Capítulo 3.

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Tyler Kerlsonn.

-¿¡Qué mierda estabas haciendo, eh!?-gritó mi padre-. Enamorándote de un Alfa. ¿¡Estás loco, eh!?-arrojó una carpeta negra al suelo, haciendo que el contenido se vaciaria y dejara ver las fotos de aquel Alfa que me atraía.
Fruncí el ceño, mirándolas sereno y con una mirada fulminante, fría.
-¿¡Crees que tienes tiempo para tus estúpidos juegos de acosar a Alfas de tu gusto!?-continuó, sentado en aquella silla que lo veía potente.
Pero no ante mí.
-¡Respóndeme! ¿¡En qué mierda pensabas!?
-Me gusta-dirigí, seguro de mis palabras.
-¿"Me gusta"? ¡Esa mierda llevo escuchándola desde que naciste!-un fuerte golpe sordo se escuchó, prueba de su enojo al golpear su escritorio con su puño.
Tranquilo, pensé. Paciencia.
-Tu madre y yo te hemos llevado con miles de doctores y psicólogos. Ninguno funcionó-suspiró, posando sus manos, llenas de anillos, encima de su rostro, facilitando el entendimiento en su reacción.
Estaba furioso y estresado.
-¿De qué mierda sirvió que te criáramos como un Alfa si ibas a tener este defecto? Que te gusten los Alfas, que son de tu misma especie..., es inaceptable.
Calma.
Cálmate.
Por favor.
Apreté mis puños, parado frente a él.
-Eso no es asunto tuyo-respondí, mirándolo desafiante.
Nadie me intimidaba.
-Mocoso engreído. ¿¡Qué te da derecho a hablarle así a tu padre!?-gritó.
-El derecho de tener libre albedrío, padre-agarré el cigarro que tenía en su escritorio, y prendido, lo usé y fumé-. Me gustan los Alfas. Quiero hacer mío a ese Alfa, ¿entiendes?-soplé el humo que se creaba en mi boca por el cigarro.
-¡No te crié para que...!
-Si tanto te molesta eso...-volví a soltar el humo-, entonces déjame vivir mi vida como me plazca, padre.
Él gruñó.
Sonreí perversamente.
-Y esto también va para mamá-volteé a ver la cámara con micrófono que estaba en la esquina-. Agradezco que hayan cuidado de mí, pero es hora de que me dejen ir.
-¿Qué quieres dec...?
-Quiero decir que...-apagué el cigarro, pisándolo. Los miré furioso-esta será la última vez que nos veamos. No me hablen, no me lleven más de esas perras Omegas, porque para entonces...-sonreí-, ya habré tenido a ese Alfa en mi cama gimiendo mi nombre.
-No tienes vergüenza-dijo mi padre, parándome a tan solo a un ápice de distancia de la puerta, listo para irme.
Lo miré, estando de espaldas.
-¿Debería?-reí-. No les gustó mi yo verdadero. No me aceptaron como realmente era, entonces, ¿debería de avergonzarme?
-Tsk.
-Eso pensé-dije, y miré fijamente la cámara-. Madre, espero y hayas escuchado bien. Ese Alfa tendrá mi marca. Y no los quiero ni cerca de él ni de mí-azoté fuertemente la puerta.
Me valía una mierda si no consideraban mis sentimientos, si no les gustaba cómo era.
Iba a vivir mi vida como quería.
Soy un Alfa diferente solo porque me gustan los Alfas, ¿y qué?
-Mierda-susurré, y me paré justo frente a un estanque de patos. Los miré-. Mierda.
¿No fuí el Alfa que esperaban?
¿¡No hice las cosas lo suficientemente bien para que me aceptaran!?
Intenté esconder ese pequeño secreto que tenía en lo profundo de mi corazón para los demás.
Entonces..., ¿por qué?
¿Por qué, maldita sea?
-Ah-suspiré, apoyándome en las vallas-. Ah.
Justo cuando estaba furioso, con las ansias de querer golpear a alguien, sentí una presencia familiar pasar por detrás.
Una fragancia tan fresca y tranquilizadora.
Era como si el revoloteo de un pájaro blanco hubiera dejado tras de sí una brisa tan apasionada y triste.
Era como si...
Como si fuera...
La presencia de un amor de Alfa.
Era él, ¿no?
Volteé, encontrándomelo a su paso. Tenía una mano en su oreja y estaba atento a cualquier cosa que sucediera a su alrededor.
Me escondí detrás de un árbol antes de que me viera.
¿Y qué le iba a decir después de lo que pasó ayer? ¿Cuál sería su reacción?
Suspiré, viendo cómo se iba.
Entonces ví la hora y me percaté de que era la hora de su jornada.
Lo sé. Lo sé.
Solo llevo acosándolo unas semanas.
No es mucho, ¿verdad?
Su trabajo era simple: solo trabajaba en una cafetería abarrotada de gente de vez en cuando.
No era como el mío, que era dueño de una empresa en donde tenía que estar firmando y firmando papeles estúpidos.
Ni siquiera me importa demasiado.
Después de unas horas, volví a mirar el reloj y me percaté de que ya era la hora de su salida.
Quería hablar con él. Decirle lo que siento, aunque eso implicara rechazarme.
Agarré una bocanada de aire y marché directo hacia él.
Aquí vamos.
Tenía unos pantalones pisados, una camisa verde sencilla. Se dejaba ver desgarbado.
Me miró.
Sí..., con aquellos ojos que me atizaban.
Se detuvo.
Nos miramos y...
Y...
-¿Eh? ¿Otra vez tú?-rio-. ¿Qué quieres? ¿Vienes a buscar pelea por lo de ayer? Estoy libre.
Jodida sonrisa.
-No, yo...-¿le diré? ¿Debería?-. Quiero...decirte algo.
-¿Qué es?
Preparé mi voz.
Y mi corazón.
¿Qué haré si me rechaza?
No importa.
Pase lo que pase...lo seguiré a todas partes.
-Mira, no tengo tiempo para tus estupideces, así que, si vas a hablar, hazlo ya o...
-Me gustas-dije, mirándolo fijamente.
Intensamente.
-¿Qué?-nuestros rostros eran serios. No había expresión alguna, pero entonces, pude notar un cambio en él semejante al mío.
¿Una...sonrisa?
¿Se estaba burlando?
¿Qué era gracioso?
Aunque admitía que su risa era preciosa. Me fascinaba.
-¿De qué te ríes?-mencioné.
-E...espera-la risa era inmensa que apenas podía respirar bien-. Ah, ah. De verdad-rio-. ¿Hablas de verdad...o es una broma de tu agrado?
-No. No es broma. Me gustas, de verdad-espeté.
-Oye, en serio-sonrió-. Déjate de tus bromas. De verdad.
-¡Me gustas!-grité, y fue entonces cuando su risa paró y se puso sereno.
-¿Hablas en serio?-su mirada era feroz, como si hubiera hecho algo de lo peor que hizo que se saliera de sus cabales.
-Sí.
Suspiró.
-No digas mierdas. Es imposible que te guste.
-Pero lo es.
-Es imposible que un Alfa se enamore de otro. Imposible.
-Pero lo estoy-marqué, tan serio que hasta ni yo me lo creía-. De verdad...lo estoy.
-No me jodas. Me da asco el solo pensar salir con otro hombre, y más si es Alfa, de mi misma especie-se puso de espaldas.
-¿Qué?
-Dije que te vayas a la mierda. Ni siquiera pienses en que te aceptaré. Los tipos como tú me dan asco.
-¿Eso...es un rechazo?
-Por supuesto. Déjame decirte algo-se volteó y me miró fijamente y, agarrando el cuello de mi blusa, dijo-: solo me interesan las mujeres, no los hombres. Me dan asco. Así que te pido que me olvides. Si volvemos a encontrarnos será para pelear, ¿entiendes?
Quité fuertemente sus manos de mi blusa.
-De acuerdo-dije-. Una pelea, entonces-lo miré furioso y adolorido.
-Ah-sonrió-. Nos vemos, fenómeno.
Sonreí.
Si de esta manera no funcionó, entonces tendré que hacerlo de otra manera.
Y a la fuerza.
Serás mío.
Mío.

El amor de un Alfa.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora