Capitulo 10

26 0 0
                                    






Me pasé la cena con la cabeza gacha. En la Sala de las Mujeres había podido mostrarme valiente porque tenía a Jimin al lado, y a él le caía bien. Pero allí, rodeado de personas cuyo odio podía sentir casi físicamente, me acobardé. De lo único que tenía ganas era de huir a mi habitación.

El postre fue un surtido de frutas con helado de vainilla. Era como si estuviera descubriendo el placer de comer. Pensé en Rose y en lo golosa que era. Aquello le habría encantado. Estaba seguro de que ella habría triunfado.

No podíamos abandonar la mesa hasta que todos hubieran acabado, y luego teníamos órdenes estrictas de irnos directamente a la cama.

El repiqueteo de los zapatos al subir las escaleras esta vez fue menos sonoro. No veía el momento de quitarme los míos. Y aquel traje.

Tras subir las escaleras, mientras los demás se dirigían a sus habitaciones, Jimin me cogió del brazo.

-¿Estás bien?

-Sí. Es solo que algunas de las chicas me miraban mal durante la cena - dije, intentando no parecer un llorón.

-Solo están un poco nerviosas porque le has gustado mucho a la gente - respondió, quitándole hierro al asunto.

-Pero tú también le has gustado a la gente. He visto los carteles. ¿Por qué no te hacen lo mismo a ti?

-No has pasado mucho tiempo con grupos de chicas, ¿verdad? -me preguntó, con una sonrisa pícara, como si yo supiera lo que estaba pasando.

-No.

-¿Te educaron en casa?

-Sí.

-Bueno, yo estudié con un grupito de otras Cuatros en casa, todas chicas, y cada una tiene su método para influir en las demás. Fíjate: todo consiste en conocer a la persona, en pensar qué es lo que le molestará más.

Fruncí el ceño. ¿Lo hacían a propósito?

-Para ti, como te ven reservado y misterioso...

-Yo no soy misterioso -lo interrumpí.

-Un poquito sí. Y a veces la gente no sabe si interpretar el silencio como confianza en ti mismo o como miedo. Te miran todo el rato como si fueras un bicho raro, a ver si al final consiguen que te sientas como tal.

-¡Vaya! -Eso tenía cierto sentido.-. ¿Y tú qué haces? Cuando quieres que te traten bien, quiero decir.

-No hago ni caso -respondió, sonriendo-. Tengo una conocida que se pone tan furiosa cuando no consigue fastidiarte que acaba hundiéndose. Así que no te preocupes -dijo-. Lo único que tienes que hacer es dejarles claro que no te afecta lo que hagan.

-Y no me afecta.

-Te creo..., pero no del todo -soltó una risita, un sonido cálido que se evaporó en el silencio del pasillo-. ¿Te puedes creer que vayamos a conocerlo por la mañana? -preguntó, pasando a temas, a su modo de ver, más importantes.

-No, en realidad no.

Jungkook parecía una suerte de fantasma que deambulara por el palacio, siempre presente pero intangible.

-En fin, buena suerte mañana -dijo, y estaba claro que era sincero.

-Mejor suerte aún para ti, Minnie. Estoy seguro de que el príncipe Jungkook estará más que contento de conocerte -le apreté la mano una vez más; me sonrió denotando excitación y timidez a la vez, y se fue a su cuarto.

Cuando llegué al mío, mis doncellas estaban allí, por supuesto, esperándome para ayudarme a lavarme y desvestirme. Mis shorts cortos a juego con la playera, ambas prendas verdes, ligeras y vaporosas, estaban tendidos sobre la cama. Ninguna de las tres había tocado mi bolsa.

LA SELECCIÓN - α∂αρтα¢ιση - [𝘬𝘰𝘰𝘬𝘷]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora