Yo mantenía mis ojos abiertos con cierto asombro, la veía estirarse desde el asiento mientras se apoyaba en mi pierna con su mano izquierda. Solté la palanca del auto, me desabroche el cinturón para poder acercarme más a ella.
Iván permanecía parado en la puerta del ascensor, con sus manos cruzadas al frente.
Halé a Zoé con la intención de juntarla más a mi cuerpo.
— ¡Ay! —gritó echando su cuerpo hacia delante, provocada por que sus voluptuosas nalgas habían caído en la palanca de marcha.
Nos reímos un poco, la tomé con cuidado nuevamente, la puse sobre mis piernas a la vez que corría el asiento para atrás. Aquel iba a ser nuestro primer encuentro sexual y queríamos dejarlo todo bien atado para que la escena se desarrollara a la perfección y de una forma completamente placentera para ambos. El asiento resultaba incomodo, aun así la besé y la besé, besos tras besos. Las caricias no podían faltar, le agarré las nalgas, abrazaba su cintura; tocaba su cabello con desesperación.
Ella se movía sobre mí tratando de sentirme duro, su respiración se tornó agitada, me besaba el cuello con ansiedad, con hambre
Desde luego, las ganas de sexo nos sobraban. Nos habíamos conocido hacía ya algunos días, pero ninguno de los dos disponía de sitio para poder entregarnos al placer más puro. De modo que el morbo y el calentón fueron creciendo entre nosotros hasta alcanzar la situación actual. Sabíamos que teníamos que poner solución cuanto antes, así que por fin íbamos a culminar nuestra relación con un buen polvo que nos mostrara al natural y en estado puro.
Aunque no habíamos cruzado palabras, más que solo para asuntos legales de la empresa. Nuestros ojos ya habían pecado a la distancia, cosa que ahora en la cercanía, cerrábamos para dar paso a otros órganos.
—Salgamos de aquí—. Me dijo al oído con un agradable susurro, dulce. El calor de su aliento en mi oreja me exitó más.
La ayudé a retornar a su asiento sin querer dejar de besarla, ella también, se recostó a mi hombro mientras colaba su mano izquierda dentro de mis pantalones. Su mano fría inmediatamente se tornó cálida y agradable.
Salimos a toda marcha del parqueo. Mientras conducía trataba de no desenfocarme de la carretera, las luces de la ciudad y de los demás autos provocaban en nuestro idilio una intensidad desesperante.
—Vamos a otro lugar, por favor —me dijo sin mirarme— ¿sí?
—Si— le contesté en voz baja, tratando de ser lo más agradable posible teniendo en cuenta que las féminas suelen perder el deseo si se les trata de forma que puedan sentirse ofendidas. Hice un giro brusco para tomar un atajo a uno de los lujosos hoteles de la zona y donde ya era conocido. De hecho tenía una habitación reservada para casos de emergencia, como el que se me presentaba en este momento. Había pensado regresar a la empresa; pero no era bien visto estar con una empleada y mucho menos dentro de la misma ñia .
Pasamos por el lobby, solo atendí a saludar con un gesto al recepcionista y seguimos sin perder tiempo ni distracciones; eso podía esperar. Nosotros no.
Tomamos el ascensor hasta el octavo piso. Entramos en la habitación con unas ganas locas y colocamos el famoso cartelito en la puerta para que nadie nos molestara durante nuestra sesión de sexo desenfrenado. Nada más cerrar la puerta tras nosotros, nos abalanzamos el uno al otro y empezamos a besarnos apasionadamente. Nuestras lenguas se entrelazaban mientras nuestras manos trabajaban para quitarnos la ropa mutuamente y quedarnos literalmente en cueros. En pocos segundos nos quedamos completamente desnudos y nos arrojamos sobre la cama como si fuéramos dos animales en celo. Queríamos revolcarnos sin fin y gozar del sexo en su máxima expresión.
Continuamos tocándonos mutuamente, calentando así la situación y preparándonos para todo lo que estaba por llegar. Mi mano acariciaba su vagina húmeda y, , mientras ella me agarraba mis partes bien fuerte y me masajeaba siguiendo un ritmo perfecto. Ahora estábamos preparado para la penetración más pura y salvaje, Zoé explayo sus piernas confiadas y me permitió ver su parte húmeda en todo su esplendor. Me introduje en ella a fondo, provocando gemidos y suspiros de lo más excitantes. Estuvimos un buen tiempo en ese estado.
Sin previo aviso, se puso de espaldas y dejo ver sus pompas. Con un simple gesto, me indicó que quería que la amara en esa posición. Sentí que le provocaba sensaciones sin igual por cada lado de su cuerpo.
Finalmente no pude resistirme más, y terminé explotando de placer al correrme dentro. Gemía y suspiraba. Extasiados, nos abrazamos mientras caíamos rendidos sobre la cama. Íbamos a tomarnos un descanso para volver con fuerzas renovadas y rematar la faena como la ocasión se merecía. Lo hicimos nueva vez, siempre bajo sus demandas de mujer, pero mujer que sabe lo que quiere y va por ello. Esa es Zoé. Zoé, Zoé
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Ayla y sus 69 Enigmas
Storie d'amore¡Querido lector, detente! Este que traigo de la mano no es una novela común, ni repetidora de viejas pero respetadas formas; originales, -que lo son porque a nadie repitieron. - esta, la primera de una Saga de amores, sexo, romance, conocimiento...