. Sentía como iba quedándome sin fuerza y las lágrimas corrían por mis mejillas.
Lo único que podía hacer era mantener los ojos abiertos. Estuve a punto de darme por vencida, era morir en ese momento o quedarme en una celda durante el resto de mis días. Cerré mis ojos lentamente, al final mi vida no valía la pena como para pelear por ella, siempre lo había sabido.
¡Qué pensaba! No podía morir así. No podía morir ahora. Tenía que volver con mi familia.
Tomé impulso y levanté ambas piernas para empujarlo de una patada en el pecho.
Félix se sorprendió ante mi repentino ataqué.
Un sonido horrible hizo eco por todo el pasillo de celdas cuando su cabeza se estrelló con fuerza contra el filo de uno de los barrotes de hierro. Mis manos comenzaron a temblar y más lágrimas recorrían mis mejillas. Mis piernas se tambalearon, sentía como si toda lo que había en mi interior amenazara con ser vomitado.
El cuerpo quedó tendido en el suelo. Alrededor dela cabeza se estaba formando un charco de sangre desagradable, no necesitaba ser médico para saber que eso no era buena señal.
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