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¿Quien podía saber que ese día sería el último que te vería?

Yo no lo sabía. Si lo hubiera hecho, habría impedido que fueras a esa expedición, aun si eso me costaba algún resentimiento de tu parte por no confiar en tus habilidades.

Seguramente tu rechazo me dolería, pero si eso significaba que seguirías con vida, créeme, lo habría soportado.

Día de la expedición

Deseaba poder detener el tiempo, así podría seguir viendo lo tranquila que te veías durmiendo. Desperté temprano ese día, como era mi costumbre. Al abrir mis ojos me encontré con la imagen que hacia latir mi corazón siempre tan rápido, verte durmiendo aferrada a mí y sin soltarme por cualquier motivo, me daba felicidad y fuerzas para enfrentar el día que comenzaba. Necesitaba tener fuerzas específicamente ese día.

Con cada ligero movimiento que hacia, o que amenazara tu postura tan cómoda, provocaba que tus brazos se adaptaran a mi cuerpo y no se rompiera el abrazo con el cual me tenías prisionero. No niego que llegaba a ser molesto y sofocante, pero me resultaba difícil apartarte sabiendo que si desperdiciaba las mañanas como esas, tal vez no volverías a despertar a mi lado. No quería arrepentirme de eso, así que controlando mi necesidad de apartarme, te dejaba estar abrazada a mí por el tiempo que quisieras, o hasta que mi límite llegará y te hiciera despertar para que fueras tu quien me soltara.

Esa mañana, teniendo en cuenta el día que era, decidí no dejar que mis impulsos ganaran. Permití tenerte cerca, abrazada a mí y durmiendo el tiempo que quisieras.

Se que hice la promesa de confiar en tí, pero mi intuición no dejaba de insistirme que no te dejara ir.

No hice caso.

Acaricie tu rostro con suavidad, procurando no despertarte, pasaba las yemas de mis dedos por tus mejillas y labios, percibiendo el calor de tu cuerpo, así como la suavidad de tu piel y el ligero color rojizo de tus labios.

No haber caído enamorado de tí, probablemente hubiera sido uno más de los muchos errores en mi vida.

Me alegraba tenerte a mi lado. Era feliz, y eso me asustaba.

Era tan desconocido ese sentimiento para mí, que no saber controlarlo o que en un momento desapareciera me aterraba. Porque sabía que cualquier persona que yo amará o me importara, era incapaz de protegerlo.

Tal vez por eso esta vez quería ser capaz de proteger a esa persona importante para mí, dando mi vida si era necesario para salvarla. A tí más que nadie quería protegerte. Poder pasar mi vida a tu lado, por más corta o larga que fuera. Quería ser feliz por lo menos una vez.

Desafortunadamente despertaste, tuve que retraer mi mano hacia mi cuerpo y dejar de acariciarte al verte abrir lentamente los ojos. No quería demostrar lo inseguro que estaba por mi decisión de la noche anterior, así que dibuje la misma expresión sería en mi rostro, ocultando mis verdaderas emociones, pero me cuestionaba que tan bien funcionaria contra alguien que podía ver más allá de esa máscara.

—Buenos días Levi —me saludaste con tu primera sonrisa del día, acomodandote en la cama y alejando tus brazos de mi cuerpo—. ¿Llevas mucho despierto?

—Solo un poco —mentí, actuando de la forma más creíble

—Deberíamos apurarnos, hay que alistarnos para la expedición

Algo se removió inconforme en mí.

Saber que el momento en el que compartía mi cama contigo terminaría me molestaba. Tuve que seguir disimulando y darte la razón.

𝓛𝓸𝓼𝓮 𝔂𝓸𝓾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora