Capítulo 25

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Está raro, muy raro. Casi no habló durante la cena y tengo la certeza de que tiene que ver con esta camisa. 

-¿Te la regaló Jessica? -quizás se la regaló su ¿ex? novia, y eso le molesta.

-¿A la camisa?

-Si.

-No, no me la regaló ella.

-Sé que te molestó que la esté usando. 

-No me molesta, no es eso.

Revuelve con su tenedor en los spaguettis, desanimado. Parece un niño al que acaban de golpearlo en un juego de pelota.

Por mi parte, mi enojo se disipó rápidamente. Pensé que podía ser por frustración sexual. También pensé que mi fantasía en la bañera con Henry era simplemente porque pasamos mucho tiempo juntos desde que estamos aquí, y hace más de un mes que no estoy con ningún hombre. Pero también pensé que quizás mi enojo era sólo hambre, porque desapareció cuando empecé a comer.

Me quedo lavando los platos en la cocina mientras él arroja un leño al hogar y sube a la habitación.

Limpio la cocina, apago las luces, chequeo las puertas y ventanas, y subo.

Está acostado boca arriba, con una mano en su pecho y la otra detrás de la cabeza. Su bícep se marca en esa posición y el ángulo de su mandíbula se hace más notorio.

Definitivamente mi fantasía con él es porque es tremendamente atractivo, y no sólo porque es el único hombre que tengo alrededor.

Sonrío al verlo y él me sonríe también. Creo que su mal humor ya pasó.

Voy al baño y me lavo los dientes.

-¿Duermes con camiseta? -le digo cuando salgo, acercándome a la cama.

-¿Cómo quieres que duerma?

-Pensé que eras de los que dormían sin nada.

-¿Quieres que duerma sin nada contigo al lado?

Me encojo de hombros y se echa a reír. Me meto bajo el edredón y me hago un ovillo bajo las suaves sábanas. Él no se mueve.

-Me gusta estar contigo aquí -le digo, y me sonrojo. Él se da vuelta y me mira.

-¿En la cama?

-En general.

-¿Y por qué? -se gira y quedamos frente a frente, mirándonos a los ojos.

-Porque siento que... no lo sé. Siento que no podría estar aquí con nadie más. Si me hubiese tenido que quedar encerrada con May creo que ya hubiese salido de aquí como sea. Escarbando en la nieve, de ser necesario -se ríe, y yo también- Y créeme que amo a May, pero no se si podría convivir con ella tanto tiempo.

-No respondes mi pregunta. ¿Por qué no podrías estar aquí con nadie más? ¿Por qué te gusta estar aquí conmigo? -insiste.

Una cosquilla me recorre entera y se amontona en mi estómago.

-Porque... no lo sé.

-Piénsalo. No me dormiré hasta que me respondas -levanta una ceja.

-Porque... me conoces. Sabes contenerme. Sabes cuándo necesito que me cuiden y cuando necesito que me dejen ser. Sabes cuándo no hablarme y cuándo molestarme...

-Me gusta molestarte.

-...porque sabes cocinar y me gusta comer -se ríe con fuerza- Todo encaja.

-Todo encaja.

-Me conoces y te conozco -le digo.

-Me conoces más que nadie -me contesta, y su voz se hace muy baja.

Nos quedamos callados un momento. Miro sus labios, que se entreabren apenas. Sus ojos bajan a los míos.

-A mi también me gusta estar aquí contigo.

-Es tu turno de decirme por qué -le digo. Él se gira y apaga la luz de su mesilla, y vuelve a mirarme.

-Porque eres tú. Amo estar contigo. Elijo estar contigo, siempre. Y aunque no hubiese una tormenta de nieve afuera, me quedaría aquí.

Me muerdo el labio. Siento mis mejillas hirviendo, y mis ojos brillar en la oscuridad. La poca luz que hay alrededor me sirve para verme reflejada en los suyos, que me miran, estudiando cada centímetro de mi cara. Se detienen una vez más en mis labios, y yo paso mi lengua por ellos, instintivamente.

Como si se tratara de dos imanes que no pueden evitar atraerse por la cercanía, nuestras caras se acercan poco a poco, imperceptiblemente, como en cámara lenta. Sus labios se abren suavemente, sus ojos clavados en los míos. Llega un punto en que la cercanía es tal que puedo sentir su cálido aliento en mi piel, y eso me obliga a actuar.

Lo beso.

Lo estoy besando.

¿Por qué lo estoy besando? ¿Qué me pasa?

Es Henry, ¡por favor!

Mis labios están sobre los de él, y se acarician suavemente. Muevo mi boca apenas, y el también lo hace.

¿Por qué no se aleja? ¿Por qué esta besándome también?

Separo mis labios. Oh por Dios, no puedo detenerme.

¿Qué carajos? ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estamos haciendo?

Sus labios se abren también y nuestras lenguas se rozan imperceptiblemente al mismo tiempo. Un cosquilleo me recorre entera y suspiro en su boca, dejando escapar un gemido tan suave y leve que creo que yo sola puedo escucharlo.

Su mano se mueve debajo del edredón y sube lentamente por mi cadera, hasta mi cintura. Su toque es suave, volátil. Presiona sus dedos en mi piel. No me muevo, en parte porque no quiero que quite su mano, y en parte porque estoy petrificada.

Vuelvo a concentrarme en el beso. En sus labios tibios, blandos, decididos. Su lengua es carne y calor. Nuestras bocas apenas se tocan entre sí, se acarician con calidez, se invitan a conocerse. Nuestras lenguas se recorren con pequeños movimientos húmedos, lentos y tranquilos. Mi cuerpo vibra por completo, estático debajo del suave algodón de su camisa. 

Nunca sentí así un beso. Es un beso tan suave, tan simple, pero a la vez tan complejo y lleno de significados. Siento cada movimiento, cada vibración.

Me muerde suavemente el labio inferior, y tiemblo entera. Lo estira entre sus labios y finalmente lo suelta. Abro los ojos y me encuentro con los suyos. Suspira, y apoya la palma de su mano en mi cuello, acariciándome con el dedo pulgar la mandíbula.

Siempre túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora