Capítulo uno

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Kenya.

Riptide suena de fondo mientras conduzco por las calles de Alicante. Es verano de 2017, más concretamente 23 de junio. Todo el mundo ha salido de clase hoy o, más o menos, sobre esta semana y no pierde el tiempo en celebrarlo o, simplemente, en vivir el verano como realmente los adolescentes se merecen.

Las playas refrescan el ambiente y el número de personas en dicho lugar aumenta conforme nos vamos acercando cada vez más. 

Mi mirada se pierde por el precioso mar Mediterráneo que aparece frente a nosotros detallando los brillosos rayos de Sol que se reflejan. A pesar de no ser aguas totalmente transparentes y tener gran cantidad de microplásticos, está claro que este sitio es uno de los mejores lugares para pasar unas vacaciones de infarto.

 —Lady, running down to the riptide. Taken away to the dark side...—Canto por lo bajo con una voz completamente desafinada pero que no se termina de escuchar por lo alta que está la música.

Busco aparcamiento con rapidez, a pesar de no encontrar, hago ese esfuerzo para que, al menos, ninguna de las personas que están esperándome en la playa se quejen demasiado cuando vean que, como siempre, llego, mínimo, 10 minutos tarde.

Una vez encuentro, no demoro mucho en bajar mis cosas y salir corriendo hacia las dos personas que me esperan con las manos en la cintura y mirandome con desaprobación. La gente también me mira raro, seh, pero ya se acostumbrarán, van a tener todo un verano para verme y analizarme psicólogicamente si se lo proponen.

—¡Ya era hora! Joder, poco más y terminamos yendo nosotros a buscarte. Tienes la mala costumbre de que siempre te tenemos que esperar, ¿eres consciente del hambre que tengo? Me llegas a dejar 5 minutos más sin comer y te juro que en tu conciencia caería que muera de inanición.

—¡Wow! No será la exageración una de tus virtudes, Greta.

Hablo con el sarcasmo propio de la situación, pero al final termino riendo y colocando mi toalla del McDonald's al lado de la de ellas, formando así una fila de todo toallas de todo tipo.

—Un fallo lo comete cualquiera...—Me justifico con diversión.

—Un fallo detrás de otro, querrás decir.—Se anima a echar más leña al fuego Arán.

Los dos se observan, son los más estrictos del grupo, pero dentro de sus estrictas normas sobre llegar tarde y tal y tal, están sus divertidas formas de ser que no de contagiar conforme los conoces. Es gracioso hacerlos rabiar, a ambos se les frunce el ceño y se ven como viejos con pocas facultades expresivas.

—¿Algo más que comentar o podemos comer ya? No sé, por algo estoy aquí, para comer, beber, emborracharme, follar, bañarme en la playa, piscina... ¡Quitaros ese aire de amargados y disfrutar de una vez de las vacaciones! ¡Son las primeras siendo mayores de edad!

Trato de animarles, pero como era obvio, ambos terminan más molestos por como hago como si nada.

"Mi pan de cada día, es magnífico."

—He escuchado la palabra secreta y me ha incitado a venir, pido perdón. 

Yael se acerca por detrás mía y no tarda en tirarme de la coleta que recoge mi corto cabello rubio. Sin embargo, yo, como siempre, se lo devuelvo con un golpe en su abdomen que se hace inclinar hacia delante acompañado de mi risa.

—Uh, se volvió peleona desde que cumplió 18, eh. 

Ríe un tanto ronco mostrando sus perfectos y blancos dientes que hacen juego con sus ojazos verdes... o quizás amarillos. Depende de cómo le veas. Agita su cabello castaño hacia los lados salpicando el fría agua del mar, pero Greta no tarda de cortarle el rollo con otro golpe en la nuca.

Cuando las estrellas colapsenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora