ㅤㅤㅤㅤ──UNO.

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[ AVISO: cuando los personajes conversen en japonés, la letra estará en cursiva. ]

Viernes noche.
Ubicación: discoteca Monstar.

FIESTAS...

ALCOHOL, música, drogas y exceso de hormonas. Molesto, a la par que divertido. O eso pensaba ella.

Embriagadas miradas posándose sobre su martirizador cuerpo; suspiros escapando de labios que seguros se hallaban del paraíso en el que se verían atrapados si llegaran a colisionar con los de ella, teñidos de rojo; teñidos de pecado. 

El humo se deslizaba por su garganta, regalándole ígneas caricias que se entregaban a la muerte por medio de sus comisuras, desvaneciéndose en el olvido, junto a ella.

El océano atrapado en sus orbes, los cuales, aún cuando rodeados de oscuridad se encontraban, brillaban, cautivadores.

El color de sus ojos era lo único que confirmaba que ella realmente era hija de su difunta madre, tan claros como un cielo despejado; pero, aún así, sin perder su toque asiático, siendo como un bosquejo de la mirada de su padre. La combinación perfecta regalada a una fémina que adoraba la imperfección.

Cabellos tan oscuros como su propias uñas se deslizaban en cascada sobre su rostro, obstruyendo su vista y descansando sobre la carmín tela de su aterciopelado vestido, junto a las manos del muchacho con el que danzaba, que se aferraban a su cintura como si su vida dependiera de ello, cosa que a ella le hacía gracia.

Pequeño… Tan desesperado.

Pensó, recorriendo la mirada por los marcados rasgos de su rostro y perdiéndose fugazmente en el verde tan peculiar de sus ojos, mientras enredaba los dedos en su suave cabello, atrayéndole aún más hacia ella. Un vertiginosamente lento baile prevaleciendo. Un vertiginosamente lento baile que fue interrumpido bruscamente por una pequeña fémina.

Unos dedos aferrándose al cubierto de tatuajes brazo de la morena, tirando de ella sin esperar una respuesta.

─Esper-... ¡No sé tu nombre! ──Exclamó el muchacho, extendiendo un brazo en su dirección, mas fallando en el intento de retornarla a su previa posición.

Y ella, como era de esperarse, tan sólo se limitó a coger su chaqueta de cuero y a dejarse mover por la contraria, como si fuera un hábito entre ellas ( spoiler: lo era ). Su neutra faz sin cambiar ni un poco. Aunque... Pensándolo bien, no había variado en toda la noche.

El frío de la noche las azotó sin piedad nada más pisar la azotea de aquel lugar, y la pelirroja artificial de la pareja se golpeó mentalmente por haber sido tan inepta como para ataviarse con aquel minúsculo vestido veraniego y pensar que sería suficiente.

Para brillar hay que sufrir, decían. Vaya estupidez.

Sus cabellos cobraron vida propia, dejándose guiar por las ráfagas de viento.

¿Por qué no habré nacido con la capacidad de transformarme en un bicho peludo resistente a las bajas temperaturas? Estúpido Scott McCall.

FIRESTARTER   / truebeauty.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora