Nuestras miradas estaban completamente pegadas. Podría decir que transmitían algo malo, a lo mejor pensaba que yo era una acosadora que se le estaba quedando mirando (que lo estaba haciendo), pero pareció todo lo contrario cuando entre la muchedumbre, la música, las luces de discoteca y las copas en manos de desconocidos, él se acercó. Su mirada dejó de transmitir curiosidad, ahora solamente veía interés y unas pupilas que, bajo la oscuridad del lugar, se podían notar dilatadas.
—¿Nos conocemos? —Su acento hace que se me erice la piel, aun así noto la sonrisa que ilumina mi rostro cuando me doy cuenta de que no se centra en ninguna otra persona más, solo en mí.
—Pues...—Noto mi voz temblar, pero lo dejo pasar,-- Según tengo entendido, no nos conocemos de nada pero es buen momento para presentarse.
Ahora es él quien me regala la sonrisa más perfecta que he visto nunca. Unos pequeños hoyuelos se iluminan en su rostro y ladea ligeramente la cabeza.
—Soy Jan, —extiende su mano, con delicadeza, para que pueda estrechar la mía,— el gusto es mío.
Mi risa nerviosa se acentúa y no puedo evitar soltarla en cuanto estrecho nuestras manos. La de él es tan suave que me mantengo así durante unos segundos.
—Yo soy Kenya, y si en algún momento no me entiendes, es por mi pésimo nivel de inglés.—Intento bromear, cuando creo que la misión está fallida y suelto su mano dispuesta a soltar una bomba de humo y huir, él ríe.
Nos gusta su risa, Kenya.
—No te preocupes, el mío también es horrible. Hablo poco inglés, como entenderás, soy más de hablar con amigos y familiar en neerlandés.
—Pues, yo solo hablo español e inglés, o si a esto se le puede considerar inglés... Ni siquiera me atreví con el francés, así que ni te cuento con tu idioma...
—Tranquila, —da algún que otro paso más hacia mí hasta el punto de estar frente a frente, la distancia brilla por su ausencia y siento mi respiración cada vez más pesada— yo puedo enseñarte eso, y varias cosas más.
Sí a todo.
Dios, cállate.
Somos la misma persona.
He ahí mi pena de no poder molerte a golpes.
—Pues, si da tiempo y no te molesta, no me vendría mal alguna clase.
—Me gusta que no especifiques de qué puede ser, pero, si me permites, la primera regla de nuestro colegio exclusivo será que no hayan planes ni horarios.
Frunzo el ceño.
Sí que va rápido...
—¿Perdón?
—Oh, o sea, no me malinterpretes, primero de nada quiero conocerte, pero odio que todo tenga que estar planeado o asegurado para un momento cuando pueden pasar tantas cosas en apenas segundos. Así que, Kenya, en el momento que tenga que darte esas clases, —Me ha gustado ese tonito de voz.— la primera regla será esa. La segunda será que en el momento en el que aprendas un poco, ya intentarás hablarlo y yo siempre te hablaré así.
—¿Y la tercera?
Bebe de su copa, aunque con dificultad por la sonrisa de oreja a oreja que tiene.
—¿Crees que hay una tercera?
—Siempre hay tres o más reglas.
—Si te la digo ahora vas a extrañarte.
Kenya, todavía tienes la opción de huir.
—Suéltalo, y ahí yo veo si quiero esas clases, conocerte un poco más, que tampoco te hagas ilusiones, o huir de aquí y llamar a la policía.
Da un paso más hacia mí y yo me mantengo quieta en mi sitio. Todo hay que decirlo, no pierdo en ningún momento mi aura divertida.
—La última regla es que siempre que mires las estrellas dibujes constelaciones.
—¿Qué?
—Dibuja constelaciones hasta que las estrellas colapsen. Hasta que estén tan llenas que caigan y terminen explotando.
¿Venden droga por aquí cerca o me está vacilando?
—Yo... Jan, no termino de entenderte...
Choca su vaso con el mío y sujeta mi mano despacio besando así mis nudillos.
—Un placer conocerte, Kenya. Tu amigo tiene mi número y el de mis amigos. —Señala con la cabeza un momento a Yael, repartiendo bebidas y riendo, como de costumbre, con los demás.
Dicho esto, se adelanta a irse y yo giro sobre mis pies para encaminarme hacia Thelma, quien me mira con incredulidad esperando a que le cuente todo, pero antes de que pueda dar un paso, él me llama.
—¡Kenya!
Me giro y le observo, esperando su continuación.— Dime.
—Recuérdalo, cuando las estrellas colapsen.
¡Hola! Me presento, soy Irene y este es un libro categorizado como romance y novela juvenil que va a intentar hacerte reír, suspirar y temblar (no especificaré en qué sentido) en todo momento.
Este es solo el prólogo, así que si te gustó, te invito a votar y comentar. Nunca está de más demostrar tu apoyo y cariño. ;)
Un besazo.
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Cuando las estrellas colapsen
RomanceKenya y su vida monótona. Ella, cansada de estar siempre en su zona de confort, quiere salir a descubrir mundo con sus amigos en un Interrail que les va a cambiar las vidas y la forma de verlas. Jan y su vida alborotada. Él, encantado de la forma qu...