Cinco.

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JENNA

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JENNA

SIETE AÑOS ANTES.

Por si había quedado alguna duda, Jared y yo nos hicimos mejores amigos enseguida. Además, nuestros padres ayudaron a reforzar aquella amistad, con aquel "secreto" de que ellos dos ya se conocían mucho antes de que nosotros siquiera fuésemos bebés. Aquel dato había sido como un chute de energía, desde entonces empezamos a afianzar mucho más aquella relación amistosa que habíamos formado, aquella pequeña e interesante amistad que teníamos.

Aunque siempre hay cosas que pueden llegar a fortalecer más aún una amistad que un simple dato. Eso había funcionado cuando teníamos siete años, pero los años pasaban, nosotros crecíamos...

Y bueno, la adolescencia llegaba.

Supongo que eso último fue lo que más nos afectó. La adolescencia era una etapa de desarrollo para todos, sin ninguna excepción para nadie. Y menos aún para Jared y para mí.

La adolescencia fue un auténtico glow-up para Jared. Para mí también, sí, pero el punto era que lo había sido para Jared. Aquellos labios que siempre habían sido carnosos se volvieron suaves, sus pestañas se alargaron, su cabello se rizó todavía más que cuando era pequeño y su mandíbula se apretó, las líneas se volvieron fuertes, marcadas.

Y yo soy humana, pasaba horas y horas con él, tanto en clase como después de clase, así que no pude evitar que Jared Parker me empezase a gustar. Tardes y tardes junto a él acabaron haciendo mella en mí, y al final, Jared empezó a gustarme.

Eso pasó cuando ambos teníamos once años. No tuve la oportunidad de decir la verdad hasta que llegó mi cumpleaños número catorce.

Como habitualmente en su cumpleaños, estábamos los dos en su jardín, en una amplia tienda de campaña que siempre montaban nuestros padres el día de nuestros cumpleaños para que recibiésemos el gran día del otro juntos. Llevábamos tres años ya con aquella tradición, desde que la madre de Jared había encontrado aquella tienda entre las cosas del padre de Jared. Para nuestros padres, éramos básicamente hermanos, llevábamos como amigos 7 años, así que no se sentían incómodos porque nos pasásemos noches y noches juntos, sabían o tenían la sensación de que de nada podría pasar entre nosotros.

Irónico.

La noche había empezado en el interior de la tienda de campaña, sí. Pero el cielo estaba abierto, y las estrellas aquella noche brillaban sobremanera, así que nos habíamos terminado por tumbar sobre la hierba, mirando aquellos brillantes orbes en el cielo.

—¿Crees que se verá alguna constelación desde aquí, J? —pregunté, aun mirando hacia las estrellas. No quería mirarle, no me atrevía a hacerlo. Nervios, vergüenza... No sabía cuál era la razón entre ambas, pero no quería hacerlo.

—No lo sé... —murmuró Jared—. No me he documentado, el día en que tenía la intención de hacerlo me coaccionaste para jugar a Mario Kart.

—¡Oye! No me eches la culpa, has tenido multitud de días en los que no he estado contigo y podías haberlo buscado, Jared Parker, así que el problema es que eres un poco vago.

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