—¿Diga? —escuchó que le atendieron desde el otro lado de la línea.
Sí, definitivamente había decidido llamarle.
No sabía por qué, pero había algo en su interior que se lo pedía a gritos.Estaba en una pequeña habitación que se había montado en el depósito de la tienda. Solo tenía un colchón en el suelo, una lámpara portátil a un lado y un cable para conectar el teléfono. Lo demás eran cajas y bolsas llenas de telas, hilos y otros productos.
Y no necesitaba nada más para subsistir: era una deidad, apenas si necesitaba dormir.
—Hola, ¿habla Jungkook? —preguntó sentado en el colchón mientras que su pierna derecha se sacudía con cierto nerviosismo, que no sabía de dónde venía. Sostenía la tarjeta entre sus dedos.
—Habitualmente digo que el número es equivocado, cuando me llaman desde un teléfono fijo —se escuchaba seguro y alegre—. Pero reconozco tu voz, se quién eres... así por supuesto que sí: habla Jungkook.
El costurero jamás había sentido a su corazón acelerarse. Y menos por pequeñeces como estas... Tal vez porque nunca tuvo latidos, pero ahora su apariencia mortal le jugaba una mala pasada.
—Sinceramente, me quedé con las ganas de hablar más contigo —confesó dejándose caer hacia atrás, su cuerpo rebotó un poco por los resortes—, ¿te parece si nos juntamos como dijiste?
—¡Por supuesto! —respondió Jungkook al instante— Yo también me quedé con la sensación de que nos habían quedado cosas pendientes de las que hablar... ¿es eso extraño?
Sí. Era muy extraño: se suponía que no se conocían de nada.
—No lo creo... es mutuo. Y si es mutuo puede que sea más común de lo que pensamos —habló mientras inspeccionaba los brillos dorados en las puntas de sus dedos, aún no se acostumbraba a eso.
Así fue que quedaron de verse a las seis, cuando tocaba cerrar la mercería.
El costurero, ahora conocido como Jimin, empezaba a perder las esperanzas. Tal vez, tendría que volver solo al espacio exterior. Escuchaba en el interior de su cabeza la forma en la que el universo se rasgaba lentamente... como se soltaban las puntadas, y él sin poder hacer nada. No podía quedarse en el planeta Tierra mucho tiempo más.
Sin embargo, algo cegado por la decepción que esto le provocaba, decidió ir con la corriente. Y si esta era una oportunidad para vivenciar la humanidad que tanto había observado por siglos, lo haría. Por más que volviera con las manos vacías.
Fue por eso que a las seis de la tarde, cuando dió vuelta el cartel para cerrar la tienda, se sonrió al encontrarse con cierto pelinegro esperándole en la vereda.
—Eso es ser puntual —dijo saliendo del local.
—¿Cómo no iba a serlo?
Caminaron entonces por las veredas del centro de la ciudad. Era otoño en nuestro planeta y todo parecía estar teñido de caoba. Atardecía bastante temprano, a eso de las siete.
Les impresionó la forma en la que llegaron a congeniar. El de mechas doradas se había dado cuenta además de que nunca le había dicho su nombre a Jungkook... de seguro por falta de costumbre.
Y luego de hablar por un rato, llegaron a la rambla. La calle estaba bastante alta en comparación al nivel del mar, generando una especie de risco. Se sentaron entonces en el murito, los autos pasaban con velocidad a sus espaldas y las olas rompían con furia delante de ellos.
—¿Tú cómo llegaste aquí? —le preguntó Jungkook con la vista fija al frente, admirando el distante horizonte. Se le veía un poco nostálgico, incluso.
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El Costurero [JiKook] [mini-fic]
FanfictionEl universo existe gracias a que un costurero cósmico (Jimin) lo mantiene unido. Pero un día, aburrido y en soledad, decide coser algo más que galaxias: un acompañante.