Capítulo 4

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* Los demonios de mi mente.

Entonces cuando tú falso mundo se cae no te queda más que recoger los pedazos y preguntarte "¿Por qué permití que esto me pase?"

Porque fue todo mi culpa, yo quise creer en algo que no existía, yo quise jugar a sentirme querida.

Entonces despierta esa parte de ti que te grita a cada instante todo aquello que hiciste mal.

Las palabras torpe, ilusa, inútil, estúpida...

Resonaban en mi cabeza una y otra vez entre lágrimas comencé a sentír un picor extraño en las muñecas y empecé a rascarme.

Cada vez con más fuerzas y cada vez sentí más alivio.

Cuando fui consiente de lo que estaba haciendo la sangre ya era notoria.

Algo de razón por mi me mente me decía que pare, que eso que me hacía no estaba bien,

Pero la sensación de alivio pesaba más que esa suave voz.

Comenzó mi etapa de coleccionar pulseras para tapar cicatrices.

Comenzó mi etapa de usar camisetas manga larga.

Comenzó mi etapa de castigarme por todo el mal que me había causado y que me estaba causando.

Javi fue desapareciendo en mis recuerdos, él seguía con su chica de bonita cara y bonito cuerpo.

Los días que iba a clase lo hacía sin ganas, ya había conseguido integrarme algo más pero aún así los demonios de mi cabeza me gritaban lo contrario.

Me odiaba y realmente odiaba mi vida.

A todo esto llego ese día que la mayoría espera con alegría y emoción.

Cumplí 18 años.

La mayoría de edad...

La verdad que eso para mi era algo sin importancia, yo lo que quería era dejar de cumplir años, yo lo que quería era dejar de vivir.

Pero aún así no perdía esa sonrisa de cristal con el resto, nadie se podría imaginar lo oscuro de mis pensamientos, nadie podría llegar a suponer que cada noche antes de dormir suplicaba no despertar.

Tenía 18 años y no había echo absolutamente nada por mi vida.

Era un fraude, una decepción para los que confiaban en mi.

Pocos son los que se pueden imaginar lo que duele caer desde tan alto. Lo que duele odiarte y realmente por tú bien llegar a la conclusión de que muerta estarás mejor.

Tratas a todos con la mejor de tús sonrisas porque quieres que tengan un buen recuerdo de ti.

Cada defecto se convertía en una lágrima y en una cicatriz más.

Deje de comer, pero vivía rodeada y me controlaban así que no tenía otra que sonreír y soplar el plato de sopa.

Con cualquier excusa me saltaba las comidas.

Pero para defraudarme más a mi misma y a mi fuerza de voluntad, me daba atracones de puras porquerías, luego me sentía culpable y me volvía a castigar. Tiempo después comprendí que tenía ansiedad.

Realmente una vida sin sentido, es un estorbo para las personas que si tienen una larga y exitosa trayectoria por delante.

Yo no merecía estar viva.

Nadie jamás se fijaría en este cero a la izquierda, nadie jamás iba a querer a una simple torpe sin suerte.

Eso pensaba hasta que lo encontré...

Torpe sin suerte.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora