Me pasé la cena con la cabeza gacha. En la Sala de las Mujeres había podido mostrarme valiente porque tenía a Jimin al lado, y a él le caía bien. Pero allí, rodeado de personas cuyo odio podía sentir casi físicamente, me acobardé. De lo único que tenía ganas era de huir a mi habitación.
El postre fue un surtido de frutas con helado de vainilla. Era como si estuviera descubriendo el placer de comer. Pensé en Rose y en lo golosa que era. Aquello le habría encantado. Estaba seguro de que ella habría triunfado.
No podíamos abandonar la mesa hasta que todos hubieran acabado, y luego teníamos órdenes estrictas de irnos directamente a la cama.
El repiqueteo de los zapatos al subir las escaleras esta vez fue menos sonoro. No veía el momento de quitarme los míos. Y aquel traje.
Tras subir las escaleras, mientras los demás se dirigían a sus habitaciones, Jimin me cogió del brazo.
-¿Estás bien?
-Sí. Es solo que algunas de las chicas me miraban mal durante la cena - dije, intentando no parecer un llorón.
-Solo están un poco nerviosas porque le has gustado mucho a la gente - respondió, quitándole hierro al asunto.
-Pero tú también le has gustado a la gente. He visto los carteles. ¿Por qué no te hacen lo mismo a ti?
-No has pasado mucho tiempo con grupos de chicas, ¿verdad? -me preguntó, con una sonrisa pícara, como si yo supiera lo que estaba pasando.
-No.
-¿Te educaron en casa?
-Sí.
-Bueno, yo estudié con un grupito de otras Cuatros en casa, todas chicas, y cada una tiene su método para influir en las demás. Fíjate: todo consiste en conocer a la persona, en pensar qué es lo que le molestará más.
Fruncí el ceño. ¿Lo hacían a propósito?
-Para ti, como te ven reservado y misterioso...
-Yo no soy misterioso -lo interrumpí.
-Un poquito sí. Y a veces la gente no sabe si interpretar el silencio como confianza en ti mismo o como miedo. Te miran todo el rato como si fueras un bicho raro, a ver si al final consiguen que te sientas como tal.
-¡Vaya! -Eso tenía cierto sentido.-. ¿Y tú qué haces? Cuando quieres que te traten bien, quiero decir.
-No hago ni caso -respondió, sonriendo-. Tengo una conocida que se pone tan furiosa cuando no consigue fastidiarte que acaba hundiéndose. Así que no te preocupes -dijo-. Lo único que tienes que hacer es dejarles claro que no te afecta lo que hagan.
-Y no me afecta.
-Te creo..., pero no del todo -soltó una risita, un sonido cálido que se evaporó en el silencio del pasillo-. ¿Te puedes creer que vayamos a conocerlo por la mañana? -preguntó, pasando a temas, a su modo de ver, más importantes.
-No, en realidad no.
Jungkook parecía una suerte de fantasma que deambulara por el palacio, siempre presente pero intangible.
-En fin, buena suerte mañana -dijo, y estaba claro que era sincero.
-Mejor suerte aún para ti, Minnie. Estoy seguro de que el príncipe Jungkook estará más que contento de conocerte -le apreté la mano una vez más; me sonrió denotando excitación y timidez a la vez, y se fue a su cuarto.
Cuando llegué al mío, mis doncellas estaban allí, por supuesto, esperándome para ayudarme a lavarme y desvestirme. Mis shorts cortos a juego con la playera, ambas prendas verdes, ligeras y vaporosas, estaban tendidos sobre la cama. Ninguna de las tres había tocado mi bolsa.
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LA SELECCIÓN - α∂αρтα¢ιση - [𝘬𝘰𝘰𝘬𝘷]
RomancePara diecisiete chicas y diecisiete chicos, la Selección es una oportunidad que solo se presenta una vez en la vida. La oportunidad de escapar de la vida que les ha tocado por nacer en una determinada familia. La oportunidad de que las trasladen a u...