De la culpa al terror

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La mirada de Claire me inquietaba. Estaba segura de que sino era porque Luna la estaba sosteniendo por los brazos ella ya estaría encima mío descargando toda la furia que veía en sus ojos. Lo peor, es que yo quería que lo hiciera. En serio, quería que alguien comenzar a pegarme hasta dejarme inconsciente y no recordar nada de lo que estaba sucediendo.

Lena, sentaba a mi lado me sonreía. Me asustaban sus reacciones. Yo no era capaz de soportar mi presencia, y ella... sonreía como una desquiciada.

Aunque si habláramos de miradas, la peor de ellas era la de Luna. Sus ojos lo decían todo, había ido demasiado lejos. Ella había tratado de ayudarme en incontables ocasiones y yo había arruinado todo. Realmente debí haberla decepcionado, con creses.

-¿Alguna sabe qué hacer ahora? –habló Lena casi en un susurro. –No he oído de asesinatos en Golum desde hace siglos.

-No tengo ni idea, pero la última vez todo se salió de control. Es mejor manejar esto con cautela.

-¡Cautela! –gritó Claire. – ¡Esa chica ha matado a uno de mis súbditos!

Lena y Luna se miraron. Decidieron que lo mejor era llevarse a Claire lejos de mí, hasta que lograse tranquilizarse.

Luna abrazó con fuerza a su compañera y le susurró algo, ella pareció relajarse y ambas desaparecieron subiendo las escaleras al final del pasillo. Dejándome sola con la reina del tercer estado, sentada a mi lado, observándome.

-¿Qué tal mal te sientes? –preguntó con cautela.

Yo no pude contestar y dejé escapar algunas lágrimas para aflojar un poco el dolor.

-Yo... no lo sé. Es una sensación horrible... ¡Soy un monstruo!

-Tranquila, fue un accidente.

-No lo fue. Yo quería irme y lo hice enfadar.

Lena suspiró, sin perder la sonrisa en sus labios. Me quedé mirando sus ojos, algunas de las estrellas titilaban.

-No pienso decirte que lo que hiciste estuvo bien –siguió. –Porque no lo estuvo.

No tenía idea de porque Lena se esforzaba tanto en hacerme sentir mejor. Sin importar que diga, o que me lo diga una reina que en algún momento me dio miedo, yo no iba a sentirme mejor.

-Pero no puedes pasarte toda tu vida sintiéndote así. Y eso lo sé muy bien.

-¿Has matado a alguien? –dije levantando la vista.

-Prefiero no contestar esa pregunta –su boca se torció un poco y me guiñó un ojo, yo esperó que haya sido para demostrar que era un chiste. –Escucha. Lo que acaba de vivir dudo que en algún momento lo supere... Estoy casi segura, de que no encontrara manera de olvidarlo, sin embargo no puede pasar todo el tiempo llorando. Llorar no es una buena forma de honrar a alguien, es solo una perdida de tiempo. No es que llorando vaya a resolver algo –Tomó aire y me miró seriamente. -Pedir disculpa ayudará a disminuir su pena. Pero nunca se irá por completo, lo siento.

Me quede pensando todas sus palabras e intenté dejar de llorar. Seguía sintiendo las lágrimas amenazando en mis ojos, las contuve. La culpa no se iba a ir tan fácil, y probablemente como decía Lena, nunca se iría.

Tomé aire y volví a colocar mi cabeza entre las rodillas. Mi corazón se estaba achicando y tenía ganas de desaparecer de ese mundo y de todos los que pudiese haber.

Lena se levantó suspirando. La observé mientras se retiraba. Vi como elevaba el cadáver y se lo llevaba levitando verticalmente detrás de ella. Creando una visión un tanto nefasta y terrorífica. Cerró la puerta de la celda y escuché el ruido de sus pasos subiendo la escalera.

Al final volvía a estar sola y encerrada, como hubiese sido en un principio. Solo que le había agregado la culpa de haber matado a alguien.

Me tiré sobre el colchón húmedo y apreté mi cara contra el mismo. La puerta de la celda volvió a abrirse y levanté la vista para ver a Luna parada en la entrada.

Movió su mano como saludo, con una extraña sonrisa de lado en su rostro.

No respondí. Oculté mi rostro en el colchón. Sentí su peso al sentarse a mi lado en el colchón.

-Necesito una muestra de sangre –dijo despacio. –Espero que no te moleste.

Levanté un poco la cabeza para negar y extendí mi brazo izquierdo.

Ella sacó una jeringa de entre su ropa. Buscó mi vena y sentí un pequeño pinchazo cuando la halló. Miré sobre mi hombro el pequeño recipiente de cristal con el espeso líquido bordo, que me recordó al charco que antes cubría el suelo.

-Gracias.

Se levantó y salió de la celda. Se detuvo en la puerta y se giró para observar el escenario que me rodeaba. Tomó aire y volvió a intentar sonreírme.

-No puedo dejarte aquí –comentó apenada. -Sígueme.

Me quedé quieta en mi lugar y no me levanté. No importaba a donde quisiera llevarme la reina, no quería ir, no quería moverme de ahí. Pero Luna siguió insistiendo, me tiró fuertemente de un brazo para levantarme y llevarme escalera arriba.

Fuimos por un par de pasillos del palacio antes de llegar a donde sea que Luna me estaba llevando. Los pocos sirvientes que nos habíamos cruzado me miraban entre enojados o asustados por mi presencia allí. Bajé la cabeza, pestañando rápidamente para evitar que las lágrimas comenzaran a salir.

Llegamos a la puerta de la habitación donde me había instalado cuando solo era un huésped. Me quedé parada en la entrada mientras Luna me hacia señas para que entrase.

-Pondré guardias en la puerta para que no escapes. Es solo que no me parecía adecuada la celda... Debes estar pasando por un verdadero mal momento.

No me sentía capaz de aceptarlo, no me lo merecía. Me quedé quieta fuera del cuarto, replanteándome volver hacia mi celda.

Miré a Luna, algo en su mirada y la forma en la que hablaba me decía que había algo más detrás de todo lo que estaba haciendo. Probablemente ella también se sentía algo culpable por todo lo que había sucedido y esta era una forma de disminuirla.

Dude antes de dar e l primer paso dentro de la habitación. Supuse que no me vendría mal una ducha.

Una vez dentro, la reina cerró la puerta detrás de mí. En es momento, la habitación parecía mucho mas grande que la primera vez. Sentía la necesidad de esconderme debajo de la cama. Comencé a respirar con dificultad, así que decidí entrar al baño y comenzar a llenar la tina.

Estuve dos horas entre el agua tibia para poder aliviar un poco todo lo que sentía. Aunque sin obtener demasiados progresos.

Me coloqué la ropa interior y me envolví en una toalla para ir a buscar el vestido que había dejado extendido sobre la cama.

Al salir una ráfaga de aire frió me envolvió, dejando atrás los vapores del baño. Mi corazón pegó un saltó y casi dejó caer la toalla del susto.

Con ojos rojos e hinchados por el llano y un tambaleo extraño en su caminar, estaba Zelina. Movía un sable de una mano a la otra y no despegaba su mirada de mí.

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Fin del Mundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora