—SUGA—
La venganza es dulce.
Eso es lo que dicen de todos modos. No fue hasta que salí de los escombros sacando pedazos de vidrio de mi piel, que me di cuenta de cuan cierto es ese dicho.
Podía prácticamente saborear la venganza en mi lengua. Estaba salivando de anticipación ante el momento en que sería capaz de desenrollar un cinturón de mi brazo y envolverlo alrededor del puto cuello del Gobernador por haberla cagado.
Habían pasado sólo unos cuantos minutos desde que maté a un hombre.
Pero había pasado mucho tiempo desde que me habían quitado el placer de ello.
Adrenalina como nunca antes la había sentido, en una cantidad suficiente como para despertar a un cadáver corría por mis venas.
Estaba en lo alto de ella.
Me alimentaba de ella.
Era como si empujara mi nariz dentro de un tazón de coca e inhalara una y otra vez hasta sentirme como si fuera invencible.
Un puto Dios.
Y hasta que no arreglara el puto desastre que había hecho, no planeaba detenerme. Sentí lastima por cada hijo de puta que tuvo los huevos suficientemente grandes como para meterse en mi puto camino.
Ese fue el momento en el que lo había oído por primera vez.
Él.
JHope.
Era tiempo de enseñarles a esos lambe-pitos que habían jodido con el chico equivocado del puto remolque equivocado. La voz de JHope era tan clara en mi cabeza como si él estuviera a un lado mí.
Iba jodidamente a enloquecer.
Para el momento en que me arrastré fuera del bosque y hacía mi camino hacia la casa, R.M estaba apenas bajando de su moto. Cuando me vio arrojó su cigarro al suelo. Él caminaba directamente hacia mí con fuertes, enojados pasos. Su frente arrugada con líneas y los puños apretados. El seco pasto crujió bajo sus pesados pasos.
– Escucha, hijo de perra, no quería llegar a los golpes, pero la puta manera en que manejaste esa mierda no estuvo jodidamente bien. Él se merece más que eso, más que esto, más que ser engaña… – R.M se detuvo cuando vio la mugre y la sangre que me cubría. – ¿Qué carajo te pasó?
Pasé de largo junto a él, ignorando su pregunta, corriendo directo a la casa, tomando tres escalones a la vez. Abrí la puerta de la entrada tan fuerte que los tornillos de las bisagras salieron disparados hacia el suelo.
– ¡Cachorrito! – Llamé. Una pequeña parte de mí sostenía la esperanza de que de alguna forma él hubiera encontrado la manera de quedarse. Pero al segundo que entré a la casa no tuve que buscar en cada habitación para saber que él se había ido. Sentí el vacío. – ¡Carajo! – rugí, recogiendo una de las sillas de la cocina. La arrojé a través del cuarto, donde saltó sobre la mesa de café de cristal, rompiéndola en el centro, perforando un agujero del tamaño de una pelota de basquetbol en los paneles de yeso fino, mientras llegaba estrellándose para detenerse.
R.M me siguió dentro de la casa.
– ¿Vas a decirme qué te sucedió o vas a tirar la puta casa un poco más? – pasé de él en mi camino hacia el garaje. Necesitaba mi moto y algunas provisiones.
El tipo de provisión que requiere balas.
– Nada que una bolsa de mierda no pueda arreglar.
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02. EL TIRANO ||YOONMIN||
RomanceRecuerdo. Todo. Sólo que ahora deseo no hacerlo. Cuando la neblina es succionada de mi mente como humo a través del vacío, la verdad que ha estado más allá de mi alcance por meses, por fin se revela por sí sola. Pero el alivio que pensé que sentiría...