En el camino hacia donde sea que me estaban llevando nadie hablaba, ni siquiera prendieron la radio, y como después de los primeros setenta kilómetros la adrenalina del secuestro había desaparecido, mis ojos empezaron a cerrarse. Lo único que podía ver en el paisaje era como los árboles se cerraban cada vez más y se perdía la calle que ahora era de tierra.
Llegué al punto en el que no pude resistir más los ojos abiertos e intenté no dormirme. Realmente lo intente. Sin embargo no funcionó y me dormí, casi sin darme cuenta.
Recuerdo que un momento tuve unos segundos de lucidez, estaba sobre el hombro de uno de los chicos. Todos estaban caminando por el bosque, pero no sé si fue parte del sueño o de la realidad.
Ahora, eso no explica como de dormirme en un auto con secuestradores rubios, terminé en un salón llenó de... de esas criaturas.
Había desde humanos con alas, hasta mujeres con constelaciones grabadas en los ojos, todo era tan extraño. Demasiado. Intenté creer que era una fiesta de disfraces, pero el sábado pasado había visto una de esas criaturas salir volando.
Quise levantarme, pero no me anime al notar que estaba rodeada por los chicos raros. Quienes ahora que se habían sacado las gorras podía ver sus orejas puntiagudas y las chispas brillantes que volaban entre sus cabellos.
Así que me moví lentamente y me fije en todos los invitados. Iban de extraños a súper extraños. Todo lo que veía era imposible y antinatural, pero todos en el salón tenían clavada la vista en mí como si fuera una especie de fenómeno. Admito que llevaba un uniforme escolar a una especie de fiesta de gala, pero los que parecían criaturas de un cuento eran ellos, no yo.
Encontré a la chica que había causado todos estos problemas. Estaba peleando, más bien una mujer un par de años más grande que ella le gritaba mientras ella tenía la vista fija en el suelo.
-¿Por qué trajiste a un humano? –gritó furiosa.
Yo me preguntaba lo mismo...
Una mujer apareció entre las dos, queriendo detenerlas. La observé hipnotizada, unas hermosas y magnificas alas se extendían casi medio metro sobre su cabeza. Las dobles membranas en forma de X iban en un degrade azul brilloso, parecido al cielo nocturno. Me quedé fascinada, y ella se dio vuelta que la observaba. Genial, era la segunda vez en menos de una semana que me pasaba lo mismo.
La mujer alada se acercó a mí, sin mirarme, y me tendió la mano para ayudarme a levantarme. Acepte su ayuda, ¿qué más podría haber hecho?
Llevaba un hermoso vestido turquesa largo hasta las rodillas con bordados blancos y una cola de encaje. Mirándola a ella y a todos los invitados, empezaba a sentirme, en serio, fuera de lugar.
-Sígueme –me dijo en cuanto me levanté.
Su voz era seria y grave, como sonaría alguien que siempre sabe que decir y que hacer.
Sin vacilar, caminé detrás de ella hasta la puerta de madera que estaba detrás de la mesa principal. Mientras lo hacía podía sentir las miradas de todos sobre mis espaladas siguiendo mis pasos, parecían más aterrados que curiosos.
Tengo que admitirlo, el salón era precioso, con los grandes candelabros y las mesas redondas alrededor de lo que parecía una pista de baile con piso de mármol blanco. Hasta el pequeño pasillo por el que después me llevó era digno de envidiar, con las molduras y las columnatas en la pared.
-Lo lamento –dijo sin más la mujer cundo cerró la puerta del pasillo detrás de nosotras.
-¿Por qué?