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—¿Dices que todo el espacio es un manto con lucecitas que flota en el vacío? —preguntó Jungkook, confundido, provocando que el costurero riera ante su ocurrencia.

Habían optado por salir a tomar aire, así que allí estaban: sentados en el cordón de la vereda, envueltos en una frazada, a las cuatro de la madrugada, mirando un cielo que apenas si se distinguía por culpa de los focos de luz y el neon. Les importaba muy poco lo que podría llegar a pensar quien los viera... si es que iba a pasar alguien por ahí.

El costurero se había encargado de explicarle la mayor parte de cosas que conocía, con lujo de detalles, sintiéndose impresionado con la forma en que Jungkook se tomaba las cosas... con tanta naturalidad.

Y es que, claro: él al fin estaba obteniendo las respuestas que había esperado por años. Al fin conocía sus orígenes, el porqué de su existencia. La bruma en sus pensamientos había desaparecido, ahora todo era una llana pradera despejada. Al fin ALGO cobró sentido.

—¿Qué cosas dices? —negó entre risas— Pero si la alegoría del manto te sirve, podría decirte que todo lo que ves a tu alrededor (menos tú y yo) es el manto. No solo el cielo.

—¿Los humanos también? —concluyó asombrado.

—Principalmente —asintió—. De hecho, sé que tú no lo ves... pero yo puedo distinguir cada uno de los hilos. Estamos rodeados de ellos. Se enredan, se cruzan, se estiran... Es un tejido colosal en el que sus puntos están en constante movimiento. Crece infinitamente y a veces también se revienta, para eso existo: para crear nuevas puntadas y para volver a coser las grietas. Todo forma parte de ese mismo todo.

—Y nosotros dos somos como ácaros —bromeó Jungkook.

—Sí, podría decirse —rió.

Pero entonces Jungkook se dió cuenta de que ellos eran particulares, que no existía nadie más como ellos. Y como esos ácaros, eran insignificantes en comparación.

—Tuvo que ser muy solitario... —reflexionó, pasando a posar su cabeza en el hombro derecho de Jimin y acomodar mejor la frazada a su alrededor.

Al de mechones dorados se le dibujó una ladina sonrisa mientras asentía lentamente, con la mirada fija en las pocas estrellas que se podían apreciar. Se limitó a eso, sin decir nada.

—Todos esos miles de millones de años... —volvió a hablar el hombre, casi en un susurro— ¿Cómo hiciste para no enloquecer estando tan solo?

Jimin lo pensó por unos segundos.

—Supongo que se debió a que era lo único que conocía —dijo con calma, como si estuviese hablando solo. Entonces se abrazó a la cintura de Jungkook, siendo correspondido—. Pero después llegaron los humanos: seres sociales que se necesitaban los unos a los otros. Criaturas fascinantes que me hacían sentir celos de no poder experimentar las mismas cosas que ellas. Y en determinado momento me cansé de estar solo... y te creé.

Jungkook se lo quedó mirando por unos segundos: el costurero era mágico... en todos los sentidos de la palabra.
Cada uno de los destellos en sus facciones le atraían como un punto láser a un gato. Y, de la misma forma, sentía que jamás llegaba a alcanzarlo del todo.

—Cuando me dijiste que venías en busca de compañía... —empezó a decir Jungkook, sin poder apartar la mirada de los minúsculos flashes en el rostro de Jimin.

—Te estaba buscando a tí —le interrumpió, devolviéndole la mirada—, aunque obviamente no sabía que eras tú a quien buscaba.

—¿Me estuviste buscando por quince años?

Jimin negó al instante.

—En la Tierra el tiempo pasa mucho más rápido que allá afuera —explicó, haciendo un gesto hacia el cielo—. Para tí fueron quince años, para mí fue menos de un minuto. No lo tuve que pensar dos veces. Estuve en la Tierra solo unos meses.

—Y me encontraste hace una semana.

—Y te reconocí hace unas horas, sí —le sonrió.

El hombre estaba simplemente fascinado: ni en las películas de fantasía sucedían cosas así.
Y a una parte de él le seguía chocando el hecho de que no era humano, sino una especie de... peluche extraterrestre que cobró vida.
Y Jimin era una deidad.

—¿Y qué va a pasar ahora? —preguntó Jungkook con curiosidad, girando noventa grados hacia su izquierda para así pasar sus piernas por encima de las de Jimin.

El costurero suspiró pesadamente al hacerse conciente de que no tenía idea de que responderle.

—El plan era encontrarte y llevarte de regreso conmigo —le confesó.

—¿Era? —se extrañó. Tampoco entendía cómo Jimin podría llevárselo a las estrellas.

—Sí: era —repitió.

—¿Qué cambió?

—Me tomó demasiado tiempo, más del que pensaba. Y no contaba tampoco con que podías tener una vida resuelta, un lugar... bah, vida en general, al fin y al cabo —le dijo, subiendo el brazo (que le había posado anteriormente en la cintura) hacia los hombros—. Y, ¿sinceramente? Sería capaz de quedarme aquí: no quiero volver a mi vida solitaria... pero tengo que hacerlo.

—¿Por qué? —preguntó entristecido, rodeando sutilmente el cuello del costurero con sus brazos.

La idea de que Jimin se fuera no le disgustaba solo porque en verdad le atraía mucho y porque tenían química. Sino que no le agradaba la idea de enterarse de todas estas cosas y quedarse sin nadie a quien contarle que no lo tome por loco. Y sentía que si se iba, sería para siempre.

—Si no me voy, el universo colapsará —lo dijo más bien para convencerse a sí mismo de que era lo correcto y lo más responsable—, y si te llevo conmigo no creo que sobrevivas.

—No creo que sea la gran cosa —se encogió de hombros—. De allí vengo, ¿no?

El costurero volvió a suspirar, dejando que su cabeza colgara hacia el frente.

—Para volver, no podemos hacerlo con estos cuerpos: son demasiado pesados y son atraídos hacia el centro de la Tierra —le explicó, sin levantar la mirada.

—Pero somos livianos —argumentó.

Jimin negó lentamente.

—No lo suficiente. Y yo puedo dejar este cuerpo sin problemas, no es mi forma real, en verdad soy luz. Pero tú... —y al decirlo, por fin volvió a mirar a Jungkook a los ojos— toda tu existencia depende de tu cuerpo.

Así el pelinegro entendió: si se iba con Jimin, moriría.

—La única forma sería si te deshago —volvió a hablar el costurero con un poco de dificultad. Empezaba a angustiarse—, pero... si tomas un sweater, lo destejes por completo y con esa misma lana vuelves a repetir el tejido, ¿sigue siendo el mismo sweater?
No, no lo es: por más que se parezca, cada pieza es única e irrepetible. Siempre habrá algo distinto, algún detalle.

Y mientras Jungkook lo escuchaba, cada segundo caía más en que esa podría ser la última vez que vería al hermoso castaño.
¿Que sentido tendría entonces su existencia si no podía acompañar al costurero? ¿No había sido creado justamente para eso?

Hacía muchísimos años que no se sentía así de desamparado.

Porque lo que no recuerdas, no duele.
Pero cuando por fin lo recuerdas...

—¿Jungkook? —fue lo último que le pudo decir antes de que este rompiera en llanto y se aferrase más a su cuerpo.

—Es injusto —se quejó.

Un treintañero llorando a mares porque le tenía miedo al abandono.
Eso era lo que estaba entre los brazos de Jimin.

—Yo lo hice injusto...

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Nuevo capítulo, nuevo edit.
ya saben cómo es esto...

Síganme, por cierto.
Muy mal que lean sin seguirme, muy mal.

El Costurero [JiKook] [mini-fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora