𝟔

129 15 0
                                    

Lo que estaba pasando era demasiado para mí. No tenía idea de que hacer. Me sentía congelado en el mismo lugar donde aparecí. Intentar mover mi mano, un dedo por lo menos, resultaba imposible.

Ni siquiera frente a los titanes sentí una sensación igual. Ni siquiera ante ellos sentía miedo como ahora.

El sol apenas parecía estar saliendo, los primeros rayos de luz invadieron nuestro cuarto. Unos cuantos iluminaron tu rostro de la manera más radiante y especial que jamás ví. En esos momentos no podía darle el crédito que se merecía esa escena frente a mis ojos.

Seguía sin entender si todo lo que había pasado era producto de mi mente. Un sueño. Una alucinación. Quizá me estaba volviendo loco.

Pero ¿Era posible? ¿Una pesadilla dentro de otra? Jamás lo experimente antes. Pensé en ir a consultar esto con Hange, aunque deseche esa idea casi al instante. Si me estaba volviendo loco entonces preferiría que nadie se enterará.

Coloqué mis pies sobre el suelo y, tras un esfuerzo inimaginable, logré ponerme de pie. Sentí como me costaba mantener el equilibrio, la habitación parecía dar vueltas. Así que haciendo un esfuerzo más tomé mi ropa y me puse el uniforme completo.

Aprovecharía que tu seguías durmiendo, y no parecía que despertarás pronto, para poder salir de ese lugar que lentamente me asfixiaba. La molestia no tardo en tomar presencia, pues el único lugar donde siempre sentía paz y tranquilidad ahora me ahogaba y hacía sentir perdido.

En cuanto salí al pasillo un silencio sepulcral me envolvió. La soledad me acompañaba en cada paso y solo se escuchaban mis pisadas sobre la madera que crujía. Era extraño que el cuartel estuviera sumergido en ese silencio. Me preguntaba si esto no era producto de mi imaginación también, esperaba que en cualquier segundo los titanes aparecieran derrumbando las paredes o el techo.

Llegando al patio caminé bajo los primeros destellos de luz, sintiendo la brisa matutina que refrescaba la mañana y movía las hojas de los árboles. En cuanto el bosque donde se realizaban los entrenamientos apareció frente a mí sujeté los controles del equipo y enganché los dos cables en los árboles cercanos. La brisa se volvió más fuerte, dejando de ser sutil y volviéndose un choque por ir tan rápido en el aire. A unos metros más encontraría la muralla, el único lugar en el que esperaba poder pensar, gritar si se me antojaba, y nadie se daría cuenta o vendría a ver que sucedía.

Al llegar subí hasta la cima y una vez arriba volví a guardar los controles a los costados de mi cuerpo. La vista proporcionaba tranquilidad para cualquiera que la contemplará, podía incluirme algunas veces en eso. Solamente si logras olvidar por un tiempo que te encontrabas admirando la vista desde lo más alto de una cárcel que te mantenía preso, era que el paisaje frente a tus ojos ganaba esa apreciación tan merecida.

Acercándome a la orilla, con solo una distancia de dos pasos más, veía como el sol ascendía lentamente. Si pudiera olvidar por un segundo todo lo que he vivido esa imagen me resultaría lo más asombroso en mi vida y trataría de plasmarla con el detalle exacto en un dibujo. Automáticamente recordé el paisaje igual de fascinante que dormía a un lado mío y me recibía cuando abría los ojos por la mañana.

Poco a poco la tranquilidad se volvió desesperación. Los colores vivos cambiaron a grises. La brisa suave parecía un tornado.

Mi mente regresaba a ser un caos de pensamientos y un dolor insoportable recorría mi cabeza.

¿Esto era estar loco acaso? ¿Así es como se sentía perder la razón?

Los fantasmas de decenas de vidas que pude haber salvado me rodearon sobre la muralla. Casi reía por lo maldito que podía ser el destino conmigo. Provocando ahora, además de todo lo que ha ocurrido en mi vida, que perdiera la cabeza.

𝓛𝓸𝓼𝓮 𝔂𝓸𝓾Donde viven las historias. Descúbrelo ahora