Veinticinco / Nueve.

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YVAN

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YVAN

Bueno, habían pasado ya tres semanas desde aquel incidente en el baño.

Todo el mundo se había enterado de que éramos almas gemelas, pero básicamente porque ninguno tuvo intención alguna de ocultar nada de aquello. No era algo de lo que nos avergonzásemos, algo que sintiésemos que le debíamos ocultar al mundo simplemente por no tener que pasar por todo el drama.

Aún así, el drama había sido más bien breve. Habíamos sido la comidilla de los pasillos los dos primeros días, sí; nos habían mirado hasta los primeros cinco, cuando la semana pasó, también. Pero una vez que llegó la siguiente semana, el tema se fue olvidando poco a poco. Con los exámenes finales, la graduación y el baile de fin de curso en apenas ya un mes, los nervios ya empezaban a sentirse en el aire, en las aulas del último curso del instituto de Nashville.

¿En cuanto a nosotros? Bueno... Digamos que ahí el drama no había acabado.

Después de la acalorada conversación que tuvimos en el baño el día de mi cumpleaños, volvimos a tener otra esa misma tarde. Yo seguía sin estar listo para hablar del tema, pero no quería que nuestra amistad se fuese a la mierda por algo que perfectamente podíamos arreglar cuando yo estuviese listo. Así que decidimos que no íbamos a "separarnos" como tal, sino ignorar el tema hasta que fuese realmente el momento de discutirlo. Erik, a pesar de su cara larga, acabó aceptando, así que allí estábamos, siendo un grupo.

O, al menos, esa era la idea. La realidad era que Erik y yo apenas nos habíamos hablado en aquellas tres semanas. Era como si la imposibilidad de hablar de aquello que él quería nos llevase a no hablar de absolutamente nada. Estábamos fallando de forma estrepitosa en nuestro objetivo de seguir siendo amigos sin ninguna clase de problema.

Y yo estaba fallando estrepitosamente en nuestro objetivo de "ignorar aquello hasta el momento en el que yo estuviese listo".

La escena en la que Erik se acercaba peligrosamente a mí cuerpo, a mi boca, y las ganas que había tenido de besarle en aquel preciso instante no dejaban de repetirse en mi memoria. La forma en la que me había sentido en aquel momento se había grabado a fuego en mi mente, como un jodido tatuaje.

Ahora, cada vez que miraba a Erik, por poco tiempo que fuese, solo podía pensar en lo mucho que quería besarle, quizá no en aquellos momentos, pero sí en el recuerdo que tan presente tenía en todo momento.

Aquella era la razón por la que aún no habíamos hablado del tema. Porque prácticamente no me había atrevido todavía a mirarle a la cara siquiera tras aquella escena, aquella que se repetía cada vez que le miraba a los ojos.

Joder, Yvan, ¿por qué tenías que complicarte tanto la vida?

Era una pregunta a la que todavía no había sido capaz de encontrar una respuesta, pero allí estaba, tirado en la cama, pensando en qué iba a hacer con todo aquel tema. En algún momento tenía que conseguir sacar el valor suficiente para poder hablarlo con él, pero...

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