Meses después
—— Tengo hambre —— protesta la pequeña Ana con una enorme barriga que parece ser más grande que ella misma. —— quiero pescado.
——Mmmm—— murmuró su esposo casi dormido.
—— Tengo antojos —— golpea el brazo de su esposo.
Octavio gruñe pues al mirar el reloj eran las 3:47 de la mañana, pero igual se levanta. Ya se había acostumbrado a los raros antojos de su esposa.
—— ¿Que deseas? —— le pregunta con sus ojos aun cerrados.
—— Pescado frito y un helado de fresa. ——dijo mientras se lamia los labios.
——¡¿Qué?! —— grita sorprendió por su raro pedido.
—— ¿Dónde consigo pescado?
——Si no quieres que tus hijos tengas cara de pescado, tendrás que encontrarlo —— salió de la cama llendo a la sala para ver un poco de televisión. —— Te espero.
Octavio la miro irse, pero sabía que se dormiría al instante de tocar el sofá pero por si las dudas se vistió para buscar un lugar donde vendieran pescado.
Desde que supieron que hiban a tener mellizos, Octavio se volvió el doble de protector con su esposa y le cumplía todos sus caprichos por más raros que fueran.
Por otro lado Ana se sintió dichosa por tener « 2 al precio 1» , fueron sus palabras exactas y le dio un plus por ser el centro de atención de todos, sobretodo de su esposo.
«Que lo hacía sufrir un poco, bueno mucho.»