•▪15▪•

944 96 2
                                    

▪•▪

Lo admito, llegué a pensar que la Jennie cariñosa que había sido antes de lo que pasó la noche anterior se quedaría dentro de esas cuatro paredes.

Pero no. Siempre equivocada.

Tampoco es que hubiéramos llenando el ambiente con tanta azúcar que puede darte diabetes al respirar, pero tampoco estábamos alejadas, no del todo. Ella sigue siendo la misma, misma personalidad, mismos chistes malos, mismas frases de doble sentido disfrazadas de inocencia, y no es que haya pensado que tenía una actitud falso o hipócrita, incluso de típica mosca muerta, todo lo contrario, moría por confirmar que ella era diferente, que para mí suerte, es más y mejor de lo que esperaba.

Comía a montones, se atragantaba de manera graciosa asegurando que tenía mucha hambre, yo paseando la mirada parcialmente por mis amigas pude ver esa cara de burla que hacían hacia mí. Por supuesto, ellas no hacían ningún tipo de comentarios al respecto, con la fina confianza que había y el respeto que le tenían a Jennie, porque a mí me hubieran molestado hasta cansarse, actuaban como si hubiera sido una noche de chicas, lo que agradecía muchísimo, lo menos que quiero es incomodarla.

—Veamos que queda por acá...— Jennie abre la última caja de pizza, es pequeña y hawaiana, solo Lisa y yo comemos eso— ah, eso— volvió a cerrar la caja con decepción.

—¿Qué? Comiste cuatro tipo de pizza diferente, ¿Y no te gusta esta exquisitez?— volví a abrir la caja, cortando un pedazo y Lisa acompañándome.

—Usteded son las únicas raras que les gusta eso— comenta Bona—, bueno, no hay que hacer mucha cabeza para encontrar la razón— la mire con odio, se está pasando con los chistes.

—No es eso, me encantaría, pero soy alérgica a la piña— su oración terminó justo cuando iba a dar un mordisco al trozo de pizza.

—¡Puff! Asco la piña, Lisa, por qué comemos esto— de inmediato devuelvo el trozo que estaba dispuesta a comer, mientras mi amiga comía su triángulo sin importarle nada. Además de que cerró la caja y se la puso en las piernas, maldita sea.

—Jisoo, no seas tonta, después de comer te lavas los dientes y no pasa nada— estiró la mano hacia Lisa, quien amablemente le devolvió mi trozo de pizza.

Me quedé congelada y me costó un poco reaccionar ante eso, ¿sería una implicación de que quiere volverme a besar más tarde? O simplemente quería que comiera lo que me gustaba a pesar de que ella no podía. De cualquier forma, es adorable y lindo el gesto. Y que bueno, porque la hawaiana es de lo mejor, no entiendo por qué a casi nadie le gusta.

—¿Quedaste con hambre?— pregunto en tono bajo para ella en especial.

—No, estoy bien, siempre acostumbro a comer de más por gula, he tenido que ir al hospital por comer mucho queso, varias ocasiones— abro mis ojos con sorpresa y ella parece causarle gracia— no puedo evitarlo— se justifica así sin más.

—Eso se oye interesante— que me cuente cosas random de su vida se ha vuelto de mis actividades favoritas—¿Te gusta el sushi?— la verdad casi que ni mastique la pizza, quería tener la boca desocupada por si ella hablaba nos dejarla esperando por una respuesta. Persona de buen corazón que es, que me consigue otro trozo por parte de Lisa, mi amiga refunfuña, pero cede.

—Si, el sushi está bien para mí.

—A nosotras también nos gusta el sushi— a Rosé le encanta aprovecharse de cada situación; ilusa yo, pensando que estaba teniendo una conversación privada—¿Cual es tu favorito Jennie?

—Oh, los cocidos por supuesto, todos, hay uno que está cubierto de cangrejo, ¡Uff!— se lanza hacia atrás en el sofá dando una manotazo al aire— De lo mejor— estira la mano, para pasar los dedos alrededor de mi boca y limpiarme las migas que debo tener—. Pero no sé ustedes chicas, no podría comer mucho más, siento que me dará indigestión si lo hago.

Mis amigas estuvieron de acuerdo en no ordenar sushi solo porque sabían que no lo iba a pagar yo. Malditas, a veces les gusta aprovecharse. Pero a la vez me encanta porque nos da tema de conversación, donde ella se relaciona más con personas que considero muy importantes en mi vida, y también donde me da la oportunidad de saber más de ella, como ese viaje a Italia que hizo con sus padres donde terminó en el hospital por una sobredosis de pasta y queso.

Es que ésta mujer es un encanto, lo juro. Y me arrepiento de no haberme atrevido antes a siquiera invitarla o hablarle, digo, frecuentabamos algunos lugares y nunca me acerqué a ella, incluso con ese juego bobo, pero bueno, que teníamos nunca se me ocurrió intentar acercarme. 

Aunque quisiéramos disfrutar un poco más de las aguas termales, no era buena idea con la cantidad de comida que habíamos metido en nuestro cuerpo, así que antes de decidir recoger nuestras cosas y marcharnos colocamos una de esas películas de Netflix que te quieren meter hasta en la sopa y que muy poco me importan, solamente era ocio, y ganas de burlarnos de las tramas, siempre hacíamos eso, nunca nos tomábamos una película en serio. Y quiero resaltar que la mejor parte de toda la película fue cuando ella se vino a mis brazos a acurrucarse, se podía volver tan pequeñita que me impresionaba que casi fuésemos del mismo tamaño.

Mención importante, se quedó dormida.

Mención aún más importante, no vi en ningún momento la película.

▪•▪

Game Master Donde viven las historias. Descúbrelo ahora