𝕮𝖆𝖕𝖎𝖙𝖚𝖑𝖔 𝖈𝖆𝖙𝖙𝖔𝖗𝖈𝖊

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—¿Señorita Granger? ¡Señorita Granger! —un fuerte golpe aterrizó en el escritorio de Hermione, causando que parpadeara hacia la profesora Vector.

—Lo lamento, profesora —murmuró ella, con la cara roja.

—Esta no es una boba clase de Adivinación, señora Black, requiero su completa atención.

—Sí, señora.

Ella luchaba por permanecer en el presente, de no perderse en los recuerdos de la piel de Sirius o su dulce beso de despedida de justo el día anterior. Un pequeño suspiro se le escapó, pero una risita a su izquierda la distrajo.

Ginny le sonrió y movió sus cejas sugestivamente. Hermione rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreírle a su amiga ante su complicidad. No le fue fácil mantenerse concentrada por el resto de la clase, pero se las ingenió. Cuando se liberaron para el almuerzo, las chicas caminaron juntas a reunirse con sus amigos.

—Bueno, eso sin duda, fue interesante —molestó Ginny.

—¿A qué te refieres? —ella a propósito mantuvo la mirada desviada.

—¿Qué podría haber sido... lo suficientemente atractivo para mantenerte tan distraída de una de tus clases favoritas y haciendo ojitos?

—¿Haciendo ojitos? No sé de qué estás hablando —pero podía sentir el calor arrastrándose hasta sus mejillas.

—Oh, debe de ser bueno. Vamos, Hermione. Compártelo con tu fémina favorita de Hogwarts.

No pudo evitar la pequeña sonrisa por el fraseo de su única amiga. —Sabes, cuando Ron y yo terminamos, pensé que perdería a todos los Weasleys. Soy muy feliz de tenerte, Ginny.

—Aw, eso es muy dulce. Pero, no es respuesta a mi pregunta. No soy tan fácil de distraer.

Hermione suspiró. —Lo sé —ya casi habían llegado al Gran Comedor, antes de que ella cediera. —Sirius. Sólo Sirius podría tenerme tan gratamente distraída.

Ginny soltó alaridos, ignorando las miradas fijas. —¡Lo sabía! Y también ya era hora, para que sepas.

—Ssssh, no delante de los chicos.

—Está bien. Pero esta noche le dices a todos.

—De acuerdo.

Perspectiva de Sirius

—¿Canuto? ¡Sirius!

—¿Eh? Disculpa, ¿Qué? —preguntó Sirius, parpadeándole a Remus desde el sofá.

—¿Cuánto tiempo has estado sentado allí, mirando dentro de tu propia mente?

—Ni idea —él estiró sus tensos músculos con un gruñido. —Mucho.

—¿Y bien? —Remus se dejó caer en un sillón.

—¿Y bien, qué?

—¿Cómo salió el fin de semana del funeral? ¿Cómo está nuestra Hermione?

—Bien. Todo ello bien. Excelente.

—¿Excelente?

—Bueno, no precisamente todo. Ella estaba destrozada, por supuesto. Muy molesta por la tía. ¡Y su madre! Esa mujer es trabajo pesado. Parecida a mi madre, Lunático.

—¿Así de mal?

Sirius asintió. —Aunque, me agradó Chuck. Buen hombre, ama a su hija —él se quedó en silencio.

—Espera, ¿Cómo eso se traduce a un gran fin de semana? Suena miserable.

—Porque me di cuenta de algo importante.

—Y eso sería... —dio pie, Remus.

—Estoy enamorado de mi esposa —dijo él en voz muy baja. Su amigo dejó escapar un largo suspiro. —Inesperado, lo sé.

—¿Le dijiste?

—¡No! Merlin, no, no quiero asustarla. Tengo posibilidades, le gusto. Sólo tengo que ser paciente, hacerla llegar a ese punto por su propia cuenta, como yo lo hice.

—Eso es maravilloso, Canu. Me alegro por ti.

—Yo también. Y ha pasado bastante tiempo, en verdad, de que había estado tan contento con mi vida.

—¿Así que cuándo la ves de nuevo?

—Mañana. De nuevo, bajo supervisión del Ministerio —frunció el ceño.

—Te las ingeniarás —los hombres compartieron silencio amigable durante un rato, antes de que Remus lo rompiera. —Dora ha estado insaciable. No deja de enviar a Teddy a casa de su madre para poder hacerme lo que quiere.

Sirius se rió. —Pobrecito hombre, ¿Y cómo es que sobrevives?

—Ríete si quieres. Pero cuando Hermione esté embarazada y sus hormonas alocadas, también te esconderás.

—Jamás.

Perspectiva de Hermione

—Oh, eso es tan romántico —gorjeó Ginny. —Deberías escribirle. Pídele que mañana llegue temprano para que puedan pasar tiempo juntos antes de la sesión.

—¡No! No podría.

—Por supuesto que puedes. Él es tu esposo, no hay nada malo en ello.

—Lo sé, pero...

—Pero nada. Le escribes o yo lo haré.

—No, Ginny.

—Sí. Te ayudo.

Trabajaron durante casi una hora para terminar una carta que Ginny aprobara, pero de la que Hermione no estuviera demasiado avergonzada.

Querido Sirius,

Espero que te encuentres bien. Si no es mucha inconveniencia, quizás puedas llegar un poco más temprano mañana por la tarde. Me encantaría compartir la cena antes de los acontecimientos posteriores. Harry también estaría feliz de recibir una visita. Comprendo si tus compromisos previos te impiden re-programar.

Espero tu pronta respuesta, Hermione.

Ella se mordió el labio mientras sellaba el sobre y lo ataba a la pata de Pigwidgeon. El primer borrador de Ginny había sido poco más que la breve solicitud de sus "servicios". Ella intentó arrebatar la carta como la lechuza emprendía el vuelo.

—¿Qué he hecho? ¿Qué irá a pensar?

—Que deseas su ardiente cuerpo —bromeó Ginny. —Regresemos a la cama, es tarde.

Perspectiva de Sirius

Sirius descansaba en su solitaria y amplia cama, desnudo, con las sábanas tiradas en el suelo. Cerró sus ojos y se imaginó a Hermione. Mientras su mano se dirigía más hacia bajo, recordó cómo se veía, no hace tres días. Recordó la forma en que su cuerpo se apretaba contra el suyo, y los sonidos que hacía; él gimió mientras se venía.

Suspiró sonoramente, relajándose en la cama. No faltaba mucho para volver a estar dentro de ese dulce cuerpo, otra vez. ¿Perderían terreno al tener espectador de nuevo? Dios, esperaba que no.

Un suave golpeteo llamó su atención. La pequeña lechuza de Ron se encontraba en la ventana. Dejó a la exasperante ave entrar y tomó la carta dirigida a él. Sus cejas se levantaron como leyó las palabras de Hermione. ¿Realmente lo estaba invitando a cenar? ¿O deseaba más y era demasiado señorita para solicitarlo? Lo dudaba, pero cabía la posibilidad.

Sirius garabateó una rápida afirmativa y envió a Pig de regreso al colegio. Oh, definitivamente tenía posibilidades. Sólo tenía que convencer a su esposa.

𝖁𝖆𝖈𝖎𝖔||~𝖘𝖎𝖗𝖎𝖚𝖘 𝖇𝖑𝖆𝖈𝖐||𝖘𝖎𝖗𝖒𝖎𝖔𝖓𝖊Donde viven las historias. Descúbrelo ahora