Cap 8 Regina se fuerte por mi manita 🙏

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Negras: Alfil f5 - Blancas: Caballo g3

No llores, Regina.
No llores, por favor.
Ayúdame.
Te necesito fuertes, a todos, así que no llores.
Puedo verte, ¿sabes, Regina? No sé cómo, porque sé que tengo los ojos cerrados,
pero puedo verte. Sé que estás ahí, a mi lado, y que llevas tu blusa amarilla y los
vaqueros nuevos, ¿verdad?
¿Lo ves?
Y, sin embargo, aquí dentro está tan oscuro…
Es una extraña sensación, hermana. Es como si flotase en ninguna parte, mejor
dicho, es como si mi cuerpo estuviese fuera de toda sensación, porque no siento
nada, ni frío ni calor, tampoco siento dolor. Es un lugar agradable. Bueno, lo sería si
no estuviese tan oscuro. Me gustaría ver, abrir los ojos y mirar. Hay algo que me
recuerda la placenta de mamá. Sí, antes de nacer. Recuerdo la placenta de mamá
porque era cálida y confortable.
¿Y cómo puedo recordar eso?
No, allí no tenía miedo, había paz. Aquí en cambio tengo miedo, a pesar de que
siento algo de esa misma paz. La siento porque estoy a sus puertas. Puedo dar un
paso y olvidarme de todo para siempre.
Un simple paso.
Pero no puedo moverme.
Regina, Regina, ¿y los demás?
¿Están bien?
¿Y José Luis escuche que está aya fuera ?
Oh, Dios, daría mi último aliento por tenerlo aquí, a mi lado, y sentir su mano
como siento la tuya, hermana.
Tu mano.
José Luis.
Me siento tan sola…

Negras♟️: Alfil g6
En el despacho del doctor Pons había dos sillas únicamente, así que mientras
esperaban, él entró en un pequeño cuarto de baño y regresó con un taburete que
colocó en medio de ellas. Shirley y Edu ocuparon las sillas. Máximo, el taburete. El
médico rodeó de nuevo su mesa para ocupar la butaca que la presidía. Desde ella los observó.
Shirley era de estatura media, tirando a baja, adolescentemente atractiva con la ropa
que llevaba, pero también juvenilmente sexy: cabello largo, ojos grandes, labios
pequeños, cuerpo en plena explosión. Edu y Máximo, en cambio, eran el día y la
noche. El primero llevaba el cabello corto y tenía la cara llena de espinillas, como si
en lugar de piel tuviera un sembrado. El segundo mostraba una densa cabellera,
rizada, como si de la cabeza le nacieran dos o tres mil tirabuzones de color negro que
luego le caían en desorden por todas partes.
Unió sus dos manos entrelazando los dedos y se acordó en su mesa. Luego
empezó a hablar, despacio, sin que en su voz se notaran reconvención es o tonos
duros. Era médico. Sólo médico.
Y había una vida en juego.
—Ahora que vuestra amiga, por lo menos, está estabilizada, es hora de que
retomemos la conversación que antes iniciamos.
—Ya le dijimos todo…
—Oídme, ¿queréis ayudarla o no?
—Sí —contestó Shirley rápidamente.
Los otros dos asintieron con la cabeza.
—¿Quién más tomó pastillas?
—Yo —volvió a hablar Shirley.
Miró a Edu y a Máximo.
—Todos tomaron  ¿no? —preguntó el doctor.
—Sí.
—¿Éxtasis?
—Sí.
—¿Cómo sabéis que era éxtasis?
—Bueno… —vaciló Máximo—. Se supone que…
—¿Soléis tomarlo a menudo?
—No —dijeron al unísono los dos chicos.
Probablemente demasiado rápido, aunque…
—¿Qué efecto les causó? —continuó el interrogatorio.
—Era como… si tuviera un millón de hormigas dentro —dijo de nuevo Shirley,
dispuesta a hablar—. Mi cuerpo era una máquina, capaz de todo. Un estado de
exaltación total.
—Yo quería a todo el mundo —reconoció Máximo—. Un rollo estupendo. Me
dio por reírme cantidad.
—Sí, eso —convino Edu—. Era como estar… muy arriba, no sé si me entiende.
Arriba y muy fuerte.
—¿Y ahora?
No hizo falta que respondieran. El bajón ya era evidente. Fueran o no habituales,
podían tener náuseas, cefaleas, dolor en las articulaciones…
—¿Qué le pasó exactamente a Altagracia?
—Empezó a subirle la temperatura del cuerpo.
—No —Edu detuvo a Shirley—. Primero se mareó, y luego vino lo de los
calambres musculares.
—Fue todo junto —apuntó Máximo—. Yo me asusté cuando vi que dejaba de
sudar. Entonces comprendí que le venía un golpe de calor.
—¿Así que sabéis lo que es eso?
—Sí.
—¿Y aun así, se ha arriesgado?
Era una pregunta estúpida, improcedente. Lo comprendió al instante. Miles de
chicos y chicas lo sabían, y sin embargo todas las semanas se jugaban la vida
tomando drogas de diseño. Después de todo, sólo alguien moría de vez en cuando.
Sólo.
—¿Qué pasó después? —siguió el doctor Pons.
—Lo que le hemos contado —dijo Shirley—. Empezó con las convulsiones, el
corazón se le disparó y…
—¿Tenéis aquí una pastilla de esas?
—No.
Suspiró con fuerza. Hubiera sido demasiada suerte. Con una pastilla al menos sabría qué llevaba Altagracia en el cuerpo. Un análisis de sangre no bastaba. Había que analizar el producto.
Ni siquiera sabían contra lo que luchaban.
—A nosotros no nos hizo nada —manifestó Edu—. ¿Por qué sí a ella?
—Eso no se sabe, por esta razón es tan peligroso.  Venden química pura
adulterada con yeso, ralladura de ladrillos, materiales de construcción como el
«Agua-plast» e incluso venenos como la estricnina. A veces son más benévolos y
simplemente se trata de un comprimido de paracetamol, que no es más que un
analgésico. Pero de lo que se trata es de que, luego, cada cuerpo humano reacciona de
una forma distinta. De hecho, no hay nada, ninguna sustancia, capaz de provocar una
reacción como lo que le ha sucedido a Altagracia, un coma en menos de cuatro horas;pero si alguien sufre del corazón, tiene asma, diabetes, tensión arterial alta, epilepsia o alguna enfermedad mental o cardíaca, que a veces incluso se ignora por ser jóvenes y no estar detectada, la reacción es imprevisible. Incluso beber agua en exceso, pese a que se recomienda beber un poco cada hora, puede llevar a esa reacción. En una palabra: el detonante lo pone la persona.
Dejó de hablar. Los tres le habían escuchado con atención. Pero el resultado era el mismo. Cerca de allí una chica de dieciocho años se debatía entre la vida y la muerte, el filo de ambos mundos, perdida, tal vez eternamente, en una dimensión
desconocida. Quizá por ello esperaba la última pregunta.
La formuló Shirley.
—Se pondrá bien, ¿verdad, doctor?
Y no tenía ninguna respuesta para ella. Ni siquiera un mínimo de optimismo en qué basarse.

Una cachetada fuerte de la vida 😔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora