ㅤㅤㅤㅤ ✦
El amor sería su perdición, Murakami Yuna lo sabía.
El peligro amenazaba como sólo el peligro podía amenazar: las consumía por dentro, reinaba en ellas y las convertía en la peor pesadilla de aquellos dos muchachos; tan distintos y, a la vez...
[ AVISO: cuando los personajes conversen en japonés, la letra estará en cursiva. ]
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Lunes, mañana. Omnisciente.
✦
─ESTÁN MUERTOS POR TU CULPA.
Las palabras que escucha la lastiman más de lo que sería capaz de admitir, una amarga sensación en su paladar que se propaga por toda su entumecida anatomía.
Yuna se encuentra rodeada de penumbra; pestañea confundida, y sólo halla más penumbra. Un aroma vertiginosamente repulsivo colmando panorama y hebras húmedas pegándose a su frente.
─R-... ¿Ryu? ¿Qué está pasando...? ¿Dónde estoy?
No quiere creerle, no quiere pensar que alguien a quien valora tanto realmente piensa tales cosas sobre ella. Si Ryu la cree tal decepción, ¿qué le queda?
Decide no replicar ni cuestionar, porque sabe que no hay sentido en hacerlo.
Carcajada única que le empuja escalofrío álgido por espinal, aquella que acaricia sus oídos y desgarra, rompe. Siente la circulación escasear, hormigueo tortuoso, ansiedad abrumadora la culpable, por lo cual obliga a sus manos a relajarse, palmas que se extienden para no ahogarse en parálisis y mirada que se fija en el suelo.
¿El suelo...?
El suelo está en llamas. Arde, quema, calcina la frágil dermis; mas, por alguna razón, el cúmulo de voces repitiendo la misma oración que de su hermano brotó previamente duele más.
Desiste.
No quiere cruzar mirada con ninguno de los presentes.
Cae una silla, pero no es la que ella ocupa. Gira la mirada y el terror se cierne.
Todo sucede a cámara lenta, sonido del impacto de la madera contra el suelo, observa a su padre que se mueve con desesperación para intentar liberarse y contempla cómo líquido bermejo comienza a brotar de su cuello abierto.
Quiere apartar la mirada, pero no lo hace. La angustia se asienta en su pecho, presión incómoda, calor creciente. Aún así, las lágrimas no se hacen presentes, no caen. Su mirada se encuentra con el dueño de orbes cafés, su progenitor ( o su cadáver ), aquel que ve su vida drenada.
