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Jimin.

Ese fue el nombre que decidió usar cuando llegó al planeta que no era desconocido para él, pero sí era una nueva experiencia.

Para infiltrarse mejor, tomó la forma más parecida posible a un humano... ahora era mucho más pequeño y estaba hecho de carne y hueso. Sin embargo sus ojos, algunas hebras de su cabello y las puntas de sus extremidades conservaban una especie de escarcha dorada que sin lugar a dudas le volvía notorio. Pero no tenía idea de cómo quitárselas: era costurero, todo lo que sabía hacer era coser y cortar.

Enredando algunos hilos (invisibles para los mortales), había logrado abrir una mercería en el centro de la ciudad a la que no tardaron muchos días en llegar clientes.

Coser ropa era mucho más fácil y entretenido que coser galaxias.

Descubrió que creía conocer a los humanos debido a que había estado observándoles e influyendo en sus vidas durante milenios... pero lo cierto es que jamás se había dado la oportunidad de conversar con alguno. Podían llegar a ser mucho más interesantes de lo que alguna vez había llegado a imaginar.

Había pasado un mes y ya estaba completamente aggiornado al lugar. Sentía que podría vivir el resto de sus años entre los mortales, experimentando cosas nuevas cada día... pero lo cierto era que su estadía en la Tierra era peligrosa: con él ahí, el cosmos corría el peligro de desgarrarse. Así que, tarde o temprano, tendría que regresar. Mejor temprano que tarde.

El problema era que no tenía idea de cómo se veía su compañero, en absoluto.
¿Se habría convertido en un mortal también? Si fuera ese el caso, sabía que un instante en el universo equivalía a años en la Tierra. ¿Cuántos años habrían pasado, entonces? ¿Cómo se vería?

No fue hasta que un día, de esos de poca clientela, un peculiar cliente entró en su tienda: era alto, sus cabellos eran más negros que el vacío y su cutis parecía de porcelana. Sus ojos eran lo más semejante a la miel de abeja y su sonrisa brillaba tanto como las estrellas. Rostro simétrico, cuerpo proporcionado. Como moldeado con arcilla. Jamás había visto a un ser humano tan hermoso, jamás. Sin embargo, esas facciones se le hacían conocidas.

Se acercó al mostrador, algo dudoso.

—Disculpe —le habló, y su voz sonaba como las campanas del apocalipsis... simplemente majestuosa— ¿Por casualidad tendrá botones como estos?

Y el hombre sacó un botón amarillo y pequeño de su saco. Jimin lo tomó con cuidado para verlo más de cerca, notó como al pelinegro le llamó la atención la "escarcha" incrustada en la piel de las puntas de sus dedos... no sería el primero.

—Por supuesto, ¿es para una camisa? —preguntó el costurero, buscando en uno de los cajones detrás del mostrador.

—Sí: se me enganchó en alguna parte y perdí el botón —explicó con nerviosismo, rascándose la nuca.

Cuando Jimin encontró el botón que era idéntico, lo dejó en el mostrador junto al otro.

—¿Cuánto sería? —preguntó el precio mientras buscaba su billetera en el bolsillo trasero del pantalón.

—¿Por un botón? —preguntó risueño— Te lo puedo dar gratis.

El hombre sonrió de nuevo, y Jimin sintió que algo se removía en su interior.

—Perdone mi intromisión... ¿pero llegó aquí hace poco? —le preguntó con curiosidad— Es que no me sería difícil recordar a alguien con ojos parecidos a los míos: no sucede muy seguido.

Jimin asintió en respuesta.

—Sin embargo —dijo el costurero—, yo tengo la sensación de que sí te he visto.

El cliente sonrió.

—No es de extrañar —se encogió de hombros, para luego señalar un puesto de revistas que había en la vereda.

Entonces vió que varias tenían la misma portada. Era una foto del aparente treintañero con el texto "Jungkook: una belleza hecha a mano".

—Así que eres modelo...

Tenía sentido. Sería un delito no utilizar tal atractivo.

Se quedaron mirándose por unos segundos, en silencio. Ambos notaban que había algo más allí, pero no sabían qué. 

Entonces una mujer entró a la tienda, haciendo sonar una campana que hizo que espabilaran.

Saliendo de ese pequeño trance, Jungkook sacó de su billetera una tarjeta blanca de cartón y la arrastró en el mostrador.

—Ahí tienes mi número y mis redes sociales —le dijo, algo tímido pero decidido—. Si quieres reunirnos a hablar... llámame.

Jimin tomó la tarjeta en sus manos y asintió, para luego ver como aquel precioso y misterioso hombre tomaba el botón y se alejaba por la puerta.

«•»

No sé qué es esto que les traje... pero es algo.

Es una idea que no dejaba de aparecer en mis sueños, así que no tuve más remedio que escribirla para librarme de ella.

Espero que les guste ✨ y si es así, síganme: tengo unas cuantas historias de este bello shipp (y otros)

El Costurero [JiKook] [mini-fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora