─────̥⤷📓꒦꒷🩸°•
La filtración de agua que salía a través del techo provocaba que gotas cayeran con fuerza en la tarima de metal, ocasionando un eco en la gran habitación oscura.Un pequeño jadeo acompañado de un sollozo se hizo presente y la mirada de la persona que se encontraba parada frente a la mesa con armas de fuego y punzocortantes, dejará de verlas para buscar con su mirada la fuente de aquel sonido.
Con su mirada, recorrió el lugar, encontrando la gran tarima de metal ubicada en el centro. Las gotas continúan cayendo y provocando un estruendoso sonido que lo único que era capaz de provocar era miedo. Sobre la tarima, en la silla de madera, se encuentra sentada una mujer de cabello rubio cenizo.
Su piel blanca se encontraba con moretones y su ropa mostraba suciedad. La venda en sus ojos impedía que viera donde se encontraba y por más que intentara forcejear contra las fuertes cuerdas que la sujetaban, lo único que lograba era lastimarse.
Habló con miedo—. P-por favor —susurró—, ten-tengo dinero, mucho dinero. T-te daré todo, pero-pero déjame ir —suplicó.
Sin hacer ruido alguno, se colocó guantes de cuero en sus manos y estiró un par de veces sus dedos. Una vez acoplados entre el cuero, tomo la pistola con delicadeza y la cargo con balas, provocando que la persona que yacía secuestrada, chillara con miedo.
Se giró sobre sus talones para verla apretar con fuerza los brazos de la silla, viendo como sus nudillos se tornaban blancos ante el fuerte agarre.
—Po-por favor, teng-tengo un hijo —sollozó.
Una risa amarga salió de los labios de quien le había privado su libertad. Caminó hasta ella y acarició sus puños cerrados.
—Sí, lo sé —siseo con cuidado—. Al menos, él aprenderá a tratar bien a las personas, ¿no, Taylor? —curioseo llamándola por su nombre.
Lloró sin poder contenerse y exclamó con desesperación y rabia al sentir cómo las manos de la persona recorrían sus piernas.
—¡POR FAVOR NO! —suplicó con desesperación.
La risa se escuchó ligeramente aguda, algo divertida—. No, descuida. Las mujeres no son mi tipo, cariño.
Aquello no hizo que se tranquilizara, esto debido a que la boca de fuego del arma fue a dar a su sien. Sus labios temblaron entre el sollozo desesperado y moqueo asustada.
—Ahora —susurró la persona sobre el oído de Taylor—. ¿Qué fue lo que le dijiste a Spencer cuando estabamos en último grado? —preguntó fingiendo pensar.
—S-spencer, ¿quién-quién es Spencer?
Le quito la venda de los ojos con coraje.
¿¡Cómo era posible que no recordará a Spencer?!
En su mente, era capaz de recordar todo lo que alguna vez ella y el resto de sus compañeros de clase de química avanzada eran capaces de hacerle al pobre y pequeño Spencer Reid, solo por ser un genio y tener problemas para socializar con el resto de las personas.
De tan solo recordarlo, una furia invadía todo su cuerpo.
Los ojos verdosos de la mujer se abrieron de golpe al reconocer a quien tenía frente a ella.
—Oh por Dios, ¿qué haces? —le preguntó con temor.
—Un gusto en verte de nuevo, Taylor —la sonrisa que le dedicó a la mujer fue radiante—. Oh quizá debería decir, «¡ya muerete mariquita!»
El fuerte sonido de la bala hizo eco por todo el lugar y la sangre salpicó el rostro de la persona que sujetaba el arma. La cabeza de Taylor dio un brusco movimiento sobre su cuello antes de caer inclinada al perder la vida.
Retrocedió lentamente y camino a la mesa dejando el arma con el cual había terminado la vida de Taylor.
Con delicadeza, tomó un pañuelo blanco y lentamente comenzó a limpiar poco a poco la sangre en su rostro y brazos, sin sentir pena o dolor por lo que había logrado.
En realidad, se sentía jodidamente bien.
Camino del otro extremo de la habitación y tomó un diario con cubierta negra. Se puso en cuclillas y del bolsillo de su abrigo sacó una pluma negra con iniciales talladas en el mango.
En la hoja, mostraba una lista con nombres de personas y en la parte superior, había un título marcado con plumón rojo.
LA VENGANZA DE S. REID
Cuatro de los catorce nombres escritos se encontraban tachados. El nombre de Taylor Rivers, que permanecía sin tachar, pasó a ser el quinto nombre atravesado con una línea roja.
Guardó su pluma en su abrigo una vez más y depósito el diario en una vieja caja. Sacudió sus manos y llevó una mano a su cadera viendo a Taylor.
—¿Quién está muerta ahora, perra?
Cortó las cuerdas con una navaja y dejó que el peso del cuerpo muerto cayera de golpe al piso cubierto por una bolsa negra. Con algo de trabajo, tiro de la bolsa logrando sacarla de aquel viejo taller y caminó hasta una pickup negra.
Jadeo un poco mientras subía el cuerpo de Taylor por la pequeña rampa de madera, facilitando la manera de ponerla en la cajuela y una vez dentro de la camioneta, cerró la puerta para subir al asiento del piloto.
En cuanto prendió el carro, de la radio comenzó a escucharse Lady Gaga y subió del volumen mientras se quitaba sus guantes. Manejo por la interestatal quince y a las afueras de Primm, se adentro al desierto.
Detuvo la camioneta pasados los cinco minutos, se bajo colocándose una vez más los guantes de cuero. Canturreando la canción que se escuchaba en la radio, subió a la parte trasera de la pickup y sin tener cuidado o preocupación por el cuerpo de Taylor, lo empujo hasta que cayera del vehículo.
Ni siquiera se preocupo de ver en la posición que había quedado, por que subió al asiento del piloto y emprendió su camino a la ciudad de Las Vegas, mientras miraba la pequeña imagen donde mostraba al Doctor Spencer Reid, con una pequeña mueca que podía interpretarse como sonrisa.
—Descuida Spencer, todos aquellos que te hicieron sufrir, ahora mismo, deben estar retorciéndose en su tumba.
Le dio una pequeña caricia y sonrió mientras regresaba su mirada a la carretera.
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𝐕𝐄𝐍𝐃𝐄𝐓𝐓𝐀 (s. reid)
FanficLa Unidad de Análisis de Conducta del FBI nunca creyó que uno de los casos a resolver, involucraría la muerte de los antiguos compañeros de Spencer Reid, a quienes al parecer, estaban recibiendo un castigo por haber tratado mal al Agente en sus años...