Antes de que amaneciera estábamos de nuevo en el palacio. Así que dormí un par de horas, antes de que una mujer entrara sin llamar y me despertara haciéndome pegar un grito. Traía un vestido larguísimo que me recordaba demasiado a María Antonieta, con diferentes tonos de azules y morados, y más capas de lo que podría soportar. En la otra mano traía uno liviano más pequeño de color durazno que me enamoró.
Los dejó sobre la silla al lado de la cama, corrió las cortinas del balcón y escuché como se iba hacia el baño para abrir la llave de agua de la piscina. Ni siquiera habíamos hablado, pero estaba haciendo exactamente lo que necesitaba.
Me estiré entre las suaves sábanas, tratando de no volver a quedarme dormida. Me levanté de un saltó y me quedé sentada en la cama, refregando mis ojos.
La mujer salió del baño y se paró delante de mí a unos metros de distancia.
-La reina desea que valla a verla a la biblioteca.
-Está bien –le sonreí. –Muchas gracias.
Vi como las mejillas de la mujer regordeta se teñían de rojo. Entonces se dio media vuelta y salió del cuarto.
Me levanté y me metí en la tina de agua tibia, era lo que necesitaba para tratar de olvidar todo lo que estaba sucediendo. Salí después de enjabonarme bien y solo lo hice porque mis dedos se estaban arrugando.
Volví al cuarto, me sequé rápidamente y envolví la toalla en mi cabello. Me puse el vestido naranja de verano para recorrer el palacio y me sonreí ante el espejo.
Al salir recordé que no sabía donde estaba la biblioteca del palacio y empecé a mirar en todas las direcciones. En algún sitio tenía que estar, solo era cuestión de saber donde buscar.
Entonces la silueta de una mujer dobló en la esquina del pasillo y levantó una mano saludando al verme.
-Buenos días –dijo Lena.
Por alguna razón, no podía dejar de verla como la gemela malvada de Luna. No había demostrado ser malvada, pero algo en su forma enigmática de ser me resultara tan terrorífica que no podía pasar un rato sola con ella sin sentirme intimidada.
-Buenos días –dije sin poder mirar sus múltiples pupilas. -¿Todas las reinas viven en el mismo palacio?
La pregunta se me escapó antes de que pudiese pensar en lo que estaba diciendo. Lena, para mi suerte, no se ofendió y mandó a cortar mi cabeza...Solo soltó una carcajada.
-No, pero el proceso de una Asamblea lleva demasiado trabajo –respondió. –Sobre todo si tratamos de armarla tan rápidamente.
No supe que contestar, por lo que decidí terminar con la conversación.
-Entonces nos estaremos viendo -sonreí. -Tengo que verme con Luna en la biblioteca.
-Te convendría cambiar de rumbo –dijo ella sin correrse de mi camino. –Queda hacia el otro lado.
Mis orejas ardían de la vergüenza y sentía como mis mejillas iban tomando color.
Agradecí con un movimiento de cabeza y me giré hacia el otro lado. Empecé a caminar, sino fuera porque todavía podía verme hubiera salido corriendo de allí.
Miré hacia atrás para ver si Lena seguía allí. Para mi suerte, había desaparecido de nuevo. Volví mi vista hacia adelante y sentí como chocaba contra algo duro. De repente miles de cajas caían sobre mí para aplastarme contra el suelo.
Empecé a empujarlas en todas las direcciones, para quitármelas de encima.
-Lo siento –escuché a alguien decir mientras levantaba las cajas para ayudarme a levantar.