VIII

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Cuando aún era un niño recordaba las veces en las que escuchaba rumorear a varios de su alrededor lo grandiosos que eran sus padres, en como estos habían creado un hogar para aquellos que habían abandonado la granjas, hacer que la realeza les tema e incluso hacer pensar al clan Ratri cada una de sus acciones con sumo cuidado.

Recuerda las inumerables veces en las que su cuerpo caía al suelo de tierra en un intento llevar aire a sus pulmones, con cortes en varias partes de su cuerpo y una gran cantidad de ematomas adorando su piel. Oliver lo miraba desde arriba expectante para que Eiji se levantará, y él tenía que hacer un esfuerzo, de lo contrario recibiría un castigo aún peor, en el que su boca era silenciada y los ruidos de una habitación oscura no salían del cuarto hasta que quedara inconsciente, dejando a un lado su cuerpo inerte en la cama y era manchada por sangre que escurría por sus piernas y varios fluidos mezclados en su cuerpo.

Le asquedaba.

Un entrenamiento horrible sumado a las citas nocturnas era agotador, y claro que era el único que pasaba por eso, ya que el resto de los niños a la edad de siete años ya hacían jugando o aprendido cualquier otra clase de cosas que no fuera combate cuerpo a cuerpo, duelo a cuchillos, utilizar un arma, a no desfallecer pese al cansancio y por supuesto sobrevivir. La expectativas de muchos están sobre él al ser hijo de Emma y Ray, llegaba a veces a un punto en el que ni siquiera los llegó a tomar como sus padres sino más bien como alguien superior al que tenía que igualar, o mejor, superar.

Pero los quería, sabía que todo lo que hacían por él era para mejorar, para que sobreviviera en aquel mundo lleno de demonios de los cuales llevaban escapando por muchos años. Les tomo aprecio, pero ya no como familia sino como unos simples cuidadores y entrenadores, dos individuos que lo trajeron al mundo solo para sobrevivir.

Y eso era cruel.

Porque el ya no quería más, ya no soportaría por más tiempo la tortura que su cuerpo sufría a lo largo de los años, en como sus dichoso padres y todos lo que vivian en aquel refugio ignoraban los golpes, rasguños y sus constante alejamiento. Maldición, decían que las granjas eran un infierno pero él prefería estar en una comoda cama esperando su muerte a los doce que tener que estar siendo abusado de forma constante por quién se supone que era un aliado. Y claro, el día que por fin alguien se dio cuenta de lo que le sucedía, no hicieron nada para ayudarlo.

—Oliver, será mejor que dejes está maldita mierda de una vez o se lo diré a Emma y te aseguro que-

—Ya entendí maldición, no lo tocare nunca más— Tras interrumpir a Yuugo se dio vuelta, dejando al azabache en la cama, quien estaba envuelto en las cobijas y no hacía ni un solo ruido.

Y era amenza, tras amenza y Oliver no cesaba. Lo supuestos adultos no hacían más que hacerse de la vista gorda o centrarse en otras cosas. El no podía decirle a sus padres, estaba lo suficientemente ocupados esos meses incluso desaparecieron por un año entero en busca de información sobre sabrá alguien de que tema porque Eiji no lo sabía. Oliver era muy valioso y no solo de forma fraternal sino que era un buen líder, apostaba a qué nadie le creería y aunque no es algo bueno, se había acostumbrado a todo aquello.

Claro que todo eso cambio cuando una noche decidió irse a algún lado, saliendo por la noche y ser casi devorado por un demonio de no ser porque los mismos Anna y Norman lo salvaron.

—Te pareces mucho a alguien que conozco— Dijo la rubia, mirando desde atrás de Norman y como este le cueraba las heridas al azabache.

Hace ya una hora que había despertado a lado de dos desconocidos y se encontraba justo en lo que parecía ser un sótano, estaba muy solitario.

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