# tercera forma

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879┆dragonriders!au ☄︎confort ⌇⸙͎ tercer día ೃ࿔AU ! Medieval ˎˊ-

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⸙͎ tercer día ೃ࿔
AU ! Medieval ˎˊ-

Donde Marco espera impaciente noticias sobre el escuadrón de cazadores de dragones.

R U E D A
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Era de noche, tiempo de volver a casa

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Era de noche, tiempo de volver a casa. Marco estaba parado en el umbral de la puerta, acariciaba sus sienes y remojaba sus labios de vez en cuando. Se quitó los anteojos redondos y los limpió cuidadosamente con un extremo de su chaleco negro. Tenía la vista exhausta y el corazón triste.

Marco era el doctor más popular del refugio. Diariamente, su consultorio se encontraba lleno de señoras supersticiosas, niños traviesos y jóvenes despreocupados. Y Marco siempre sabía qué pócima, hongo o ungüento recetar para que sus pacientes quedasen satisfechos. Porque a parte de sus buenas medicinas, Marco emanaba unos aires de buen señor y una ligera sonrisa que lograba tranquilizar las dolencias cotidianas de las personas.

Pero, tras esa fachada de médico aburrido e intelectual, Marco sentía un pinchazo de angustia recorrer su espina dorsal cuando pensaba en Ace. Fingía a la perfección estar sereno y tranquilo durante todo el día, mas al llegar rendido a casa, podía soltar un suspiro reprimido y demostrar su preocupación arrancándose uno por uno los pelos de su brazo.

Ace era un alma libre, un mocoso problemático al que le gustaba la aventura y el fuego, eso Marco lo entendía muy bien. Ser un cazador de dragones traía consigo demasiadas consecuencias y pocas ventajas. Marco respetaba sus decisiones y comprendía que su esposo tenía fuerzas suficientes para derrocar a una gigantesca bestia, y aun así, se seguía preocupando por su bienestar.

A veces Ace llegaba a media noche. Entraba echando humo por las orejas y escupiendo sangre. Entraba con el cabello chamuscado, las pecas marchitas y los labios rotos. Entraba sin su armadura y sólo sosteniendo fuertemente la espada filosa y escarlata. Entraba, y lo primero que Marco veía era su sonrisa torcida y esa juguetona mirada que le gritaba: «mírame, estoy bien», aunque eso fuese mentira.

Y Marco se apresuraba para abrazarlo y sostenerlo, y lo cargaba como si su piel estuviese hecha de vidrio. Lo llevaba hasta el baño y con una agua tibia y refrescante, le lavaba las heridas y le eliminaba los refrescantes. Ace permanecía silencioso, perdido y oxidado, solo viendo atentamente el movimiento de las hábiles manos de Marco y soltando un inaudible jadeo cuando rozaba algún punto sensible.

Cuando Marco terminaba y volvía a cargarlo, comparaba a Ace con un delicado muñeco de trapo, inexistente, de mentira, que no pesaba y tampoco emitía el más mínimo ruido, y lo único que confirmaba su vitalidad eran la respiración irregular y los sordos latidos de su lastimado corazón. Entonces, Marco lo vestía de pijamas gruesas y lo cobijaba, besándole la frente, las manos y las mejillas.

Luego Marco preparaba los ungüentos, pastillas y demás artillería médica para curarlo y Ace repentinamente recuperaba la energía y soltaba una retahíla de hazañas exorbitantes, anécdotas mágicas y criaturas horrendas. Y a Marco le agradaba escuchar su voz ronca y quejumbrosa mientras lo bañaba de alcohol y elixires. Y aunque sus ojos cansados aparentaban ignorarlo, Ace sabía que Marco estaba feliz por su sonrisa deslumbrante capaz de curar almas y revivir esperanzas.

Agotados, abrumados y melancólicos, los dos se acostaban en el mismo colchón oloroso a piñas veraniegas y cigarrillos podridos. Y se buscaban entre las mantas arrugadas para encontrar consuelo entre besos fugaces y abrazos efímeros. Ace no parecía desanimado con los resultados de su misión y susurraba entre dientes las enormes ganas que tenía de cazar a un dragón. Marco no le respondía y sólo le acariciaba el pelo, pero internamente, agradecía a la gigantesca oscuridad por oculta las intenciones traicioneras de pedirle que dejase el escuadrón de cazadores de dragones y que se quedase a su lado sin importar qué.

Marco estaba parado en la puerta, con la vista exhausta y el corazón triste. Miró hacia el horizonte; los primeros rayos del astro rey se colaban por las grietas de la cueva donde vivían enjaulados y temerosos. Calculó que pronto amanecería y debería seguir la rutina habitual y abrir el consultorio. No hay ajetreo en las calles, ni nada que pueda romper el lúgubre silencio del ambiente. Tampoco hay noticias, ni buenas ni malas.

Marco se puso los lentes, cruzó los brazos y se quedó ahí, estático, aún creyendo en la fuerza y las habilidades de Ace. Él no morirá, él no morirá, él no morirá. Y mientras más lo repite, las ganas de llorar aumentan y el espíritu se le quiebra hasta hacerse cenizas.

—¡Oye!

Y a punto de tirar la toalla, de darse por vencido y de soltar el último aliento, vio la silueta de Ace atravesar los caminos, empuñando su escudo y ondeando la bandera del rey. Y todo se vuelve más mágico y más sentimental cuando los dos pudieron tocarse y confirmar que no estaban soñando.

Marco llora silenciosamente, abrazándolo y apretándolo; Ace le corresponde, acariciándole la espalda y sujetándole la cintura. Ambos se quedaron quietos, encerrados en una burbuja de cristal, deseando que aquel momento jamás terminase y pudiesen quedarse juntos por toda la eternidad.

Y cuando Marco contempló los ojos de Ace, vio un pequeño farol que le indicaba el camino a la felicidad.

—Mírame, estoy bien.

no sé, pero este AU me da mucho material para fic largo, AyuDAaA

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no sé, pero este AU me da mucho
material para fic largo, AyuDAaA.

¡gracias por leer!

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siete formas de encender tu corazón | marace weekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora