Capítulo tres

1K 111 35
                                    


Dos semanas llevaba trabajando en el hospital de la manada, dos largas y dolorosas semanas viviendo en lo que fue la casa de su familia, pero esta vez su preciosa madre no estaba para recibirlo. Quiso visitar el lugar donde enterraron a su madre, esperaba que estuviera colocada a un lado de quien fue el amor de su vida, pero se enteró que Seungcheol dio la orden de cremarla. Su padre en el cementerio y ella en una urna sobre la chimenea.

Odiaba ese lugar, odiaba a todos. Los ancianos tuvieron el atrevimiento de ir a su casa en la primera noche para darle una 'bienvenida personalizada', no tuvo ni el mínimo interés en ello, los dejó esperando en el umbral de la puerta hasta que se cansaron y se fueron, no sin antes amenazarlo de quejarse con su alfa Choi. Al día siguiente, cuando Jeonghan llegó a verlo, creyó que sería por lo sucedido, pero fue él quien se llevó la sorpresa de que el omega estaba ahí para llevarle sus alimentos; no tuvo otra opción que aceptarlos, era un visitante y su ex amigo era importante en la manada. Joshua rogó a todo lo bueno que sólo fuera algo de una sola vez; al parecer tenía que aprender a rezar.

Todos los días, a la misma hora exacta, a las 12:00 pm en punto, Jeonghan llegaba al hospital con una vianda de comida recién hecha. A veces llegaba solo y era cuando trataba de aventurarse a entrar al consultorio de Joshua y así tener una charla en privado; cosa que nunca lograba. Otras veces llegaba con su hijo adoptivo Chan, no quería ser mala persona, pero se alegraba que esos dos no hubieran logrado concebir, el mundo no necesitaba más mala sangre. Esos días, aunque no quisiera pasaba más tiempo con Jeonghan, por alguna razón, luego de su primera visita el cachorro terminó encantado con él y viceversa.

Contaba cada uno de los días que le faltaban para tener todo listo y por fin irse de ese lugar, ni siquiera trabajar en el hospital que su padre fundó le daba tranquilidad. Al no existir alguien a la cabeza, uno de los ancianos comenzó a hacerse responsable y el lugar por el que tanto trabajó su papá estaba lleno de personas incompetentes, protocolos mal hechos y papeleo perdido. Siete días fueron suficientes para mostrar todo lo mal del lugar y demostrar que el anciano, uno de los tantos que estaban decididos en sacarlo de ahí, no era muy hábil.

-Joshua, te buscan en recepción- era Seungkwan que le daba una mirada llena de lástima, ya tenía una idea de quién era y no estaba de humor para eso.

Al llegar a recepción pudo ver que Jeonghan estaba ahí, vestido pulcramente esperando en una silla mientras el pequeño Chan jugaba con sus dinosaurios de plástico.

-¿Necesita algo omega Choi?- Jeonghan soltó una triste sonrisa, no había logrado que Joshua mencionara su nombre al menos una sola vez, al principio creyó que era por los protocolos, pero con el paso de los días se dio cuenta que ni estando solos él dejaba las formalidades.

-Joshuji- Joshua reprimió un gruñido, luego de un par de días comenzó a odiar ese apodo; antes le parecía adorable, ahora escucharlo de Jeonghan le hacía enojar- vengo a dejarte la comida de hoy, estás trabajando mucho por la manada, así que es necesario que te alimentes correctamente- el mayor le entregó la vianda, pero nunca imaginó que Jeonghan se llegaría a acercar tanto a su cuerpo. Pudo notar la diferencia entre ambos ahora, el omega seguía un poco más delgado que él, con unos cuántos centímetros más bajo, pero sus ojos, sus ojos en ocasiones denotaban qué tan peligroso era el omega de la manada; y Joshua podía apreciarlo mucho más cuando se encontraban solos, como ese momento. Chan jugando distraído con lo que seguro era un juguete nuevo y la recepción sin un alma alrededor.

Joshua aceptó con una sonrisa torcida el bolso con recipientes, no quería estar ni un segundo más con el otro, tenía los vellos en punta, y si su lobo siguiera con él, posiblemente estaría mostrando una actitud defensiva Jeonghan observó al menor caminar rápidamente por el pasillo, su espalda recta y hombros tensos le preocuparon, durante su charla trató de hacer lo que Seungcheol le dijo, que usara sus hormonas para tranquilizarlo, pero al parecer tenía mucho estrés encima que no funcionó. De regreso en el hogar del alfa le compartió a su pareja su preocupación, así que decidieron visitar a su amigo al final de su turno e invitarlo a cenar, tal vez pudieran hacer algo con el estrés del más joven.

Rompiendo la voluntad del betaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora