2 | Los dragones son sensibles.

3.1K 504 145
                                    

Transcurren dos meses durante una etapa ciertamente calurosa, es entonces cuando el príncipe comienza a notar los cambios y el rápido crecimiento que antes le habían mencionado sobre los dragones. Después de la ardua examinación de su padre durante semanas, resultaba incluso extraño que aún no hubiera triplicado su tamaño. En ese entonces, había estado sumamente preocupado, preguntándose si quizás estaba alimentándolo mal o si alguna de sus acciones lo perjudica. Considera que lo ha hecho bien hasta ahora, pero nunca antes estuvo a cargo de otro ser más pequeño, así que resulta difícil saberlo, simplemente sigue las instrucciones de su madre: lo lleva a pasear de vez en cuando, vigilando atentamente que no se meta en ningún lugar peligroso o consuma alguna hierba mala.

Tal vez había sido brusco con él durante sus sesiones de juego, o simplemente esas bayas no eran aquello que pensaba. Sin embargo, se alivia al saber que ha comenzado a crecer —al principio, apenas unos centímetros—, al notar que su cola se veía más larga y ancha que antes, lo cual fue buena señal. Incluso han ocultado al dragón del resto del reino, podían vagar por el bosque siendo vigilados por un adulto —aunque no lo quisiera en lo absoluto, era un requisito— o permanecer dentro de su cabaña, vigilados por las molestas guardianas de su madre. Cuando se vuelve más grande, se convierte en un problema mantenerlo en secreto, especialmente porque intenta perseguir al rubio a todas partes, esforzándose por filtrarse dentro de su bolso o su ropa.

De todas formas, aún se siente aliviado al saber que se encuentra saludable. Jamás a cuidado de alguien antes y se sorprende incluso a sí mismo al percatarse de que estaba tratando de comportarse lo mejor posible.

Katsuki suele levantarlo en sus brazos, no es tan pesado, puede sostenerlo como a un bebé humano e incluso permite que se acomode alrededor de su cuello, como alguna especie de lagartija especialmente grande. Antes solo emitía pequeños ronroneos de vez en cuando, pero ahora saca gruñidos al hallar algún detalle que no le agrada —aunque está seguro de que es inofensivo—, chilla de vez en cuando como si estuviera intentando soltar un rugido bestial. En ocasiones, lo encuentra arañando sus sábanas con sus diminutas garras o mordiendo las empuñaduras de sus dagas cuando se ausenta, dejando marcas visibles en el cuero grueso. Según su madre, es parte de su desarrollo, pero se asegura de entregarle una reprimenda y conseguir un juguete que pudiera destrozar a gusto sin meterse con sus pertenencias.

Después de esos dos meses complicados —y a la vez maravillosos, no lo comprende por completo—, sus padres lo citan para una charla importante. Sabe que es mala señal, pero no entiende por completo cuál es la razón de su enojo, él no ha hecho nada malo últimamente, en realidad. Ha estado tan pendiente al dragón que no se había percatado de que de repente abandona los malos hábitos de antes —huir y desafiar a los adultos, demostrar cuán «buen» heredero es—, asegurándose de que no había provocado algún desastre y cuidando de su salud. Se percata de ello en su momento de reflexión en la oficina de su madre, esperando por su llegada mientras la insistente criatura intenta llevarlo a jugar.

Ellos llegan poco después, con enormes sonrisas en sus rostros y un acompañante misterioso tras su espalda. Katsuki no entiende lo que está sucediendo, pero puede formas sus propias respuestas en su cabeza. Quizás habían decidido que no es lo suficientemente responsable para cuidar del dragón y piensan en dejarlo con una persona más capacitada, su propia imaginación hace que se alarme. Sabe que no se trata de la persona más paciente, aún así cree que lo ha estado haciendo bien durante los últimos meses. No quiere separarse de la criatura y se vuelve terco, abrazándolo contra su pecho con más fuerza de la que debería usar, mientras observa a los adultos con una mueca disgustada.

Ve a un adulto vestido elegantemente, aún si su rostro lucía como el de un maleante. Tiene vello facial descuidado por todas partes, enormes y oscuras ojeras bajo sus ojos, cabello azabache largo que al parecer jamás ha peinado e incluso lo observa con una expresión resignada en el rostro. No comprende en que momento ellos han creído que una persona como esta podría cuidar del dragón mejor de lo que él lo hace. Sin embargo, sus padres se ven confiados, acercándose al menor como si estuvieran a punto de entregarle un regalo de cumpleaños. No le agrada la situación en lo absoluto y está a punto de comentarlo en voz alta —con las groserías correspondientes, por supuesto— antes de que la mujer se adelante.

Vastag | Bakushima.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora