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Kim Yerim abre la puerta. Escanea a Mark de la cabeza a los pies, la luz y el sonido inundan el pasillo más allá de su pequeño cuerpo que bloquea la entrada. Después de unos segundos de mirada incómoda, gira la cabeza y grita por encima de su hombro:

— ¡Oye, Seulgi! Él está aquí —

Seulgi se asoma por encima del hombro de Yerim.

— Hola, Mark — saluda amablemente, tirando de él más allá de Yerim.

En el camino a través de la pequeña multitud de personas reunidas en la sala de estar, Seulgi se detiene varias veces para presentar a Mark a los demás. Mark no puede evitar darse cuenta de que es prácticamente el único chico en la habitación, sobresaliendo por encima de todas las chicas con sus elaborados peinados que no parecen ajustarse del todo a sus sudaderas con capucha y pantalones deportivos.

Caen sobre el sofá en la esquina de la habitación, junto a una mesa llena de bebidas. Primera mala señal.

Seulgi tiene flores blancas tejidas en su cabello trenzado. Un collar de plata que descansa sobre su clavícula. Arroja sus piernas sobre el regazo de Mark y se acomoda más profundamente en las almohadas.

Mark no sabe por qué asumió lo contrario, pero Seulgi no es muy buena aguantando el alcohol. Mark tampoco está exactamente alerta. De lo contrario, Seulgi jugando con su colgante podría haber hecho sonar algún tipo de alarma en su cabeza. Y probablemente no le habría contado sobre los poemas.

Lo siguiente que Mark sabe es que Yerim abre la puerta y dice:

— ¿Qué demonios, Hyuck-ah? —





La fiebre es evidente en los ojos caídos de Donghyuck y en el descuidado estado de su cabello. Todo lo que dice cuando abre la puerta para Mark es:

Oh — ¿No hola o trajiste helado? o te extrañé.

Donghyuck llenó el sofá con almohadas y mantas. Se arrastra encima, luego palmea el lugar junto a él, haciendo señas a Mark para que se una a él.

— No me voy a contagiar, ¿verdad? — Mark pregunta, como si no estuviera obedeciendo ya.

Donghyuck le da una mirada adormecida y tararea:

— Estás lleno de gérmenes todo el tiempo y no me oyes quejandome —

Mark se burla. Abre el envoltorio de un cono para Donghyuck. Puede sentir la enfermedad de Donghyuck, espesa en su garganta, cuajando el aire a su alrededor. Tal vez incluso podría sostenerlo en la palma de su mano. Hay un programa de entrevistas en la televisión. Donghyuck lo mira como si ni siquiera pudiera escuchar nada de eso.

Donghyuck se queda dormido, el helado se derrite en sus manos. Mark saca el cono de sus manos y toma servilletas de la cocina y sostiene a Donghyuck por la muñeca, limpiándole los dedos. Donghyuck se ve tan ridículamente infantil, incapaz de permanecer despierto el tiempo suficiente para terminar de comer, la mejilla aplastada contra una almohada, el polvo somnoliento acumulado en las esquinas de sus ojos.

Hasta el final del programa de entrevistas, Mark se sienta con indiferencia. Entonces, se da cuenta de que debería irse y se levanta.

Donghyuck se sobresalta de su sueño febril.

— ¿A dónde vas? — pregunta con ojos aturdidos y confundidos. Mark se da cuenta de lo que es: la cosa alterada en él por el calor de la enfermedad. Es como si toda la magia hubiera sido drenada, restregada, purgada de él.

— A una fiesta —  responde Mark en voz baja.

Donghyuck se frota los ojos con las palmas de las manos y murmura:

— ¿Tienes que hacerlo? —

— Lo prometí — dice Mark, y se va.










































Si no entendieron la última parte es antes de que Mark vaya a la fiesta de Yeri

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