Capítulo cuatro

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Kenya.

Termino mi trabajo antes de tiempo, por lo que, después de revisar la hora y los pocos clientes que quedan, decido salir un momento para tomar algo rápido antes de que venga mi jefe.

Sí, le tengo miedo, mucho miedo, creo que es de las pocas personas a las que no puedo mantener la vista clavada en la suya porque tiene unos aires tan intimidantes que siempre me hace temblar, y no precisamente de algo bueno.

Es que, si al menos él dejara hablar o respetara las opiniones o decisiones de los demás... ¡Pero  ni siquiera eso! Llevo pocos días y ya quiero irme de aquí. Sé que no me pagará porque ni siquiera llevo un mes, de todos modos debería tener en cuenta que gracias a mí cada vez tiene a más gente viniendo y no es por nada, pero soy muchísimo más amable que los amargados y las amargadas que están aquí. A ellos tampoco les culpo, la verdad, yo me quedo un poco más aquí y creo que estaría peor que ellos.

Mi pulso tiembla en lo que acabo el café helado e intento formar una conversación madura y correcta en lo que la gente termina de salir del pequeño negocio.

"Vamos, Kenya, es tu momento."

Intento convencerme pero ya sé que los gritos de su parte serán tales como para que salga corriendo y huya fuera del país. Me da miedo, sinceramente me da mucho miedo y no quiero ponerme a llorar como siempre hago cuando alguien me eleva la voz.

No hace falta que te rías de mí, odio los gritos, ¿vale? No me gusta hacer las cosas mal y por eso soy tan sensible.

En fin, no sé cómo pero termino caminando con decisión hacia dentro de la tienda tirando, por el camino, el envase de plástico no reutilizable que me dieron con el café. 

Mi jefe está frente a mí contando el dinero de la caja. Tiene aires de felicidad, sorprendentemente, y su mirada se llena cuando alza la vista par verme.

—¡Kenya! ¡Por fin después de tanto grito te has puesto las pilas! 

Será cabrón...

—Eh...—finjo una sonrisa,— Supongo que aumentamos ventas o algo parecido para que esté así de contento, ¿no?

"Por favor que no sea así, por favor que no sea así, por favor que..."

—¡SÍ, ESO ES! ¡Y sorprendentemente ha sido gracias a ti! ¿Desde cuándo trabajas de esta forma?

—Llevo dos semanas aquí y no me dejaste demostrar nada más que...—me interrumpe como si no le importara lo más mínimo.

—¡Cómo sea! Te subiré el sueldo ya, ahora mismo, te daré el dinero que debo pagarte este mes y cuando finalice este mismo, te daré dinero de nuevo. ¡Seré rico!

Sus gritos aumentan cuando ve en las estanterías y alrededor todo lo que vendimos. Mis compañeros me miran sin entender nada pero yo solo sigo mirándole. A él y a todo el dinero que tengo en la mano.

¿Qué clase de sustancias se toma este hombre? Debería compartir un poco...

—¿Te ha pagado ya y a mí no me da ni la mitad de mi sueldo? Será cabrón...—mi compañera, con la que todavía no había tenido tiempo con la que hablar, se para a mi lado observando mi mano.— Al menos a ti sí te paga y no te estafa. Qué asco de jefe.

Guardo rápidamente el dinero cuando me doy cuenta que el resto de –pocos– compañeros se me quedan mirando con –a lo mejor falsas– intenciones de robar MI dinero.

Qué bien suena.

--Bueno... Siéndote sincera, llevo casi dos semanas aquí y venía a hablar con él de que me voy de viaje y que quería dejarlo o que me dé vacaciones adelantadas o algo.

Cuando las estrellas colapsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora