Capítulo 1 | Te veo.

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Desde que era una niña siempre podía verlo ahí, en una de las esquinas de mi habitación, de pie mirando hacia mi cama, pero parecía que me miraba a mí. Su rostro siempre estaba serio, impasible y, sobretodo, vacío y sin vida. Siempre me dió miedo. La primera vez que lo ví estaba de pie detrás de la puerta que todo el tiempo se encontraba entreabierta para esperar las buenas noches que mi mamá siempre me propiciaba.

Sólo podía mirarlo, no podía articular palabra alguna, tenía miedo, estaba desconcertada, sólo podía pensar «¿Qué hace ese niño detrás de la puerta?» Era algo espeluznante, pero ahí estaba, mirándome fijamente así como yo a él.

Oye...

No respondió...

Oye. Sal de ahí.

Susurré lo suficientemente bajo, no quería que mi mamá me escuchara, tampoco quería que notara el miedo en mi voz. Me senté en la cama esperando a que dijera algo, pero por más que lo intentara no respondía. Sólo quería que me dijera que hacía ahí escondido detrás de la puerta, pero siempre mis intentos eran en vano. Es más, parecía que cuando le hablaba más se escondía de mí.

No debes tener miedo...

«La miedosa aquí soy yo» pensé.

Sus labios se movían, como si quisiera decirme algo, pero su voz no lo dejara emitir palabra alguna. Me incorporé más en la cama para poder divisarlo mejor en la oscuridad. Le extendí mi mano temblorosa para que supiera que podía confiar en mí, pero el seguía ahí, sin moverse.

Ven, por favor, no te haré daño. Te lo prometo. Sólo ven... Ven aquí... Conmigo...

Cariño, ¿Con quién hablas?

Mamá. Dile que se acerque, dile que no le haré daño.

Sólo podía mirar a esa esquina, ese niño me tenía hipnotizada, sólo quería verlo de cerca, pero eso parecía ser casi imposible. Mamá sólo se dedicaba a asomar su cabeza por el pequeño espacio que le propiciaba la puerta entreabierta, jamás la abría por completo, pero esa vez parecía ser la excepción.

¿De qué hablas, cariño? ¿A quién le estás hablando?

El niño, está detrás de la puerta...

¿Niño...?

Mamá abrió la puerta hasta cierto grado, a él pareció asustarle, ya que se agachó y tomó su cabeza entre sus manos. El había comenzado a llorar y su llanto era extremadamente perturbador. como mi mamá cruzaba el umbral de la puerta y sus sollozos aumentaban con cada paso de mi madre, asustada por su repentina acción, y por los extraños sollozos detuve a mi madre.

— ¡Detente! — frenó —. Lo estás asustando. ¿A caso no escuchas su llanto?

Cariño...

Mamá. Lo asustas.

Su rostro era indescriptible, en esos momentos no había notado que ella no lo veía, pero solo podía consentrarme en ese peculiar llanto. Mi mamá revisó la habitación, y me dijo que no había nadie, que solo estaba alucinando por el sueño y que ya era muy tarde, que debía dormir.

No te preocupes, cariño. Ahí no hay nadie, y si lo hay, desaparecerá cuando te duermas — besó mi frente —. Buenas noches, mi pequeña hija.

Buenas noches, mamá.

Le sonreí ampliamente, pero al verla cruzar por la puerta esa sonrisa desapareció, yo sabía que él estaba ahí llorando. Me recosté en mi cama y lo ví ahí, agachado tomando su cabeza mientras lloraba. Me cubrí con la cobija y susurré:

Entre Las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora