Final

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Mantuvieron a Joshua encerrado en una habitación del hospital para que se recuperara, enfermeras y doctores entraban y salían de la misma cada cierto tiempo. Seungcheol no escatimó en gastos para que sanara, era bien atendido y al menos no lo tenían amarrado a la cama, pero mantenían a Hoshi fuera de la habitación vigilando; ni que fuera a escaparse, no podía hacer nada más que quedarse ahí esperando a que la enfermera en turno cambiara sus vendajes. Tomó tres semanas para que el beta se recuperara lo suficiente como para no verse o sentirse tan desahuciado. Jeonghan y Seungcheol lo vistaban de vez en cuando, le contaban lo ansiosos que estaban de tenerlo próximamente en casa, que habían comprado varias batas para que se pusiera y aunque que no podían darle muchas recompensas, algo para subirle el ánimo luego de su castigo no le sentaría mal; incluso Mingyu se atrevió a ir y decirle que lo perdonaba, que esperaba que se recuperara pronto y que esperaba pudieran concertar una cita de juego para sus cachorros.

El día que salió del hospital fue recibido por toda la servidumbre de la casa, Seungcheol empujaba su silla de ruedas y a su lado, Jeonghan se aseguraba de que la frazada sobre las piernas de Joshua no cayera. La mansión estaba jovial, ahora sí, la familia del alfa estaba completa; todos mantenían la esperanza de que la luna aprendiera su lección.

Fue llevado hasta su habitación, con delicadeza el alfa lo sentó en su mecedora favorita frente al balcón, Jeonghan y él todavía tenían trabajo que realizar así que regresarían en la noche. Ambos depositaron un beso en sus labios y se retiraron, no sin darle órdenes a Hoshi de que se asegurara que no saliera por ningún motivo.

El aire se sentía algo frío o tal vez era la pesadez de su corazón. ¿Acaso no había forma de librarse de ellos? ¿Acaso no podría ser feliz? Era incapaz de sentir algo más allá de odio y repugnancia por sus viejos amores de juventud. Perdió todo por ellos, su amor, su lobo, la confianza en sí mismo; su dignidad, su adorada madre y su libertad. Ya no le quedaba nada por lo que sentirse pleno, y ni siquiera era capaz de luchar por el pequeño Chan, se sentía tan cansado. Con sus ojos, Joshua siguió el vuelo de un ave alejándose hacia la montaña. La palabra libertad sabía amarga en su lengua, era como un pequeño petirrojo encerrado en una jaula de oro.

Un lloriqueo a sus espaldas lo sacó de sus cavilaciones, no podía voltear; desde que despertó en el hospital no podía reaccionar, no podía moverse, sólo hablar, pero no tenía ánimos de hacerlo, no tenía razón de ello. Chan apareció frente a él con los ojos llorosos, pobre de su cachorro.

-Papá- susurró acurrucándose en su regazo. Joshua trató de abrazarlo, pero no pudo. El pequeño al pareció entender, a veces le sorprendía cómo ese pequeño niño de seis años lograba saber lo que estaba en su mente- Papá, bien- el cachorro sonrió con su inocencia y entonces Joshua lloró, lloró porque sabía que no podía protegerlo, sabía que no podía mantenerse a su lado. Se estaba muriendo por dentro y aunque Seungcheol pagara a todos los médicos del mundo, sabía que jamás podría salir de la oscuridad de su mente, jamás podría volver a mover su cuerpo roto. Era una simple muñeca de trapo, deshilachándose entre cada golpe, cada beso, cada violación.

Desde una pequeña abertura en la puerta, Hoshi miraba el intercambio entre los dos, veía a ambos llorar en silencio. Observó cómo el pequeño heredero alfa acercaba su oído a la boca del beta, no pudo escuchar lo que le decía, pero la respuesta "yo también te quiero" de Chan lo tranquilizó, seguramente la pareja de Cheol le dijo algo similar. Minutos después, el niño salió de la habitación con los ojos algo rojos y una gran sonrisa. Hoshi también sonrió, tal vez eso era un buen augurio.

Las horas pasaron, una mucama llevó el carrito del té hasta la habitación, acomodó todo en una pequeña mesita para que el beta bebiera, pero los minutos pasaron y ni volteó a verla, no respondió nada de lo que decía; así que se retiró pensando que necesitaba estar solo. Eran las siete de la noche cuando Seungcheol y Jeonghan llegaron, la cena estaba casi lista y Chan ya se había preparado para comer. Ambos se dirigieron hasta la habitación de su pareja, Hoshi seguía ahí, alerta ante cualquier cosa que quisiera entrar a la habitación.

-¿Qué tal todo amigo?- preguntó Seungcheol animado.

-Todo tranquilo jefe, como a las cinco le vinieron a dejar algo de té.

-Perfecto, espero le haya gustado las infusiones que le conseguí- rio el omega ante el ceño de su esposo.

-Jeonghan, ¿qué dijimos de mimarlo demasiado? Aún es muy pronto.

-Sólo es algo de té Cheollie, no pasa nada- con una sonrisa Choi negó, adoraba a su adorado Jeonghan, aunque a veces no le hiciera caso. Cuando entraron a la habitación, la imagen delante de ellos era algo que jamás podrían olvidar; en vez de ser recibidos por la imagen etérea de su pareja bebiendo algo de té y mirando por la ventana, se encontraron con el cuerpo de Joshua suspendido del cancel del balcón. En su cuello una de las finas sábanas de seda se apretaba con fuerza. Jeonghan cayó de rodillas sin poder creerlo, Seungcheol se apresuró a bajarlo, pero era inútil, el rostro de su amado estaba frío y pálido. Sus sonrojadas mejillas y piel brillante habían desaparecido, el latido de su corazón ya no estaba. Cuando Wonwoo llegó a la habitación con su maletín, no había nada que pudiera hacer.

En el comedor, el pequeño Chan bebía tranquilamente algo de té, el favorito de su padre. 






Nota: Muchas gracias por haber llegado hasta acá, lamento haber sido algo cruel con Joshua, yo lloré haciendo esto, así que también sufrí. Este es el capítulo final, pero haré un epílogo, así que espérenlo por favor. Espero les haya gustado el capítulo. ¡Oh! y se preguntarán muchas cosas, así como he visto que también se preguntan en los comentarios, cuando publique el epílogo responderé a todo ello, no se preocupen. 

Rompiendo la voluntad del betaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora