Siempre lleva una daga en los pliegues de su ropa, su madre insistió en que lo haga prácticamente desde que aprendió a caminar. Suprimió cualquier rastro de cólera y dolor que ardiera bajo su piel para sostener la empuñadura oscura con dedos apretados. A varios metros de su escondite, un dragón pequeño de escamas rojas corrió a través de la hierba hacia un montón de sacos con provisiones, de tamaño mediano. Solo hay un grupo relativamente disminuido de guardias custodiando a las personas capturadas, hombres, mujeres y niños encadenados y postrados sobre el césped. El bosque no era más que cenizas negras y escombros, pocos árboles se mantuvieron en pie ahora y no quedó mucho de su gente, ni siquiera sabía si sus padres están vivos en esas circunstancias. Katsuki tuvo que respirar y despejar su cabeza para no dejarse llevar por la furia y arremeter sin pensar en las consecuencias. No ganaría nada actuando por instinto como siempre lo ha hecho —y después de haber perdido tanto—, siente que no puede arruinarlo ahora que ellos dependen de él.
Katsuki se dijo a sí mismo que no podía echarlo a perder y, cuando el montón de provisiones comenzaron a quemarse con el ardor de las llamas de Eijirou, y solo cuando el grupo de guardias desvió su atención y corrieron a apagar las llamas, salió de su escondite con la daga entre sus manos.
Su padre se había encargado de que aprenda acerca de muchas cosas, incluso en contra de su voluntad, conocimientos extracurriculares que «serán indispensables en el futuro, Katsuki, aunque no lo veas ahora», y entre esos se encuentra el abc de las cerraduras. Sabe cómo abrir esas esposas en las muñecas de su gente sin tardarse, solo necesita su daga. Ellos se alivian de inmediato al verlo allí, como si fuese su salvación, a pesar de que podrían haber sido personas que ni siquiera confiaban en él en cuanto a la administración del reino. No los culpa, sin embargo. Debieron haber pasado por un dolor angustiante mientras no estaba —y no es como si fuese a ser capaz de hacer mucho al respecto—, incluso quizás vieron a los reyes morir. Maniobra las cadenas hasta que varias manos se liberan.
Cuando la última cadena cayó, seguía sintiéndose vacío e inútil, a veces tan lleno de desesperación y cólera, pero ellos seguían viéndolo con ojos esperanzados en busca de alguna orden que salve sus vidas. Duda que pueda hacer algo más, se dijo, es solo un niño y, a fin de cuentas, no hizo nada desde el principio. Ahora todo está arruinado.
Una mujer lo observó con ojos acuosos, sus mejillas y prendas estaban sucias. Ella abrazó contra su cuerpo a un grupo de niños pequeños asustadizos, que ni siquiera podrían ser suyos—. Príncipe, ¿que hacemos?
Katsuki observó hacia el pequeño incendio de provisiones que no hizo nada por calmar su furia, los guardias tratando de sofocar el fuego y Eijirou se acercándose rápidamente a ellos. Los rostros de las personas lucían desamparados y pensó en sus padres, en cuán decepcionados estarían si dejara a estas personas a su suerte.
—Vámonos —dijo y, en cuestión de segundos, el grupo se puso de pie para correr tras su espalda. Los gritos de los soldados de Gheata eran cada vez menos audibles.
Sus padres dijeron que sería un líder nato algún día, y que cuando ascienda el resto tendría sentido, podría gobernar y sentirse conectado a las tierras en las que creció. Por mucho tiempo, Katsuki había actuado como si nada importara más que acabar el día e incluso en ese momento duda que pueda convertirse en lo que ellos esperan. Ahora su reino se transformó en escombros de lo que fue y se siente aterrado de lo que podría pasar. Pensó acerca de llevar a estas personas lo suficientemente lejos de allí, garantizar su seguridad y solo entonces recomendarles que se mezclen en un pueblo lejano, traten de superar los hechos de hoy e inicien sus vidas de nuevo. Lo que pase después de ese punto no sería de su incumbencia, y lo que le suceda a él no les debería importar en lo absoluto. Se sentía derrotado y miserable, como si un peso enorme se instalara en sus huesos y lo arrastraran hacia abajo en contra de su voluntad.
ESTÁS LEYENDO
Vastag | Bakushima.
Fiksi PenggemarLa familia Bakugou son los monarcas de un pueblo antigüo que vive rodeado de un espeso bosque, aceptando aquello que la naturaleza desee otorgarles y siendo resguardados por los dioses que tomaron formas de animales para cuidar del ecosistema. Katsu...