Negras: Alfil h7
Volvieron a tropezarse con José Luis frente a la puerta de acceso a urgencias. Salía de la
zona de las habitaciones, allá donde ellos no habían conseguido entrar, y pudieron
percibir claramente las huellas del llanto en sus ojos. Tenía las mandíbulas apretadas.
—¿La has visto? —se interesó Shirley.
—Sí.
Iba a preguntar algo más, pero no lo hizo al ver la cara de su amigo. Por el
contrario, fue él quien formuló la siguiente pregunta.
—¿Han llamado a Loreto?
—Sí.
—¿Qué ha dicho?
—Hemos hablado con su madre. No ha querido despertarla. Sólo le faltaba esto
tal y como está ella.
—¿Tienen alguna píldora más de esas? —preguntó de pronto José Luis.
—No.
—Los médicos no saben qué había en ella, cuál era su composición. Si
pudiéramos conseguir una, tal vez...
—Sí, ya lo sabemos —asintió Edu.
—¿De veras crees que una pastilla ayudaría a...? —apuntó Shirley.
—¡No lo sé, pero se podría intentar!, ¿no?
No ocultó su impotencia llena de rabia. Frente al abatimiento y la desesperanza de
Shirley, Edu y Máximo, todo en él era puro nervio, una ansiedad mal medida y peor
controlada.
—¿Adónde iban? —les preguntó de nuevo.
—A casa, a dormir un poco —suspiró Shirley.
José Luis no la miró a ella, sino a Máximo.
—¿Se van a dormir? —espetó.
—¿Qué quieres que hagamos?
—¿Ella está muriéndose y ustedes se van a dormir tan tranquilos? —insistió él.
—¡Estamos agotados! —protestó Máximo.
Parecía no podérselo creer.
—¿Te pasas los fines de semana enteros bailando, de viernes a domingo, sin
parar, y ahora me vienes con que estás agotado un sábado por la mañana? —levantó
la voz preso de su furia.
—Ya vale, José Luis —trató de calmarlo Santi.
—Todos estamos...
Nadie hizo caso ahora a Shirley. José Luis seguía dirigiéndose a Máximo.
—Fuiste tú quien compró esa mierda, ¿verdad?
—Oye, ¿de qué vas?
—¡Fuiste tú!
—¿Y qué si fui yo, eh? —acabó disparándose Máximo—.
¿Qué pasa contigo?
—¡Maldito cabrón!
Se le echó encima, pero Santi estaba alerta, y era más fuerte que él. Lo detuvo y
lo obligó a retroceder, mientras Cinta se ponía también en medio, de nuevo llorosa y
al borde de un ataque de nervios.
—¡Por favor, no voy a pelear , por favor! —gritó la muchacha.
—Vamos, José Luis, cálmate —pidió Edu—. No ha sido culpa de nadie. Y tampoco
ha sido culpa suya. Fue Franco el que trajo al tipo y el que...
—¿Estaba ahí ese imbécil? —abrió los ojos José Luis.
—Sí —reconoció Edu.
La presión cedió, los músculos de José Luis dejaron de empujar y Edu relajó los
suyos. Máximo también respiró con fuerza, apretando los puños, dándoles la espalda
mientras daba unos pasos nerviosos en torno a sí mismo. Shirley quedó en medio,
abrazándose con desvalida tristeza.
Fue en ese momento cuando las puertas de urgencias se abrieron de par en par y,
corriendo, entraron varias personas llevando a un niño lleno de sangre en los brazos.
El lugar se convirtió en un caos de gritos, voces y carreras.
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Una cachetada fuerte de la vida 😔
Novela JuvenilEs una de las decisiones más fiestera que decide tomar Altagracia y esa decisión es la que cambiará por completo su vida 😕