◆La Nona

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Cada vez que mamá decía "Vamos de la Nona" eran los mejores momentos. Esas mañanas cuando el sol era más brillante y claro, los otoños olían a hojas secas de esas que se mezcla la tierra y el viento, a nosotros no nos importaba. A nuestras edades no notabamos si hacía frío o si nos agarraba gripe, pero éramos felices jugando y disfrutando del clima.
Viajar en el remis, observar por la ventanilla el campo, las flores al punto de florecer, las colas de zorro y los cardos, todos sabíamos lo que era ir a la casa de la Nona. Tenía un gran significado; jugar, alegría, felicidad, comer pan casero, tortas fritas o pastelitos. Solíamos tener esas ansiedades de llegar y ser libres.
Al momento de llegar cuando el remis estacionaba en frente de la casa, teníamos esa emoción de que abrieran las puertas del remis  y salir corriendo a saludar.

El ambiente era fresco, con las brisas tan suaves que olía a pino, el ruido del viento chocar con las grandes hojas verdes del algarrobo y el gran patio que dividía la casa y la enorme planta. La casa, blanca con persianas color roja, el oscuro color que estaba situándose en los exteriores de la casa, el patio en su derecha con un gallinero echo de ladrillos y chapas, siempre y cuando los gallos cantando las mejores melodías para los visitantes.
Y la Nona, vestida con un largo vestido de flores, le llegaba a los talones o a veces traía unos que le llegaba un poco más abajo de las rodillas pero su color siempre fueron los claros, parada en la pileta hecha de cemento de esos que se usaban antes para lavar la ropa. Si uno la veía siempre estaba haciendo algo como lavar la ropa o lavar los vegetales.
Ella era de estatura baja, tal vez porque cada vez que aumentaba su edad ella se hacía más pequeña. Esos vestidos que solía usar le quedaban tan bien que combinaba con alpargatas de colores claros, y el cabello corto de color negro que la mayoría de su cabello se le estaba cubriendo de blanco, pero no le importaba, decoraba sus peinados con broches o esbillas por lo fino y delicado de su cabello.
Su sonrisa reluciente, sus manos pequeñas y delicadas con un una alianza de matrimonio. Recuerdo su voz, tan alegre, el abrazo cálido y su aroma a rosas de esas que se te queda en la ropa y no se quita después de una lavada, y la palabra intacta "Hola nena, Como estás?"  eran palabras que sabias que siempre lo diría. Cuando observaba sus ojos reflejaba años de lucha, años de haber vivido muchas cosas y que hoy en dia uno no sabe si lo superó.

El "Nono", sentado en la silla de plastico color roja, bajo la sombra de la planta de moras con su sombrero de paja y vestido de gaucho, acompañado de sus perros "Fito y Capi". Su aroma pegadiza que cuando uno llegaba al frente de la casa se sentía sin haber estado cerca.
Todas las veces que solíamos ir, en la temporada de verano o invierno eran siempre las mismas alegrías, correr de un lado a otro, el juego que se inventaba cuando llegaban los primos y la música campera de todos dias. Las tardes, cuando el sol se situaba en el oeste, los rayos solares débiles, los tíos, los primos, mis padres, nosotros, sentados en una ronda esperando a que llegue el mate a cada uno, de esos que sabian a dulce.
Los biscochos y las facturas en la pequeña mesita forrado con cuero de flores, siempre sentados bajo la sombra del gran algarrobo que florecía cada vez más con el tiempo. Eran esas plantas que no morían con el frío o con el calor. Las locas ideas de mis tíos eran sacar los parlantes afuera y escuchar "Monchito Merlo y Salceros" el chamamé que cuenta mitos a través de ritmos. Y el hermoso gesto del Nono, tocar la guitarra y crear al instante ritmos mientras observaba a la Nona, sin perder esa chispa de conexion.

Tras el paso de los años fuimos creciendo, algunos dejaron de visitarlos a la Nona y el Nono con la excusa de que ya son mayores y tienen que estar con sus amigos.
El día en que partió la Nona todo cambió, y notamos los días despues de que se fuera. Las mañanas brillaban pero no eran las mismas, los gallos aún seguian con sus cantos mañaneros y uno de los perros se enfermó sin que nadie supiera el "Porqué".

 Las mañanas brillaban pero no eran las mismas, los gallos aún seguian con sus cantos mañaneros y uno de los perros se enfermó sin que nadie supiera el "Porqué"

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