Capítulo cuatro

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Joshua abrió sus ojos lentamente, su cuerpo estaba adolorido, apenas si podía respirar sin sentir punzadas en su pecho y garganta. No podía moverse, no sabía si era debilidad o lo habían dejado en tan mal estado. A su lado, podía sentir un calor reconfortante, como si fuera una pequeña luz dentro de la oscuridad que se volvió su vida. No podía ver qué era, por más que lo intentara, su cuerpo no respondía.

Una pequeña mata de pelo se movió cerca de sus ojos, debelando a su acompañante, era el pequeño Chan, el cachorro de la pareja líder. No supo si era su aspecto, pero al verlo el cachorro comenzó a lloriquear tan bajo que era casi imposible para Joshua escucharle. Lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de Joshua, el pequeño había sido capaz de entender que estaba sufriendo. Poco a poco el dolor y cansancio fueron venciendo hasta caer dormido nuevamente; anhelaba con todo su corazón el poder despertar y que todo haya sido sólo un sueño.

La siguiente vez que despertó chan no se encontraba a su lado, sino Seungcheol y Jeonghan. El alfa tenía un brazo bajo su cuerpo, mientras que el omega yacía recostado sobre su pecho. El dolor había desaparecido casi por completo, esta vez podía girar la cabeza para mirar la habitación y tenía la esperanza de lograr mover sus brazos y piernas.

Durante su adolescencia maginó estar así un día con ellos, justo cuando se dio cuenta que los amaba más a su propia vida; pero eso fue cinco años atrás cuando eran las dos personas más maravillosas del mundo y no ese par de enfermos.

Con cuidado trató de levantarse sin despertarles, lentamente arrastró su cuerpo de tal forma que ellos buscaran posiciones más cómodas, alejándose así de él. Sus piernas temblaban, sentía que estaba a punto de caer, pero tenía que salir de ahí como fuera. En el pasillo de la gran mansión él por fin pudo observar su cuerpo, sus brazos y piernas vendadas, así como su cuello. Tenía puesta ropa que posiblemente pertenecía a esos dos. Gracias a uno de los ventanales pudo ver que era de noche, aunque no sabía exactamente cuánto había permanecido inconsciente y tampoco cuánto pudo haber dormido.

Guiándose a través de la neblina de recuerdos de su infancia, pudo encontrar el camino hacia la cocina, posiblemente pudiera escapar desde el jardín trasero. Sólo necesitaba llegar a su casa para decirle a Seungkwan que tenían que huir de ahí, buscar refugio con Namjoon o con alguna otra manada, incluso ser renegados, todo era mejor que estar en ese infierno. Cuando llegó a la cocina tragó ruidosamente su saliva, no había nada iluminando el patio trasero. Aunque entendía que fueran lobos y que por ellos su vista nocturna era muy buena, era algo ilógico que todo estuviera a oscuras, o tal vez era el hecho que era más humano que lobo y por esa razón tenía miedo a la oscuridad; ya no era capaz de ver a través de ella.

Con una respiración entrecortada abrió despacio la perrilla de la enorme puerta de cristal, un ligero clic indicó que estaba sin seguro. Movió la puerta abriéndola para pasar y cerrándola otra vez, no debía dejar alguna señal de por dónde había salido; aunque eso no ayudaba mucho, los ejecutores de Seungcheol podrían olfatearlo con facilidad, así que cada segundo era primordial. A travesó el patio con sigilo, evitando hacer ruido y llamar la atención de algún beta en turno. Cuando llegó al límite con el bosque echó a correr lo más rápido que pudo, tenía que alejarse lo más que pudiera de ese lugar. Cada paso era uno más lejos de esos dos locos. Lllevaba corriendo unos diez minutos cuando lo escuchó, era un aullido lleno de furia e ira. Heló su sangre a tal punto que casi le hace detenerse; era Seungcheol. Un conjunto de aullidos se escuchó después, se habían dado cuenta de que ya no estaba y el alfa soltó a sus ejecutores para buscarlo. A lo lejos, las luces de la mansión y sus alrededores fueron encendidas.

Corrió lo más rápido que pudo, faltaba poco para llegar a su casa, cuando niño los terrenos de su familia estaban tan cerca de los de la mansión del alfa, ¿por qué sentía ahora que estaba a cientos de kilómetros de distancia? Los aullidos estaban cada vez más cerca, iban a alcanzarlo. Joshua comenzó a llorar negando ser capturado otra vez. Sus plantas dolían, las ramas y piedras se enterraban en ellas, seguramente dejando un rastro de sangre, pero no importaba, no iba a detenerse. Un ruido a su derecha llamó su atención, la sombra de un lobo gris resplandeció bajo la tenue luz de la luna. Era Mingyu. El lobo saltó sobre él tirándolo al piso, esta dejaba todo su peso para que no pudiera levantarse. Mingyu aulló en reconocimiento, dando aviso que lo había encontrado. No, Joshua no lo iba a permitir. Como pudo miró a los lados tratando de encontrar algo que le ayudara a librarse de él; con sus manos alcanzó una piedra cercana y sin aviso golpeó la cabeza del lobo con ella; no le importaba si con eso terminó matando al lobo, su vida era primero.

Rompiendo la voluntad del betaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora