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Jungkook ya estaba dentro de su casa, hacía rato había amanecido. El costurero lo miraba desde afuera, inclinando su peso en el marco de la puerta.

—¿En verdad no hay nada más que se pueda hacer? —volvió a preguntarle el pelinegro, negado a aceptar la realidad— Ya sé que nos conocimos hace poco... muy poquito. Pero si te vas, te voy a extrañar un montón.

El costurero negó lentamente, decaído,  cruzándose de brazos y apretando los labios.

Jungkook suspiró profundamente, saliendo las últimas pizcas de su aliento un poco entrecortadas.

—¿Cuándo te vas, Jimin? —dijo entonces apoyándose en el lado opuesto del marco de la puerta, mirándolo a los ojos, rendido.

El mayor miró hacia arriba, buscando la respuesta literalmente en el cielo.

—Al mediodía. Mi habitación cósmica se alineará con la tierra a esa hora —respondió, volviendo a mirarlo a los ojos. No tardó en notar que estos se volvían más y más cristalinos y que sus pupilas se movían más rápido.

—Es en tres horas... —hizo la cuenta mental, sintiendo como su pecho se contraía— ¿Cómo va a ser?

Una sonrisa inundada de pena se apoderó del semblante de Jimin. Con cuidado, acunó el rostro del hombre con ambas manos.

Luego de mirarlo por unos segundos, dijo:

—No quiero que me sigas, Jungkook —sin titubear y con claridad

—¿Vas a morir? —se alteró, tomando uno de los antebrazos de Jimin.

El costurero negó.

—Pero vas a ver cómo me desintegro o, bueno, cómo mi cuerpo lo hace —le explicó—. No quiero que veas eso; no me sigas.

Jungkook se quebró nuevamente, abalanzándose hacia el más bajo en un abrazo. Lo cubría por completo. Podía palpar lo frágil que era el cuerpo del costurero. Y mientras sus lágrimas caían, él intentaba consolarlo entre sus brazos.

—No tengas miedo... —le recomendó.

—No voy a dejarte solo —insistió Jungkook en llanto.

—Yo tampoco —dijo correspondiendo al abrazo—, nunca vas a estar solo: siempre te estaré cuidando. Te cuidaré como cuido a los humanos. Aunque tú no me veas, aunque no te des cuenta. Siempre puedo acompañarte desde el cosmos.

—Pero es muy lejos... —susurró en un hilo de voz.

—No tanto —rió—. Por más que no lo parezca, recuerda: el manto es uno solo —dijo con calidez en su voz, como le hablas a un niño perdido—. Todos los puntos están unidos. Aquí y en el espacio. Todo es un solo lugar.

Jungkook se apartó un poco, miró hacia arriba y tomó aire.

—Aquí y en el espacio —asintió y repitió, reincorporándose.

—Siempre —sonrió dulcemente el costurero.

Antes de irse, se encargó de besar los labios de Jungkook por última vez, los cuales lo recibieron con desespero. Eran tibios, pero no podía evitar sentir en ellos ese frío tan particular de la pérdida. Fue un beso salado en el que probó las lágrimas del hombre.

Mientras tanto, podía escuchar el tronar del universo al romperse. Beso apocalíptico.

Si era evidente que Jungkook sufría, el costurero sufría el doble. Ni siquiera podía disfrutar de ese último roce sin sentir el peso de su deber.

Cuando se separaron, Jimin le dió una rápida mirada al rostro de Jungkook.

—Adios —susurró contra sus labios.

El Costurero [JiKook] [mini-fic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora