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—¡M-Mi estómago!

—¡Okita... —respira—. En verdad me haces reír!

Dejan el cuerpo caer atrás sin detenerse, la risa no tarda en contagiar al joven Sano junto al comandante.

No sé cómo actuar.

—Entiendo que no te agrade Okita... Sin embargo, haz llegado demasiado lejos —golpea su mano contra la pierna una tras otra vez.

Un par de lágrimas se asoman de la emoción, los hombros subiendo y bajando, inevitables jadeos, rostros enrojecidos, músculos relajados.

—Eres sorprendente Toshi... —agrega retirando una lágrima palmeando su espalda en reconocimiento.

Equilibra su cuerpo—Kondo-san —gira conmocionado por la reacción del hombre.

Enseña una sonrisa invadida de burla.

Tiembla su ceja—Será mejor olvidar este episodio —determina tomando los palillos luchando por no descontrolarse.

La vergüenza brilla en su rostro con gran magnítud. Las risas de los presentes no les agradaba en lo absoluto, iniciaba emanar una aura amenazante que provocaba la disminución del ruido.

Okita en cambio posaba la vista a mi dirección dedicando una sonrisa, bajo la mirada a mi regazo.

—¡Hey! ¡Eso es mío Shinpachi!

Suelta una carcajada—Demasiado lento, no lo necesitas como yo.

—¿Ocurre algo Hinata? —se acerca Sano.

—N-No —encaro y tomo los palillos observando la comida.

No tenía hambre.
.
.
Muevo la cabeza de un lado a otro, reviso las hierbas plantadas del jardín. Hay una gran variedad de especies distintas que solo nacen de forma propia en la región.

Acaricio la corteza del árbol a mi izquierda, el tronco es estrecho, pero es fuerte junto sus ramas, las raíces compenetran profundamente en la tierra.

«Es resistente»concluyo admirando las hojas verdes.

Alzo la cabeza sobre mi hombro, he notado una presencia en la espalda.

Percato un par de katanas en costado derecho.

«Hermoso»el menuki destaca contrastando la saya.

—Hinata-kun, Hijikata-san ha pedido hablar contigo. Sígueme —anuncia rotando en sus talones sin esperar respuesta.

Sus pasos me devuelven a la realidad como la perdida visible del objeto.

—S-Si —apresuro los pasos.

El comandante como el capitán en silencio permanecen sentados adelante de mi.

Es inquietante e incómodo.

Exhala—Hinata-kun —tose unos segundos cubriendo la boca con el puño—. Después de debatirlo en la mañana, hemos decidido formular tu solicitud de manera formal al Shisengumi.

«En verdad»las palabras no recorren por mi garganta.

—No obstante, antes de ello, es necesario que seas consciente lo que implica ser parte de nosotros —desliza un pergamino perfectamente enrollado y atado.

Lo tomo preguntandome cuál será su contenido.

—Son las normas que rigen al Shisengumi —explica Kondo.

—La infracción de cualquiera de ellas, tiene como castigo el seppuku —clarifica Hijikata seriamente después.

«Suicidio»aprieto los labios.

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