Las palabras de mi madre me desconsertaron, aún no podía creerlo, «¿Por qué logró verlo ahora y no la primera vez en mi habitación?», no entendía cómo ni porqué, pero esto no se quedaría así. Entre tantos pensamientos sobre lo que mi madre dijo, no caí en cuenta que la noche había llegado y con ella la dichosa cena con el vecino. No entendía que tenía de especial esa cena para mamá, para mí eso era algo sospechoso, pero preferiría no meterme en ningún lío por ahora, no estaba de humor para ello.
- Te ves hermosa, mi niña.
- Gracias...
- ¿No estás emocionada por conocer al nuevo vecino?
- No tanto como tú, mami.
Mi sonrisa demostraba tanto que era inevitable no saber que en realidad no quería conocer al dichoso vecino. Pero mamá parecía estar cegada por la idea de que vendrá a nuestra casa.
Después de la muerte de papá, mi mamá entró en un estado de depresión en el que no hacía más que dedicarse a su trabajo, sí, ni siquiera se dedicaba a cuidarme a mí, en esos tiempos pasé varias temporadas en la casa de mis abuelos maternos, eran los únicos que se preocupaban verdaderamente de mí. Pero hubo un día en el que, misteriosamente, mi mamá tomó un odio inimaginable hacia ellos, causando que me prohibieran definidamente volver a acercarme a ellos. Desde ese día no volví a saber sobre mis abuelos.
Con el tiempo noté ciertos cambios en mi mamá, jamás pregunté, no me atrevía a preguntar por el miedo que tenía en aquel tiempo. Siempre la noté extraña, diferente y, sobretodo, distante, ahí fue dónde empecé a establecer temas de conversación con ella, aún con mi corta edad, sabía que algo estaba mal. Al principio fue duro, me costó mucho que ella me siguiera el hilo de la conversación, pero con el tiempo ella empezaba a desistir, y con ello, la distancia entre nosotras, pero eso no implicaba que fuéramos el estereotipo perfecto de madre he hija. Pero, me extrañaba demasiado que mamá se emocionara tanto por el dichoso vecino, jamás había visto a mamá con algún hombre, jamás vi que fue a una cita, jamás escuché decir a mamá que gustaba de alguien. Era extremadamente sospechoso para mí.
El sonido característico del timbre resonó por la toda la casa, cómo era de esperar mamá salió, casi corriendo, a abrir la puerta. Yo por otra parte me dediqué a cerrar la puerta de mi habitación y a apagar las luces. Necesitaba hablar con el niño. Al estar en la penumbra de mi habitación me dirijí a mi cama a esperar a que él apareciera, habían pasado los segundos, los minutos, y él no aparecía. Estaba empezando a desesperarme, pero esto era mejor que bajar a conocer a "él vecino", algo me decía que era algo más que ello, pero solo eran especulaciones mías. No sé cuánto tiempo pasó sin que él apareciera, pero en su lugar mi mamá entró en la habitación y me obligó a bajar.
- Cariño, debes bajar. No querrás que me moleste, ¿Verdad?
En realidad no quería...
- Pero, mamá...
- Nada de peros... Vamos, baja.
Resignada a conocer a el hombre por el que mamá me obliga a cenar, bajo y, por mandato de mi mamá, sonrío, pero parecía más una mueca que una sonrisa. Al llegar a la cocina, lo primero que mi vista enfocó fue a una pequeña niña de unos dos años más o menos, ella estaba en el suelo acariciando a un pequeño mínimo, al que jamás había visto en mi vida. Me preocupé, a mamá no le gustaban los animales, la miré y ella sonreía al ver a la bebé. Para mí sorpresa, se agachó y acarició la cabeza del pequeño gatito, estaba completamente sorprendida.
¿Mamá acariciando a un animal?
¿Ella sonriendo al ver uno?
¿Feliz por ver a un gato?
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Entre Las Sombras
Paranormal-No sabía que le tenías miedo a la oscuridad. - No es eso - logré hacer un sonido con mi garganta en modo de pregunta -. Le tengo miedo a no saber con qué puedo toparme, al no ver nada es muy díficil saber qué te rodea. O mejor dicho quién...